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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los puentes del olvido

Sevilla tardó más de 2.000 años en tener un puente de obra. Veremos cuánto tardan en terminar el de la SE-40

Piruetas frente al Puente de Triana.

Piruetas frente al Puente de Triana. / DS

EL retraso de la SE-40 no es nada nuevo. Sevilla siempre ha sido más bien lenta en la construcción de sus infraestructuras. Durante siglos, la ciudad apenas contó con un frágil puente de barcas que la unía a su principal fuente de abastecimiento, las ricas tierras del Aljarafe. Los romanos, pese a ser considerados como un pueblo de ingenieros, no se atrevieron a levantar un viaducto debido a las continuas avenidas y lo dificultoso del terreno. Hubo que esperar a 1171 para que el califa almohade Abu Yacub Yusuf uniese ambas orillas mediante un puente de barcas, una frágil construcción de madera que no siempre garantizaba la comunicación entre Sevilla y Triana. Todo esto resulta más difícil de comprender cuando se viaja por España y se ven grandes, sólidos y hermosos puentes de piedra en auténticos villorrios, construcciones con estelas romanas o blasonados con las armas de Felipe II que son el orgullo de la localidad en cuestión. Sin embargo, hasta mediados del siglo XIX Sevilla no contó con un pontón de sólidos estribos de piedra y elegante estructura férrea, el conocidísimo y cantado hasta la extenuación Puente de Triana (oficialmente “de Isabel II”). El retraso fue de 2.000 años.

Mucho nos tememos que con el puente de la SE-40 podemos tomar el mismo camino. Aunque nos lo anuncian para 2028, la demora ya es considerable y en esta ciudad nunca hay que subestimar nuestra capacidad para dilatar los proyectos. ¿Se acuerdan del llamado “puente de los lunares”? Me lo recordó ayer Jorge Muñoz, intrépido reportero de Tribunales. Vendieron el proyecto de una pasarela entre los puentes de la Barqueta y el Alamillo, que uniría el Casco Antiguo a la Cartuja, una iniciativa que acaparó titulares y que hoy “es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”, que diría la cuate Sor Juana Inés de la Cruz.

Cuestión menor, pero importante para los sufridos peatones que habitan la rive droit, es lo de dotar a los puentes de la ciudad de toldos o “elementos de sombra” que hagan un poco menos fatigoso el cruce de los mismos. Con el calor del verano o los chaparrones de otoño y primavera (al menos cuando llovía) hay días que cruzar estas pasarelas se puede convertir en una auténtica odisea. Este proyecto también tiene alma guadianesca, aparece y desaparece, y cuesta mucho comprender cómo no se ha acometido hace muchos años. Ahora lo resucita Antonio Muñoz, consciente de que cuestiones así llegan más a los ciudadanos que ir vendiendo museos faraónicos para guiris difícilmente realizables. Estaremos observando.

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