La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Han quemado al obispo Iceta

El próximo obispo de Burgos se placeó demasiado por estos lares, entró en las quinielas y se evaporaron sus opciones

Tanto se paseó el vasco Iceta por estos lares durante los últimos años que acabó quemado como posible candidato a la silla de San Isidoro. Es raro, muy raro, que la Iglesia tome ciertas decisiones con luz y taquígrafos y en alta velocidad. Cuando las cosas tienen trascendencia, todo es despacio, siempre despacio, y poniendo el intermitente a la derecha a la vez que se gira a la izquierda. Es el estilo de la alta curia. Algunos incrédulos creyeron que todo estaba atado, cantado y ya decidido. Tururú. Iceta se placeó demasiado por la diócesis de Sevilla. Cae bien, tiene tirón popular, le encantan los paseos por esta ciudad y el cariño que siempre ha recibido cuando ha venido a dar alguna conferencia. Cuenta con el afecto y el respeto de don Juan José, un arzobispo transparente que no ha ocultado su afinidad con el próximo obispo de Burgos, ni tampoco detalles que otros hubieran ocultado, como el haber pedido otro obispo auxiliar en su día, o que ya ha enviado la carta al Santo Padre para poner su cargo a disposición de Francisco. Don Juan José es discreto, pero no juega al ocultismo cuando se le pregunta por cualquier asunto. Para muchos ha sido una pena que Iceta se quede en los fríos norteños. Pero conviene recordar la gran sorpresa que supuso la llegada de un joven franciscano en 1982. Muchos años después se supo la clave. Intervino la Casa Real ante la Nunciatura. Don Carlos tuvo los mejores padrinos para llegar a una diócesis de indudable peso histórico. Don Juan de Borbón le pidió a su hijo que intercediera por monseñor Amigo. El conde de Barcelona siempre estuvo agradecido a aquel obispo de Tánger que lo esperaba en el puerto, lo atendía, le decía misa y le daba todo el calor que le era negado en España. Y ahí estuvo la gran clave de aquel nombramiento que derivó en un fructífero pontificado de casi 30 años. Después no hubo padrinos para el cardenalato, que tuvo que esperar nada menos que hasta 2003, pero eso ya es otro asunto. El caso es que no hubo filtraciones en 1982, como no las hubo con Asenjo salvo unos rumores justo el día anterior al anuncio oficial. Era ingenuo elucubrar con la idea de Iceta en Sevilla después de tantas apariciones en las hermandades y tantas quinielas publicadas. La Iglesia en España, además, está gobernada ahora mismo por el nuncio Bernardito y los arzobispos de Barcelona y Madrid, cardenales Omella y Osoro. El triángulo es perfecto de momento. No olviden la magnífica relación de don Carlos con el papa Francisco, ni la teoría del intermitente hacia un lado y el giro hacia el otro.

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