La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las quinielas sobre el nuevo arzobispo

El vasco Iceta gana en las apuestas, pero el nuncio maneja nombres de verdaderos desconocidos

Nadie en 1982 auguraba que un joven franciscano sería el nuevo arzobispo de Sevilla, un nombramiento en el que tuvo mucho que ver la Casa Real, siempre agradecida por las atenciones que monseñor Amigo prestó a Don Juan de Borbón siendo obispo de Tánger, cuando el conde de Barcelona no estaba pasándolo precisamente bien y atracaba su embarcación en el puerto de la ciudad africana para pasar unos días. Ahora parece que hay un vasco en posición preferente en las quinielas: el obispo de Bilbao. Y decimos quinielas porque es el término que usó el actual arzobispo de Sevilla en declaraciones radiofónicas en cuanto conoció el nombre del actual Papa: "No estaba en las quinielas". El actual obispo de Bilbao, monseñor Iceta, es el favorito. Tiene un segundo apellido impronunciable, menos para sevillanos de excepción como Antonio Piñero, que es de los pocos capaz de decirlo con soltura. Monseñor Iceta... Gavicagogeascoa. En Roma dicen que, además de presentar un currículum excelente a su favor, cuenta con experiencia de varios años en Andalucía, pues ha vivido en Córdoba y conoce bien el terreno. En la carpeta del nuncio hay otros nombres menos conocidos, quizás los obispos de Ávila y Getafe, y nunca hay que olvidar al cardenal Ayuso, sevillano de nacimiento. El nombre del andaluz Juan del Río, brillante arzobispo castrense, quedaría excluido por figurar entre los 33 prelados españoles que deben alcanzar la jubilación entre 2020 y 2021. Aunque fíjense que la Conferencia Episcopal ha elegido recientemente a un nuevo presidente que tiene 74 años, el arzobispo de Barcelona, cardenal Omella (Cretas, Teruel, 1946). La prensa vasca apunta ya al destino sevillano de Iceta y ofrece hasta detalles de la remodelación de su agenda pastoral en previsión de importantes novedades en los próximos meses. Asenjo mientras tanto nombra nuevos canónigos para recompensar de alguna forma a sus principales colaboradores en sus más de diez años de pontificado en Sevilla. Hace años que los canónigos no lo son por oposiciones, sino designados a dedo. De esta manera el arzobispo se asegura el control del órgano rector del templo metropolitano, principal fuente de ingresos de la diócesis. Han pasado a la historia los viejos pleitos entre el prelado y el Cabildo Catedral, un organismo que llegó en tiempos pretéritos a actuar como un verdadero contrapoder del obispo de turno. Aún recuerdo un canónigo que criticaba en entrevistas periodísticas algunas decisiones del arzobispo Amigo: "Yo es que gané la oposición, hijo". Se excusaba... o se jactaba.

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