El riesgo de un funeral laico

La aldaba

Mazón no dimite por las víctimas, sino por la presión sufrida en el acto del primer aniversario

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Carlos Mazón.
Carlos Mazón. / M. G.

Mazón no dimite por los 229 muertos de una dana en la que nunca estuvo a la altura. Como no lo estuvieron otros (y otras) que se han ido de rositas. Mazón se tiene que marchar ("Ya no puedo más") por los gritos de rabia e ira que sufrió en el demominado funeral laico. Se debió ir mucho antes, quizás lo mejor hubiera sido una dimisión anunciada para dos o tres meses, dar la cara mientras tanto y dejar la reconstrucción arrancada. Nada más. Mazón no ha matado a nadie, no es ningún asesino. Es sencillamente un político que no ha estado al nivel exigido por las circunstancias, que ha cambiado varias veces de versión y que, cuando menos, ha dado una imagen frívola en los minutos en los que sus paisanos estaban muriendo. Se dice pronto... Mazón no ha dicho la verdad, se convirtió en los pies de barro de un PP nacional que ahora, por fin, se verá libre de una situación más violenta que incómoda. Mazón, al final, se tiene que ir porque cayó en la trampa del funeral civil, una ceremonia fría y aséptica que, por cierto, se inspira descaradamente en la liturgia de la Iglesia Católica. ¡Tanto lío que se montan algunos para imitar las raíces en las que han crecido y mamado! A Mazón nunca le habrían reprendido con tal comprensible fiereza en el interior de un templo. Por eso, las sesiones, cabildos y reuniones más delicados de hermandades y congregaciones se celebran ante el altar mayor de una iglesia, ante la reserva del Santísimo Sacramento o las imágenes sagradas.

Un recordado senador del PP nos decía que había aprendido más de política en las cofradías que en la Cámara Alta. Un funeral laico no es nada, no inspira respeto porque nadie tiene en mente ninguno. Es un formato ad hoc, de rito forzado por desconocido. Y, por tanto, con un público no sujeto a reglas. Las víctimas, que tienen derecho a todo y no se les puede reprochar un pero, hicieron lo esperado: descargar el dolor en el rostro de quien personifica la tragedia. La gran victoria de Sánchez se produjo en ese funeral laico. Meses antes se tuvo que marchar a toda prisa de Paiporta, pero eso parece amortizado y olvidado. El relato (odioso término por manoseado) apunta desde hace tiempo a un único culpable. Mazón deja de gobernar Valencia porque toda España, incluido el líder nacional del PP, comprobó el odio que genera en las desconsoladas víctimas. Esa ha sido y no otra la causa. En todo un año no ha habido, al parecer, momentos y motivos para abandonar la poltrona. El número de víctimas le pareció poco durante todo un año. Hasta fue defendido por dirigentes del PP que creían que la situación era reversible. Mazón ha contribuido él solito a ser visto como el único responsable. Así se escribe la historia. Aquello no fue un funeral, fue otra cosa. Sobre todo, fue una trampa en la que cayó quien hace tiempo debería haber estado fuera de juego. Él y otros de otro partido. Pero se empecinó. Y se puso a tiro de ira. Memoria y honor a las víctimas. Justicia y gratitud.

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