Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
La risa es fundamental para mejorar el bienestar emocional y mental. Reír a tiempo es una victoria. Quien hace reír a otro tiene un poder que, bien usado, le permite conseguir otras muchas cosas. La risa libera tensiones, capta la atención, expresa alegría, sustituye a algún fármaco relajante, pero también puede herir, humillar y despreciar. El presidente del Gobierno se ríe, otra vez, como el alumno cateado que ha presenciado un resbalón del profesor al bajar la escalera del instituto. Se ríe del traspiés, pero sobre todo impone que los que están a su alrededor se rían también. El jefecillo de la pandilla exige pleitesía directa e indirecta. Se ríe como los gamberros que se sientan en la última fila del autobús cuando toca excursión y así pueden lanzar pelotitas de bolas de plata contra el empollón, hacer burlas, montar discordia y, en definitiva, alborotar. Nunca ha estado tan bajo el nivel de decoro de la política española, nunca se han roto con tanto descaro los límites verbales, nunca se ha mentido tanto y no ha pasado nada, nunca ha estado tan ausente la cortesía. De la política de adultos a la política de niñatos en dos lustros. Uno de los peores efectos del sanchismo es que, al final, la oposición se ve obligada a asumir códigos de conducta a la misma (baja) altura a riesgo de quedarse orillada del circo. El sanchismo lo inunda todo, marca la vida pública, muchas relaciones personales y la forma de entender la autoridad y su ejercicio. Vale casi todo: mentir y decir después lo contrario con cara de seminarista ejemplar. Dirigirse a un jefe de la oposición como Sánchez lo hizo el miércoles desde la bancada azul del Gobierno (“Ánimo, Alberto”) es de zascandil, maleducado y cabecilla del barrio.
El sentido institucional en la vida política española tiene la altura del vuelo del grajo. No saben hacer políticasi no es con bayoneta, un perfil en una red social usado como un gatillo y la desvergüenza como faro. Poco podremos esperar de quien ha hecho ministro del Reino de España a Óscar Puente, elogiado por Zapatero, el tipo que más daño ha hecho a la sociedad española al exhumar odios, rencores y enfrentamientos superados. La risa en su versión de guasa se consolida como instrumento de hacer política. Los descalificativos están la orden del día. Puente llamó miserable a Feijóo. Yse quedó tan pancho. La oposición tiende a la frustración porque tiene que darle contenido a muchas horas de agenda y no ve la luz al final del túnel del sanchismo. Vaya por delante que este Gobierno no es ilegítimo, pero sí impresentable. Se lo ha ganado a pulso. Ytengan por seguro que les da igual. A reír que son dos días. Y todos al taller de risoterapia para desvergonzados.
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