Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Malos tiempos para la política municipal en el campo de minas de una política que, en general, no tiene capacidad para captar grandes nombres, tiene perdida la pátina del prestigio y es una jaula para pájaros de diverso plumaje. Nuestros mandarines de la Plaza Nueva han realizado sus particulares balances. Y nos hemos quedado iguales: con la mirada fija en el panorama nacional que todo lo emponzoña. Sánchez tiene que desaparecer de la Moncloa por muchos motivos, uno de ellos es la higiene del debate. Resulta más que meritoria la ilusión que muestra el socialista Antonio Muñoz para ser de nuevo candidato. No hay mucho militante con ganas de repartir rosas por la calle. Muñoz se ha convertido en un lince digno de protección en un partido que tantas mañanas amanece en estado de convulsión. El alcalde solo corre el riesgo de estar empadronado en una zona de palmaria comodidad y que de pronto cambie el viento. “Esas cosas pueden pasar”, que diría Zoido. Y a él le pasó. La ciudad está en un estado de abulia justificado por el sanchismo. Es evidente que la suciedad no solo se debe ya el turismo excesivo e incívico, sino a la mala educación de muchos vecinos de aquí , de los nuestros, que han relajado los usos. Se ha instado con descaro un criterio: si los visitantes no cumplen, nosotros tampoco. Te encuentras en los contenedores residuos tan diversos que es imposible que sean de viajeros. Y con una frecuencia escandalosa.
A los efectos perniciosos del sanchismo se suma que tampoco esperamos mucho más de nuestros gobernantes. No tenemos mucha confianza en ellos, ni se espera de ellos gran cosa. Aquí se perdona casi todo. De momento. El bajo nivel de expectativa siempre es una garantía para el poder, justo lo contrario que ocurrió con aquel alcalde de los veinte concejales, víctima de una sobre-expectación. El tono plano generalizado, el sopor, los calores, las polémicas locales con eco en la prensa internacional... La vida pasa en la ciudad sedente que sabe que los políticos prometen estupideces, pronuncian discursos almibarados, se meten en ocurrencias que tienen el efecto del sonajero que nos distrae y se someten al dictado de los despachos de sus respectivos partidos en las sedes regional y nacional. Poco más. Mientras no asistamos al funeral del sanchismo, la política municipal seguirá en niveles de baja exigencia. Nunca olvidemos que aquellos veinte ediles se produjeron en el contexto del final del avieso Zapatero, entre otras causas, pues hay que admitir que Zoido fue un combativo líder de la oposición. La ilusión, el entusiasmo y las ganas de Antonio Muñoz deberían ser declarados Bien de Interés Cultural.
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