La peor cara de Sevilla

La aldaba

La idiotez capitalina ameniza la noticia macarena en el telediario con la canción de Los del Río

Sevillanos sentados

Cuando en Sevilla echamos de menos lo inimaginable

La Macarena en los telediarios.
La Macarena en los telediarios. / M. G.

24 de junio 2025 - 04:00

No somos tan distintos de otras ciudades, pero sí tenemos nuestras formas singulares. Y con demasiada frecuencia son munición que nos descargamos en el pie. O nos la descargan, que hay de todo. La ciudad carece de un buen asesor de comunicación que procure trabajar una marca de Sevilla asociada a valores positivos. Es de vergüenza que por dos veces en pocos años hayamos sido noticia por votar la duración de la Feria. Es un bochorno que nos deberían haber ahorrado dos alcaldes, uno del PSOE y otro del PP. Es sonrojante que hayamos visto telediarios que abren con imágenes nocturnas de detonaciones y lanzamientos de explosivos en las Tres Mil Viviendas mientras el presentador asevera: “No, no es la franja de Gaza asediada por Israel, sino un barrio de Sevilla”. Es insultante cómo en muchas noticias de Sevilla se busca el testimonio de esas entrañables señoras mayores con gafas de pasta gorda que con buena fe atienden a un reportero (“miarma, qué caló”, “chiquillo, esto no se puede aguantá”) que cumple el objetivo de cultivar disciplinadamente el estereotipo andaluz. Y resulta irritante que la polémica restauración de la Macarena tenga un enfoque frívolo, de jijijí que maliciosamente mete en el mismo saco de pueblo atrasado a todos los devotos y hasta con la célebre canción de Los del Río que nada tiene que ver con la Virgen de la Esperanza. No tienen ni pajolera idea ni, por supuesto, interés por tenerla. Cuando la exhumación de los restos de Queipo parecía que la Macarena había funcionado como una sucursal del Valle de los Caídos desde 1951. Nada más lejos de realidad, pero daba igual. El troquel estaba fabricado.

Siempre nos exigen más que a nadie, tenemos que pedir perdón por la luz, el buen tiempo, las playas y una forma singular de enfocar la existencia que no excluyen ni el trabajo ni el compromiso ni la seriedad. Hay que ser comprensivos (cómo no) con quienes levantan piedras como deporte local, corren delante de los toros, bailan el chotis, emplean meses en preparar las torres humanas de los castellets, queman fallas, etcétera. Pero de la devoción popular a una Virgen se ofrece la perspectiva más epidérmica, atávica y asociada, por supuesto, a bajos niveles culturales. Una falacia en toda regla. No les interesa el área de salud mental estrenado por la Macarena, ni los programas de atención a la Tercera Edad, ni los enormes recursos que dedica a acciones sociales o de orientación laboral. A la mínima oportunidad nos retratan como ciudadanos de segunda categoría en esas noticias presentadas hábilmente como curiosidades y anécdotas que se emiten antes del bloque deportivo. Y en Madrid se manifestaron por el sacrificio del perro Excalibur en 2014 para evitar la propagación del Ébola. Era un acto en defensa del animal, claro.

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