La sobreexposición de la púrpura

La aldaba

Los confidenciales vaticanistas lanzan fango como los portales políticos en vísperas de congresos de grandes partidos

A Roma hemos de ir

El ausente en el funeral del Vaticano

La Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina / M. G.

03 de mayo 2025 - 04:00

Los confidenciales políticos no son los únicos que lanzan fango, dicho sea en la jerga de Pedro, el del PSOE, no el que en breve tendrá sucesor en la Tierra elegido por los señores cardenales. Los portales vaticanistas tiran a dar, intentan desprestigiar a posibles favoritos, destapar desconocidos y denunciar maniobras por el poder, intrigas e historias que reducen los días del cónclave a un Juego de Tronos. Qué barbaridad, cómo rugen algunas fieras. Hay cardenales que se han recogido de forma repentina después de haber hablado ante los medios con la mayor naturalidad, como, por otra parte, siempre había ocurrido. Pero el mundo cambia, la presión mediática no es la misma que en los cónclaves del siglo pasado. Se ha disparado. Y eso obliga a estar enrocado por mera prudencia. Nos lo confesaba un cardenal elector, tan amable y cordial que había concedido más de cincuenta entrevistas para, al final, recibir acusaciones de querer promocionarse de cara al cónclave. La Embajada de España ante la Santa Sede, tantas veces de puertas abiertas hasta las vísperas mismas del mismo cónclave, se ha cerrado tras el funeral de Francisco. Ni pío ya. Años atrás habíamos oído la voz de los embajadores hasta última hora. Este 2025 hay demasiadas cautelas porque, probablemente, no hay ningún favorito claro (Ratzinger en 2005, Scola en 2013), todo está en el aire más que nunca y las congregaciones generales han empezado a debatir ya sobre temas de fondo como las cuentas del Vaticano, que andan en momentos más que delicados. El último déficit publicado fue de 83 millones de euros.

Es el momento ya de la meditación, la reflexión y el recogimiento, como nos apuntaba un purpurado. El pontificado de Francisco ha sido tan singular, tan personal y con tantas diferencias en muchos detalles que nadie sabe cómo seguirá la historia. ¿Saldrá el nuevo Papa de blanco entero al balcón? ¿Lucirá una cruz pectoral austera? ¿Llevará muceta? ¿Residirá en la Casa de Santa Marta? No esperamos ni la recuperación de la tiara ni de la silla gestatoria, pero el pontificado de autor (valga la expresión) que hemos vivido dará pie a un análisis comparativo en cuanto conozcamos al elegido. Todo el que hoy destaca con cualidades para ser Papa es sometido al pimpampum para ser descabalgado, cuando precisamente quienes han hablado saben que eso ya de por sí les resta. Es todo absurdo. Parece que de pronto estos días han perdido la frescura y espontaneidad de otros días previos a un cónclave. Los confidenciales escupen como gárgolas que tratan de influir en la composición de la nueva ejecutiva de un partido. Pero la Iglesia no es un partido. Ratzinger afirmaba que su comprensión excedía las "posibilidades humanas". Pero al fin está formada por personas. Si en tiempos había que retirar los alimentos a los cardenales para forzar la elección de un Papa, ahora tal vez convenga que algunos se retiren a sus aposentos por mera protección.

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