
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El del teleférico de Tomares critica la venta de humo
La aldaba
Nos estamos volviendo tontos con el calor. Los padres denuncian que los colegios son saunas, las autoridades adelantan el horario de salida, una hermandad se plantea cambiar de fecha un traslado, se exalta el confort climático, se convierte el asunto en el tema del día, pegamos la barrila como nunca. No hace más calor, somos más vulnerables. Siempre ha hecho calor, mucho calor en la Sevilla de junio en la que se juntan el puyazo del inicio del verano, el de Hacienda y el de la fatiga del final de curso. Nada nuevo bajo el sol (del Plantinar). Somos muy pesados, tremendamente espesos, débiles e instalados en la queja. Siempre habíamos sobrellevado el calor con bromas (hay algunas célebres) y hasta con alguna trampa, como tapar los termómetros callejeros el día que se corrió la Maratón en el Mundial de Atletismo del 99. Los atletas no debían ver los casi 40 grados del reloj de la Glorieta del Cid, vulgo del Caballo. Sevilla es calor, mucho, muchísimo, como es la luz de primavera, el cálido otoño, la belleza efímera de las jacarandas, el olor a jazmines, la noche pegajosa de las vísperas del Corpus y los remedios caseros contra el subidón del mercurio: agua fresca y persiana a baja altura con el tope de un diccionario. El que pudiera, a una piscina. Y el que no, a la sombra. Cuando no había aire acondicionado, a la sesión continúa de un cine o a echar la tarde del Corte Inglés (mis saludos a Paco Mendoza). Y siempre, la Catedral, que las alturas del gótico generan un fresquito la mar de rico.
Pero ahora nos quejamos hasta el hartazgo, casi nos desnudamos por la calle y vamos anestesiados porque no dejan de darnos la paliza con los consejos con los que los motivadores se ganan el sueldo. Los tontos del calor han llegado y se han empadronado. Todo es emergencia: desde la política hasta la climática, pasando por la social, la económica o la energética, según los períodos. Siempre hay alguien interesado en la emergencia, en llevar todo al extremo, en crear la necesidad para reivindicar algo o colocar un producto. Nunca ha habido más aparatos de aires acondicionado y, al mismo tiempo, más quejas. Los colegios acaban en junio precisamente porque el verano es insufrible. Y las últimas semanas se suprime el horario de tarde en caso de que lo haya. Pero lo que nos faltaba es la suspensión del traslado de un paso de misterio por el calor... ¡Si Salvador Dorado El Penitente levantara la cabeza! Definitivamente vivimos en la era de la emergencia tontucia. Falta Sánchez prometiendo aire acondicionado en las calles. O el alcalde. ¿Por qué no? Cualquiera vale. El calor es transversal.
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