
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los riesgos del tardosanchismo
La aldaba
Cada vez que Cáritas difunde su memoria anual sobre la provincia de Sevilla recibimos un aldabonazo. La ONG de la Iglesia Católica goza de ese valor tan denostado hoy: el prestigio. Todos los años nos recuerda la elevada cifra de pobres que no están en países del Tercer Mundo, sino en los barrios de la capital y en nuestros pueblos. Estremece el dato: “Hay 496.111 personas en situación de pobreza monetaria en la archidiócesis, de las cuales 222.708 sufren pobreza extrema”. Con motivo de la presentación de la memoria anual recuerdo siempre el caso del donante que telefoneó a las oficinas de la entidad en San Martín de Porres para anular su aportación mensual. El trabajador de Cáritas se quedó conmovido al conocer la causa de la suspensión de la colaboración: “Es que se me acaba la prestación por desempleo”. El hombre llevaba dos años sin empleo, pero no había interrumpido la ayuda. Cáritas es de las entidades más serias que tiene la sociedad. Y cada vez debería ser más valorada, pues los tiempos que corren no son propicios para pensar en el prójimo y concederle el bien más preciado:el tiempo. En Cáritas hemos conocido asistencias muy específicas, poco conocidas y que también se prestan, como la asistencia en trámites tan aparentemente sencillos como la adquisición de una tarjeta de Tussam. Este año los datos han sido algo mejores. Se nota la instauración del ingreso mínimo vital que ha permitido reducir un 14% el número de familias atendidas en 2024. No es que hayan prosperado, es que ahora el Estado cubre sus necesidades mínimas. Pero se consolidan los nuevos frentes, como los relacionados con los migrantes y por supuesto, el drama de la vivienda.
El aldabonazo de Cáritas nos golpea de bruces con una realidad que tiene muy poco que ver con las cifras de turistas, las procesiones magnas, las finales de fútbol, las galas de Fibes, los impactos económicos y la captación de viajeros del gigante asiático. La Sevilla de los excesos a la que siempre aludimos también debería incluir que soportamos la vergüenza de tener varios de los barrios más pobres de España. El arzobispo Saiz habló alto y claro ayer: “En Sevilla hay riqueza económica y cultural, pero también tenemos los barrios que encabezan los rankings de pobreza”. Y expresó su pesar porque percibe que en Sevilla “se llega a normalizar la pobreza”. Dicen que la economía va bien, cantan que España es el país que más crece de la eurozona y pregonan la multiplicación de las ayudas públicas. Poco le importará todo eso al que vive en un trastero. Cáritas proclama las verdades que el poder institucional tantas veces silencia. Ofrece dignidad a quien la ha perdido. Y denuncia con rigor lo que hiere a los sentidos.
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