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La vida en sepia

No sólo la calima ha dado color cobrizo a nuestra existencia, una guerra criminal en Europa nos retrotae al peor pasado

Un fenómeno meteorológico ha provocado que esta semana en prácticamente toda España el cielo se tiñese de una gama de tonos cobrizos muy poco habituales.

Una enorme nube de polvo que llegaba de la vecina África provocó que nuestra vida adquiriese una imagen sepia, como captada en otro tiempo.

Además de ensuciar calles, edificios o vehículos, la calima afectó a la calidad del aire y se convirtió en un fenómeno visual sin precedentes por la extensión que adquirió. Aquí, en Sevilla, tardó un poco más en llegar que al este de la Península Ibérica.

Pero la sensación de vivir en sepia, aunque sea metafóricamente, ya empezamos a tenerla tres semanas antes, cuando, de repente, y pese a los avisos recurrentes de la inteligencia de Estados Unidos, Vladimir Putin ordenó invadir Ucrania iniciando una guerra que no sabemos cómo acabará y que el presidente del país soberano invadido, Volodimir Zelenski, cuestiona si no es ya el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Y quizás no le falte razón, porque la agresión criminal de Putin nos retrotrae al peor de los pasados, a lo que Europa vivió en la primera mitad del siglo anterior, cuando las tropas nazis alemanas invadieron Polonia en 1939.

Además del horror que produce y de la ola de solidaridad que genera, esta guerra tiene también consecuencias directas para los españoles, al catalizar el problema de inflación que ya veníamos sufriendo desde hace un año, cuando en marzo de 2021 se inició una escalada de los precios que ya nos está haciendo más pobres.

También eso nos lleva a imágenes sepia de los años 70 del siglo XX, porque esta emergencia energética es tan grave como aquella crisis del petróleo de 1973.

Y el riesgo que es volvamos a vivir un periodo de estanflación –una alta inflación con un débil crecimiento económico– que arruine por completo la recuperación que se había iniciado tras la recesión creada por una pandemia, situación que tampoco había sufrido el mundo en cien años.

Pero lo peor esta imagen sepia de nuestro mundo tecnológico y globalizado es la constatación de que no tenemos una clase dirigente capaz de dar respuestas a estos desafíos. Ni en el Gobierno, ni en la oposición.

Bien es cierto que la responsabilidad es mucho mayor para quien ejerce el poder Ejecutivo. Y en España, la imprevisión y los errores han marcado de forma recurrente las decisiones de nuestro Gobierno. Ni con la pandemia, ni con la gestión de la recuperación –que estaba muy verde– cuando la inflación y la guerra han terminado por situarnos en una España desgobernada y hasta desabastecida.

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