TANTO se han especializado en la crítica al oponente, y tan vacíos se han quedado de principios y propuestas, que los partidos políticos tienden a construir su identidad en función de coger en un renuncio al resto. Sólo aciertan a la contra. Sólo gustan cuando dejan en evidencia a la sigla contraria. Diatribas que entretienen, pero no levantan un país ni articulan reformas para mejorar el modelo de sociedad. La crítica es indispensable para que una democracia sea digna de llamarse como tal. Pero gobernar es mucho más que hacer declaraciones cuando el otro mete la pata o la mano. Recurso manido para tener repercusión mediática y taparse.

Escojan cualquier tema y llegarán a la misma conclusión. Por ejemplo, la Deuda Histórica. ¿En qué acierta el PP? En denunciar cómo el PSOE ha tergiversado la letra y el espíritu del pacto estatutario para zanjar el agravio. ¿En qué acierta el PSOE? En subrayar todo lo que el PP no hizo con Aznar en la Moncloa para resolver este contencioso. En el rol de Andalucía en la política nacional, la baza del PSOE es aprovechar las despectivas declaraciones de Esperanza Aguirre para rasgarse las vestiduras encarnando el sentir andaluz. Y la aportación del PP es escandalizarse por la patrimonialización que el PSOE hace de Andalucía cuando algunos dirigentes proclaman que los socialistas nunca perderán en las urnas autonómicas.

Ayer fue otra jornada en la que practicaron el lema Contra el oponente vivimos mejor. El Día del Papelón: las cifras al alza en el desempleo, y la montaña de papeles del sumario Gürtel. ¿Cuál es su alternativa a estos gravísimos problemas? Frotarse las manos en el PSOE mientras exigen a Rajoy que dé la cara por la corrupción, y focalizar desde el PP los eufemismos que utiliza el Gobierno para vender que decrece el ritmo de destrucción del empleo. Para eso no hacen falta tantas personas viviendo de la partitocracia. Son argumentos de cualquier peña que comente la actualidad mientras juega una partida de dominó.