A muchos políticos les hemos oído hablar de democracia, de respeto, de diálogo. Sin embargo, ¿a cuántos hemos visto poner por obra estas grandes, y ya casi inalcanzables, realidades? El Congreso no parece ya la Cámara de la soberanía nacional, sino más bien un teatro en el que aquellos a los que votamos se insultan y no se respetan, especialmente si son de ideologías contrarias.

¿Por qué politicos con ideologías diferentes no pueden tratarse cordialmente en el Congreso? Parece que sólo se preocupan por crear bulla y que les voten. La política esta corrompida. ¿No se puede comprender a alguien que esté en contra de la monarquía? ¿A un independentista vasco o catalán? ¿A alguien en contra del aborto? ¿A alguien de Vox? ¿A alguien de Podemos?

La democracia no consiste en imposición de la mayoría, sino, mediante el diálogo cordial, en llegar a metas concretas en beneficio de todos. Y, por ahora, ni hay diálogo, ni mucho menos cordial. Parece que el “bien común” ahora es “sólo mis votantes” y asimilan que “el pueblo” son sólo los suyos. Digamos basta a su política. 

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