Si el departamento de Educación no me permite elegir el colegio que quiero para mis hijos, a los que he tenido yo, he criado yo e intento educar yo, me está discriminando. Si me impone que los lleve a colegios mixtos en lugar de colegios en los que se imparte educación diferenciada para chicos o para chicas, me está discriminando. Si me fuerza a llevar a mis hijos al colegio más cercano a mi domicilio o mi trabajo, aunque yo esté desacuerdo con el ideario de dicho centro, y no permiten que los lleve a un centro acorde con mis ideas, me está discriminando. Los padres que apostamos por una educación separada para chicos o para chicas no discriminamos a nadie. Hasta la fecha, la oferta es suficientemente amplia para que cada familia elija la educación que considere más conveniente. Nosotros no imponemos a nadie nuestro modo de entender la educación: de hecho, somos una minoría en un mar de instituciones en el que se practica la coeducación. 

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