Por parte de algunos mandatarios se reclama a España que pida perdón por su actuación en América; siguiendo este planteamiento todo pueblo que haya sometido a otro debería pedir perdón. Me remito, por ejemplo, a la antigua Roma, que masacró y esclavizó a la población celtíbera de la Península Ibérica, además de saquear sus yacimientos mineros; pero a los españoles no se nos ocurre reclamar al actual Estado italiano que pida perdón por las fechorías de los antiguos habitantes de la Península itálica. Al contrario, hemos reconocido lo que aportó: el origen de nuestra lengua, el derecho romano, obras públicas…, es decir, Roma nos legó su civilización. Algo parecido ocurrió con la monarquía española en América. Y matizo la expresión "algo parecido", pues la Corona española cuestionó su actuación en el nuevo continente y creó unas leyes para la defensa de los indígenas. De la presencia de la monarquía británica en sus antiguas colonias mejor no referirse a ella. En lo concerniente al Papa es muy libre que dé su opinión sobre la actuación española en América, pero debería tener en cuenta que a la Corona española se la denominaba monarquía católica por su defensa y difusión del catolicismo, y es eso lo que no perdonan los enemigos de la España católica, tanto internos como externos. La labor de los misioneros en América fue, en líneas generales, encomiable, y en algunos casos heroica, fundando escuelas, hospitales, preservando la vida y la cultura de los indígenas y, sobre todo, evangelizando. ¿Por qué no se hace también énfasis en estos últimos aspectos? ¿Por qué el Papa no reconoce la aportación de España a la religión católica? Quiero creer que el papa Francisco ha pecado de ingenuo ante la invitación del presidente de México para que diera su opinión sobre el tema al que hace referencia la presente carta, pues la animadversión del mandatario mexicano con respecto a la presencia de España en América es bien conocida.