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Manuel Haro

Virus que dañan la salud y el bolsillo

Soy octogenario avanzado escaso en recursos vitales, me considero apolítico pero ciudadano, aunque con trabajo por mi torpeza, acompañado de mi bolígrafo y mi muleta, camino por los arrabales de la sociedad para observar maldades. Que mi bolígrafo al ver anomalías se pone inquieto... Al verle titubear trato de ayudarle para que esté contento. Hay virus que, favorecidos por las autoridades, me refiero a nuestro país, caminan por doquier cometiendo estragos, si no de salud, económicos, que en más o menos cuantía transfieren dinero de un bolsillo a otro sin que los responsables del orden público intervengan; es que serán amigos de estos pillos o guardan relación conjunta. Por regla general, las personas afectadas por estos daños son escasas en recursos y picardía.

¿Adónde va el beneficio de estos abusos? ¿A socorrer a los débiles o a engrosar el bolsillo de los manipuladores? ¿Por qué los políticos, de todos los colores, también Policía y Justicia, que con su silencio favorecen a pícaros y grandes fortunas, no intervienen en el asunto? ¿O no es de su incumbencia? Por favor, si meto en el saco a los que no intervienen que me perdonen. Hace tiempo que unos números de teléfono me persiguen. Al principio, desconociendo la intención del intruso me ponía al habla con ellos, y la respuesta siempre era la misma: “El teléfono al que ha llamado no se encuentra disponible en este momento, por favor inténtelo más tarde”.

Escasa es la cuantía de una llamada, “un grano no hace granero pero ayuda al compañero”. Yo me pregunto, sin listado de números de teléfono como en tiempos pasados, ¿quiénes les proporcionan a estos sujetos los números a los que llaman? Habiéndome criado de jornalero en el campo, ya subido en el burro, aprovecho para decir lo que pienso. Los campesinos, unos a pie y otros en el tractor para reclamar sus derechos, abandonan quehaceres y besana y a la huelga se marchan, que lo único que consiguen es incrementar gastos y sofocos.

Mientras la sociedad sufre, los políticos, que son muchos y bien remunerados, en vez de resolver los problemas de los ciudadanos, en mesas grandes, coches oficiales con chófer, restaurantes de lujo y buenas dietas, sin control gastan el dinero de los contribuyentes; y en el hemiciclo, al estar contentos por tener el pan seguro, con besos, apretones, jolgorios y palmoteos en beneficio propio pasan el tiempo, a la vista está. La política cambia el instinto a las personas, y los que antes más reclamaban, ahora, con regocijo, alborotan.

Por favor, no empleen tiempo y dinero en vanidades, y den la mano a muchas personas mayores, las que nos parieron y nos criaron, que al carecer de recursos y compañía viven solitarias y apenadas pasándolo canutas. 

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