En estos casi dos meses de forzoso confinamiento hemos tenido tiempo suficiente para pensar, ver y observar los distintos avisos que nos envía la madre Naturaleza. El primero en notarlo ha sido nuestro organismo, debido a la calidad del aire a respirar. Después hemos visto, atónitos, cómo infinidades de aves y mamíferos han tomado las ciudades y nuestras calles, como un cervatillo corriendo por las playas o delfines adentrándose en la rías.
Para muchos de nosotros, estas escenas tan especiales e insólitas sólo serían para comentarlas y, al poco tiempo, olvidarlas. Pero las cosas no suceden por capricho. A lo largo de la historia del planeta, éste se ha ido regenerando y dándonos avisos anteriores.
Hoy tenemos todos la oportunidad de devolverle a la Naturaleza parte de lo que a lo largo de siglos le hemos ido quitando por nuestro propio interés. Sólo con guardar unas sencillas y lógicas normas de hábitos y comportamientos, ganaríamos todos.
No usar plásticos; no tirar por los desagües toallitas o grasa de cualquier índole; coger el coche lo imprescindible y usar transportes públicos; no construir edificaciones en antiguos cauces de ríos y así un largo etcétera. Siguiendo estas pautas, comprobaremos en un corto espacio de tiempo la diferencia en nuestra calidad de vida, herencia que debemos cuidar para nuestros descendientes.
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