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Es la era de las transformaciones, de los cambios, de arrasar con todo lo que las buenas costumbres y las tradiciones han sido integradas en la sociedad, para ponerlo todo boca abajo, en aras de la igualdad de género. Esta nueva generación de políticos y algún que otro lobby de potente resonancia en los diferentes medios de comunicación van poco a poco influyendo en la gente a fin de alimentar sus arsenal de votos, y poder tener más fácil la toma de decisiones en el Congreso de los diputados.

Ya lo estamos viendo cuando en nuestro día a día nos encontramos con nuevas sorpresas. Están despojando al hombre de cualquier vestigio donde aparezca la más leve diferencia sobre la mujer, ya que, según la nueva teología de estos lobbies, ya no existe la persona, sino el género. Es lo que podemos llamar la pérdida de identidad. Ignoro quién soy en realidad, pues la política de nuevo cuño quiere arrebatarme lo más sagrado que tiene el ser humano, que es la personalidad.

Por otra parte, en razón de esta potestad que se desprende del género, las nuevas leyes ponen a tu disposición un amplio abanico de posibilidades para elegir el núcleo de familia donde estés más a gusto y no es necesario que lo detalle, pues la familia tradicional de toda la vida ya ha quedado en desuso y conviene que desaparezca de la faz de la tierra. Esto es lo que tenemos en pleno siglo XXI y posiblemente nos encontraremos con nuevas sorpresas, si, como nos tememos, sigue triunfando sobre los valores morales y religiosos el más descarnado y amoral de los relativismos. 

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