La tribuna

Luis Chacón

La banca que debe volver

La banca que debe volver
La banca que debe volver / Rosell

26 de agosto 2022 - 01:45

Por fin, -y lo digo conscientemente- el BCE ha terminado con lo que no era más que una aberración financiera. Durante seis años, el precio -por decir algo- del dinero se ha mantenido en el 0% y hacía once que no se producían subidas. Empezamos el siglo con el tipo de referencia al 4,75%; bajó hasta el 2% en 2003, cifra en la que se mantuvo dos años para escalar al 4,25% en 2008. Y desde ahí, exceptuando el repunte de 2011 -llegó al 1,5%-, todo fue caída hasta que el mes pasado el BCE decidió subirlo medio punto. Este no es el tipo de interés al que se cierran las operaciones financieras, pero resulta determinante para definirlo al ser el precio que han de pagar los bancos para obtener préstamos del BCE cuando necesitan cubrir tensiones temporales de liquidez. El mercado interbancario actúa libremente pero está mediatizado por los precios de referencia de los bancos centrales. Siempre ha sido así. Por otra parte, la tasa de depósito, que es lo que paga el BCE a los bancos por sus depósitos era, inconcebiblemente, negativa. Debían pagar el 0,50%.

Esa antinatural gratuidad del dinero tuvo el objetivo de ayudar a la reactivación económica tras la crisis financiera de 2008 que terminó conociéndose como la Gran Recesión. Pero incluso reconociendo la necesidad de la medida y sus consecuencias positivas, que el dinero no valga nada, o peor aún, que tenga precios negativos, como ha llegado a suceder, no es que sea extraño, es que es la negación del negocio bancario y de los mercados de capitales.

El sistema financiero, formado por bancos y entidades análogas, ha tenido siempre la misión de actuar como asegurador del mercado. Las unidades económicas -familias o empresas- con excesos de liquidez depositan en un banco su dinero, a plazo o a la vista, y a cambio de un precio. Dinero que se canaliza hacia otras unidades económicas entregándoles las cantidades necesarias para cubrir sus desfases de tesorería o afrontar inversiones que rentabilizarán sus negocios en el caso de las empresas y servirán para financiar el consumo o adquirir patrimonio en el de las familias. La misión del sistema financiero es la de asegurar el mercado porque asume el riesgo de impago del préstamo sin repercutirlo en el depositante que siempre será propietario del dinero depositado.

Los productos básicos que el banco ofrece a quienes necesitan financiación son tres: préstamo, crédito y anticipo. En el préstamo, se recibe una cantidad determinada a devolver en el plazo y forma acordada por las partes; en el crédito, el cliente puede disponer de las cantidades que necesite hasta un límite determinado que debe restituir en la fecha de vencimiento y en el anticipo obtiene un importe inferior al nominal de un derecho de cobro no vencido que aporta como garantía.

Es evidente -lo ha sido siempre- que el valor actual del dinero ha de ser menor que a futuro ya que desaparecen las incertidumbres que conlleva el paso del tiempo. Pero, además, quien recibe un dinero en préstamo obtiene, o puede obtener si lo gestiona bien, un beneficio gracias al mismo. En cambio, el prestamista asume el riesgo de perder la cantidad entregada al prestatario y renuncia -coste de oportunidad- a poder invertirlo en cualquier otro negocio propio o ajeno. Además de que siempre resulta legítimo obtener beneficio de una transacción económica realizada con una mercancía. Y el dinero lo es.

Sin embargo, durante estos últimos años, las empresas y las familias se han financiado a tipos mínimos a la vez que no recibían nada por su ahorro, salvo que arriesgaran en operaciones de mercado -acciones, fondos de inversión, deuda pública, etc.- ya que los tradicionales depósitos bancarios desaparecieron de la escena. La diferencia entre el interés que paga el banco a sus depositantes -clientes de pasivo- y el que cobra a sus solicitantes de préstamo -clientes de activo-, llamado comúnmente diferencial de clientela, conforma el Margen de Intermediación Bancaria que es el resultado de restar a los intereses cobrados por los préstamos, lo abonado por los depósitos. Por pura prudencia bancaria y para mantener dinero en caja, existe una asimetría entre el volumen de depósitos y el de préstamos, siendo siempre mayor el primero.

Pero ese negocio bancario tradicional desapareció. Las operaciones financieras se hicieron complejas, los depósitos, y casi los depositantes, se convirtieron en un recuerdo y la banca hubo de dedicarse a ingresar más por servicios -incluyendo la venta de todo tipo de productos, financiándolos o no-, que por su negocio tradicional, la intermediación financiera. Que los tipos vuelvan a su senda natural es una oportunidad para recuperar un mercado bancario sano en el que el ahorro sea retribuido y los bancos se dediquen a financiar a familias y empresas, separando el circulante -necesario para el negocio diario- de la financiación de las inversiones en inmovilizado -maquinaria e inmuebles- que son, por definición a largo plazo. Llevamos demasiado tiempo haciendo juegos malabares y creo que es el momento de volver a la banca tradicional donde el beneficio se hacía céntimo a céntimo, analizando estrictamente el riesgo y dando solvencia a los balances de las entidades.

stats