Explica Alberto Montes, joven artista de la Sierra Sur sevillana criado entre Los Corrales y Villanueva de San Juan, que una de las diferencias entre el grafiti y el muralismo contemporáneo –en el que se prodiga– es el esfuerzo que éste hace por explorar y establecer un diálogo con el entorno en el que se ejecuta la obra, algo que va mucho más allá del ego de dejar una firma visible sobre la pared entre colores llamativos, recordando lo que dice al respecto Alex Gambín.

Ambos han formado parte del grupo de jóvenes creadores con los que esa edificante conversación se ha producido en Villanueva de San Juan –con poco más de mil vecinos, uno de esos rincones con una despoblación preocupante, casi un 3% menos residentes cada año– donde se han ejecutado cinco grandes murales sobre las paredes de otras tantas viviendas inspirados en paisajes y paisanos, que han logrado convertirse en motivo para visitar el pueblo tras su difusión por redes sociales, que no ha parado desde que arrancó todo, a finales del mes marzo.

Caballo, la única obra realizada con espray, de Sergio Romero.

Montes, “medio villanovense”, es el artista con el que el Ayuntamiento contactó para que les ayudara a buscar a otros muralistas y montar la idea cuando el edil de Turismo planteó una especie de “certamen de grafitis” con varios objetivos: mejorar el aspecto de varias fachadas en lugares destacados del pueblo, alentar el turismo rural y la participación de los jóvenes de la localidad, que durante la semana que los artistas estuvieron en Villanueva, siguieron la evolución las obras, las explicaciones sobre técnicas y ejecución. El resultado, según el alcalde, José Reyes, no ha podido ser más satisfactorio.

Junto a los citados Alberto Montes y Gambín, los artistas que han firmado los cinco murales que Villanueva muestra con orgullo –iban a ser seis pero un propietario dudó en el último momento– han sido la ecijana Virginia Bersabé; Sergio Romero, de San José de La Rinconada; Xolaca, que se desplazó desde Valencia como Gambín; y la soriana Marta Lapeña, afincada en Madrid.

En una disciplina en boga, quizá no son los que tienen más proyección todavía, pero sí habituales ya en certámenes de este tipo por todo el país, con un arte no tan urbano como pueda parecer y que está coloreando la memoria muchos muros en enclaves rurales.

Amarillo Albero, el bodegón ejecutado por Marta Lapeña.

Antes de empezar a pintar, conocieron el pueblo, su idiosincrasia y hablaron con los vecinos, una fase “importante”, según Montes. La vecina que puede reconocerse en uno de los murales, está contenta, según destaca José Reyes. Es Luisa Guerrero García, a la que Virginia Bersabé ha retratado en Desde un patio interior; las manos de su nieta María Luisa, peinándola.

Como ha destacado la propia María Luisa en palabras recogidas por la artista, podría ser cualquiera de las mujeres de su generación, de las empezaban a trabajar cuando salía el sol en el campo hasta la soledad de la noche, cuando los demás descansaban, en las labores del hogar; las de los lutos rigurosos y el regazo siempre dispuesto para la “paz y el sosiego” de los suyos. También Juan, en el mural de Xolaca, podría ser muchos juanes de las sierras y las campiñas sevillanas oteando la soledad de los campos.

La mirada de Xolaca, en el mural que ha titulado ‘Juan’.

Las pinturas se localizan en cuatro calles para pasearse por Villanueva de San Juan –Carretera de Morón, Molineta, Plazoleta de la Cruz y Pitas–. Cuatro murales están ejecutados con pintura plástica y uno con espray, el Caballo que firma Sergio Romero, retratado con la dignidad de un caballero del Greco. Fue el más votado por el grupo de 15 jóvenes de Villanueva de San Juan que oficiaron de jurado.

El color estalla con el Amarillo Albero, el bodegón de Marta Lapeña y la realidad y las miradas se fragmentan con el mural que han ejecutado a cuatro manos Montes y Gambín.

El mural elaborado entre Alberto Montes y Alex Gambín.