El asesino de Rocío Caíz presumía de su inocencia días antes de confesar el crimen
La Guardia Civil encuentra el cuerpo de la joven de 17 años tras la declaración del asesino y el arma homicida
La descuartizó y repartió trozos del cadáver en distintos puntos de Estepa
Adrian N., ciudadano rumano de 23 años y vecino de Estepa, se dedicó los últimos días a promulgar su falsa inocencia. Decía que la familia de su ex novia, Rocío Caíz Pozo, la joven de 17 años desaparecida en Martín de la Jara desde el pasado 2 de junio, lo estaba señalando como culpable de un asunto en el que no tenía nada que ver. Juraba y perjuraba. Se quejaba de que le estaban intentando destrozar la vida, que hasta sus amigos de la infancia habían cortado la relación con él por lo que la familia de su ex pareja iba contando. Lamentaba que llevaba una semana sin poder ver a su hijo de cuatro meses, que se encontraba con la familia de Rocío.
Hablaba y hablaba. Ante las cadenas de televisión se quitaba la mascarilla para que su rostro, el de un supuesto inocente, lo viera toda España. Pedía a los periodistas que fueran a Estepa a entrevistarlo, pues no tenía nada que ocultar. A este periódico le negó que hubiera maltratado jamás a su ex novia, como sostenía la familia de ésta. "Pero, ¿usted cree que una víctima de malos tratos va a venir a mi casa y a pasar la noche aquí?", dijo la tarde del martes.
Cambio de actitud
El miércoles su actitud cambió. Dejó de atender a la prensa. Por la mañana estuvo declarando ante la Guardia Civil, que lo interrogó en calidad de testigo. No había aún nada en su contra. En la inspección ocular de su casa no se halló ningún indicio de que la desaparición de Rocío Caíz pudiera ser forzosa, ni tampoco nada que hiciera sospechar que Adrian N. estaba detrás de la misma.
La tarde de este jueves, el joven rumano acudió al cuartel de la Guardia Civil en compañía de un abogado y confesó que había matado a su ex novia. Acabó con ella la misma noche de la desaparición, la del 2 al 3 de junio, y la descuartizó. Repartió los trozos en varios puntos de Estepa. Arrojó el cuchillo con el que la mató a un contenedor de basura de Estepa y luego llevó el cuerpo, dentro de una bolsa, hasta un campo a las afueras de Estepa, en dirección a Aguadulce. Hasta allí dirigió a los agentes, que hallaron los restos de Rocío Caíz Pozo, una joven menor de edad que se convierte así en la primera víctima mortal de la violencia machista en lo que va de año en la provincia de Sevilla.
Rocío Caíz fue vista por última vez la tarde del 2 de junio. Una de las últimas personas que la vieron con vida fue un taxista que la llevó desde su pueblo, Martín de la Jara, hasta Estepa. La dejó en la casa de Adrian N. y la vio entrar con él. Fue el joven rumano quien pagó el taxi. Era el domicilio en el que la pareja vivió los últimos años (empezaron la relación cuando ella tenía 11 años y él 16), hasta que Rocío decidió separarse de él y marcharse a su localidad natal con su familia, justo después de que naciera el bebé.
Esa misma noche, desde el teléfono móvil de Rocío se envió un mensaje a su madre, a la que decía dónde estaba y que pasaría la noche allí. La madre contestó preguntando a la menor que por qué no había esperado al día siguiente, que ella la hubiera llevado y acompañado, pues tenían que recoger un carrito de bebé y ropa que guardaba en el piso de él. "Si de verdad yo la hubiera maltratado, ¿no hubiera venido a su madre a por ella enseguida?", decía, con extremo cinismo, Adrian N. días después de la desaparición.
A las cinco y cuarto de la mañana del día 3, el teléfono de Rocío volvió a enviar un mensaje, esta vez a su hermana. Le decía que había conocido a un muchacho con el que se quería casar y que se iba a recoger ajos a Badajoz. También apuntaba que le había robado 300 euros a Adrian y que volvería en un par de meses. Les pedía que cuidaran del bebé. La familia cree que este mensaje no lo escribió Rocío. Y probablemente ya estaría muerta cuando se envió, si bien este extremo tendrá que confirmarlo la investigación.
Adrian N. fue detenido tras su confesión y permanece custodiado por la Guardia Civil tras dar los detalles del crimen. Lo hizo al mismo tiempo que en Tenerife aparecían los restos de una de las dos niñas que llevaban desaparecidas desde el 27 de abril. No podía haber coincidencia más macabra en la tarde de este aciago 10 de junio de 2021.
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