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La demografía de los pueblos con menos habitantes

El turismo: La salvación de los pueblos más pequeños

  • El Madroño y San Nicolás del Puerto buscan en la llegada de visitantes una vía de supervivencia

  • El Plan Infoca, el PER y los programas de la Diputación son sus principales fuentes de empleo

La calle principal de El Madroño, con el Bar Marcelo al fondo. Punto de encuentro de los vecinos.

La calle principal de El Madroño, con el Bar Marcelo al fondo. Punto de encuentro de los vecinos. / reportaje gráfico: juan carlos vázquez

El turismo, esa industria que empieza a verse como una actividad molesta en ciertas ciudades, se ha convertido en el gran anzuelo de la supervivencia para los municipios más pequeños. Especialmente para aquéllos que no reúnen ni mil habitantes. En la provincia de Sevilla existen tres localidades en tales circunstancias. Son -de menor a mayor- El Madroño, con 284 vecinos; San Nicolás del Puerto (593), y El Garrobo (775). Tres pueblos que se sitúan en comarcas muy cercanas. El Madroño y El Garrobo pertenecen al Corredor de la Plata, mientras que San Nicolás se encuentra en la Sierra Norte, que será rebautizada como Sierra Morena. Los tres, además, pasan por una circunstancia similar: la sangría de habitantes y, por tanto, de recursos económicos, que les lleva a depender de los planes especiales de la Diputación, cuyas políticas se convierten en imprescindibles en estos municipios.

Antonio López Rubiano es el alcalde de El Madroño. No quiere ni oír hablar de una posible desaparición de las diputaciones. "Acabaría con nosotros", asevera con total rotundidad este regidor. Su respuesta se constata cuando se pisa este municipio, enclavado en plena sierra, en el límite con la provincia de Huelva y a escasos kilómetros de Nerva y Riotinto. El Madroño cuenta con un núcleo urbano principal y con cuatro aldeas: Juan Antón, Juan Gallego, Villagordo y El Álamo. Al reducido número de habitantes se añade la dispersión geográfica, lo que dificulta cualquier obra o dotación de servicios que se acometa. "Si instalo un parque infantil en el pueblo, también lo tengo que colocar en cada aldea, por un principio de igualdad", explica López Rubiano.

El entorno natural de estas localidades frena las grandes inversiones para nuevos proyectos

El presupuesto anual de El Madroño no supera los 500.000 euros. En San Nicolás del Puerto, el segundo municipio con menor población de la provincia, llega a los 750.000. Tales cantidades constituyen un freno a la hora de optar a planes de cofinanciación. "No puedo acceder a ningún programa que requiera aportación municipal", afirma Juan Carlos Navarro Antúnez, alcalde de San Nicolás, quien pide a las distintas administraciones que apliquen un baremo diferente para estas localidades. "No podemos entrar dentro de la denominación de municipio de población pequeña, pues ahí se incluyen todos los que tienen menos de 10.000 habitantes, los cuales manejan presupuestos mucho mayores, de siete u ocho millones", detalla Navarro Antúnez.

La ganadería y el PER han sido hasta ahora los medios de supervivencia de estos pueblos. "La introducción de la máquina ha desplazado la mano del hombre, por lo que el sector ganadero ha ido perdiendo peso como fuente de ingresos", precisa el regidor de San Nicolás, quien compagina sus labores como alcalde con las de empleado de una finca. Este pueblo, además de la lejanía con la capital (se tarda una hora y 20 minutos en llegar), tiene otra dificultad: estar enclavado en plena Sierra Norte, un espacio protegido que frena cualquier inversión que se pretenda realizar para poner en marcha un negocio. "La burocracia y la legislación ambiental espantan a los emprendedores", lamenta.

El Plan Infoca, que dura todo el año, también se ha convertido en otra vía de empleo para estas localidades. Un programa que ayuda a retener gente joven en los municipios, como se constata en el Bar Marcelo, una de las dos tabernas que hay en El Madroño, que hacen, además, las veces de supermercados. A la una de la tarde, comienzan a tomar un aperitivo los vecinos que trabajan en el Infoca. Vienen uniformados. El alcalde, a esa hora, habla con los dueños del negocio, famoso por las tapas que sirve los fines de semana. Lleva dos siglos abierto frente a la parroquia. "El Infoca se ha convertido en el principal sustento laboral del pueblo", detalla López Rubiano. La protección que se hace de los montes todo el año para prevenirlos de los posibles incendios en verano ha logrado que unas diez parejas se queden a vivir en el municipio, todo un logro para una localidad donde los nacimientos se conciben como una auténtica fiesta. No es para menos, si se tiene en cuenta que la edad media de los habitantes supera los 60 años. Estas circunstancias han permitido que en los últimos dos años se mantenga estable la demografía del pueblo, algo a lo que también ha contribuido el hecho de que muchos trabajadores de las Minas de Riotinto, que emigraron en los 60 a Huelva cuando se trasladó la producción, hayan vuelto a El Madroño tras la jubilación.

La playa fluvial de San Nicolás del Puerto, un atractivo para los turistas. La playa fluvial de San Nicolás del Puerto, un atractivo para los turistas.

La playa fluvial de San Nicolás del Puerto, un atractivo para los turistas. / d. s.

Sin embargo, ni El Madroño ni San Nicolás quieren vivir condicionados únicamente a los planes de ayudas y a las subvenciones, de ahí que apuesten por el turismo como fuente de ingresos propia. Cuentan para ello con un patrimonio inmejorable: el entorno natural en el que se encuentran. San Nicolás lleva años de ventaja en este asunto. Dispone de tres atractivos que convierten a este municipio de la Sierra Norte en un destino muy apetecible, especialmente en verano: el Cerro del Hierro, las cascadas del río Huéznar y la playa fluvial. A ello han sumado diversas iniciativas que concitan un buen número de visitantes, como son la Noche del Terror (una de las actividades de ocio estival más importantes de la provincia) y el festival de cortometrajes.

El incendio forestal que se produjo en 2004 en el Castillo de las Guardas provocó un considerable retroceso en el desarrollo turístico de El Madroño. Aquel verano el fuego arrasó el 80% del término municipal. Un desastre del que este pueblo ha tardado tiempo en recuperarse. Lo hace ahora con nuevas instalaciones. Una de ellas lleva en funcionamiento varios años. Se trata de una inmensa piscina municipal, situada en plena sierra, que se ha convertido en un incentivo para que numerosas familias acudan a esta localidad en el periodo estival, cuando se duplica la población. El propio alcalde se encarga de cuidar el césped de las instalaciones, que incluyen gimnasio (gratuito), vestuarios, bar, pista de pádel y campo de fútbol.

También se ha diseñado, con la Diputación, una ruta de senderos. La primera ya ha sido homologada con la asociación de montañeros y enlaza las cuatro aldeas de El Madroño. La segunda servirá para dar a conocer el patrimonio minero de la zona. El principal proyecto de López Rubiano se centra ahora en el albergue municipal, una construcción que se inició hace 20 años y que, por diferentes razones, nunca se ha puesto en servicio. Gracias al Plan Supera, que destina a este municipio más de 150.000 euros, se podrá adaptar a la normativa vigente, lo que supone una amplia reforma para dotarlo de ocho habitaciones con dos literas, cuarto de baño y televisor en cada una de ellas. Las zonas comunes -donde se ubicará un restaurante con gastronomía propia de la zona- contará con amplios ventanales con vistas a la sierra. Una vez que concluyan los trabajos (se requiere otra inversión del Supera) se licitará su gestión. "Soy consciente de que muchos vecinos pueden considerar inoportuno este gasto, pero se trata de una apuesta de futuro. Contar con este alojamiento público supone atraer visitantes al pueblo, que El Madroño se convierta en un destino consolidado todo el año, lo que constituye una importante fuente de ingresos", defiende el regidor madroñero.

Pero no sólo la mejora económica es el objetivo que se persigue con el turismo, también se busca el aumento demográfico. López Rubiano confía en que la llegada de visitantes genere la apertura de negocios que contribuyan a que haya familias "que se queden a vivir y que luego se empadronen". Un fin que evitaría la pérdida de habitantes a la que estos municipios llevan décadas condenados.

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