Jaime López de Asiaín. Arquitecto, catedrático e investigador

"Dentro de 20 ó 30 años, las 'setas' van a estar hechas una porquería"

  • Pionero en España de la arquitectura sostenible, entre sus muchos méritos está el haber diseñado el sistema bioclimático de la Expo 92 que aún pervive en las caracolas de Urbanismo.

La casa de Jaime López de Asiaín (Madrid, 1933) se encuentra en lo que probablemente fue un callejón de servicio del Palacio Arzobispal. Esta vivienda, a la que no le hace falta aire acondicionado, es, además de un ejemplo de arquitectura bioclimática, un pequeño museo en el que se guardan obras de algunos de los artistas más significativos de la Sevilla contemporánea: Luis Gordillo, Paco Cortijo, Paco Cuadrado, Santiago del Campo... "Algunos me pagaron con obras los proyectos que hice para sus casas", dice divertido López de Asiaín, quien llegó a Sevilla en los 60 para enseñar en la Escuela de Arquitectura y ya se quedó para siempre, pese a algunos descansos en Berkeley, Arizona, Lisboa, Roma o Milán. "Saber inglés fue estúpidamente decisivo en mi vida. Tenga en cuenta que, en esa época, los que tenían algo que decir no sabían este idioma y los que sí lo conocían no tenían nada que decir", afirma quien es uno de los pioneros en España de la arquitectura bioclimática, con cuyos principios diseñó edificios como la antigua Escuela de Ingenieros de Reina Mercedes. Responsable de la bioclimatización de la Expo, López de Asiaín ha escrito numerosos libros de investigación y ha merecido varios galardones, entre los que destaca el Premio Nacional de Arquitectura (1969) por su proyecto para el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid.

-Magnífica casa... Siempre se ha dicho que la vivienda de un arquitecto es su tarjeta de visita.

-Bueno, la proyectó mi mujer, la también arquitecto Pilar Alberich. Yo la ayudé, sobre todo en la parte de la bioclimatización. Nos dieron el premio a la mejor casa bioclimática de Sevilla en 2005. No tiene aire acondicionado.

-¿Y no se muere de calor?

-No, al contrario. Es cuestión de saber acondicionar la arquitectura al lugar, a sus condiciones. La casa en Sevilla siempre ha sido como ésta: una planta baja, la de verano; la media, para las habitaciones; y la alta, a la que le da más el sol, para el invierno. Tiene una orientación sur, lo cual permite que en invierno el sol entre hasta el fondo. En esta ciudad, la mejor orientación de las casas es al sur. Hasta finales del XIX o principios del XX la mayoría de las casas eran bioclimáticas, como ésta: con patio, tres niveles y la parte habitable orientada al sur.

-Pero, ¿en verano es buena la orientación sur?

-Tenga en cuenta que, en verano, el cénit del sol es mucho más alto y basta con que pongas un voladizo para evitar la insolación. Además, a los patios se les pone un toldo y una fuente y se consigue un ambiente bastante fresco.

-Pero la gran mayoría de las personas no tienen dinero para una casa así.

-Quizás, pero también hay mucha gente que tiene medios y no se interesa por el tema. Por ejemplo, en todo el barrio de Los Remedios, lo importante era que el portal tuviese mármol. Todo lo demás le daba igual tanto al cliente como al arquitecto.

-¿Y por qué se abandonó este tipo de construcción bioclimática tradicional?

-Por la revolución industrial y la energía barata. Es muy fácil tener una calefacción estupenda, caldear la casa a tope, y después enfriarla abriendo las ventanas. Se trata de alcanzar con lo artificial el estándar de confort, lo cual es un tremendo disparate.

-¿Y cual es el edificio bioclimático por excelencia de Andalucía?

-La Alhambra, sin ninguna duda. Yo llevaba a mis alumnos todos los años para explicarles allí el concepto de arquitectura bioclimática. Fíjese que la Alhambra está en un lugar en el que, en invierno, las temperaturas son muy bajas. Sin embargo, gracias al soleamiento, al aislamiento y a las orientaciones en general, el frío se puede soportar perfectamente. Claro, también hacen falta braseros, alfombras, tapices... La arquitectura bioclimática debe adaptarse a los modos de vida de las personas, a sus mentalidades, a sus culturas...

-Es decir, que el arquitecto debe tener algo de antropólogo y psicólogo.

-El arquitecto que no sabe interpretar al cliente no es bueno. Hay muchos que, por ignorancia o soberbia, no piensan que lo principal en la arquitectura debe ser la habitabilidad. ¿Por qué los edificios de los arquitectos divinos que salen en las fotos de las revistas de arquitectura están siempre sin habitar? Parecen esculturas o paisajes, pero no arquitectura. Son edificios preciosos, pero inhabitables.

-¿Construir una casa bioclimática es más caro que construir una que no lo es?

-El coste es prácticamente igual. Tenga en cuenta que son los mismos ladrillos, la misma cantidad de hierro, las mismas estructuras de hormigón... En todo caso un pequeño aumento de aislamiento en algunas zonas. Es una cuestión de diseño, de saber adaptarse al lugar y a las personas. Es muy importante que los huecos de los muros -ventanas, puertas, etcétera- estén perfectamente medidos, que sean siempre menos y más pequeños en la fachada orientada al norte. También es vital que la luz entre y se difunda por todos los espacios, y que la ventilación sea cruzada, que es algo que siempre se ha hecho en Sevilla. Los viejos del lugar sabían que cuando llegaba la brisa del suroeste había que abrir la casa y cerrarla cuando aparecía el solano...

-La vegetación también será importante, ¿no?

-Mucho, porque la vegetación es el elemento que da la mejor sombra. También el uso de fuentes.

-¿Dígame algunas casas de particulares que haya proyectado?

-Por ejemplo, le hicimos la casa al pintor Paco Cuadrado en una urbanización de Mairena y está feliz porque no gasta dinero en calefacción. También estaba muy satisfecho de la casa de Santiago del Campo, en la calle Betis. Le hicieron un reportaje en una revista italiana y lo titularon como "La casa de la luz". Pero llegó luego otro arquitecto y se la cargó.

-Uno de sus grandes proyectos, si no el más importante, fue la bioclimatización del recinto de la Expo 92. ¿Cómo surgió?

-Le dije a Olivencia que sólo había un modo de que la gente sobreviviese a la Expo en verano: enfocarla desde el punto de vista bioclimático. La Cartuja era entonces un desierto y había que crear un microambiente con unas condiciones aceptables con mucha naturaleza, sombras, agua... Había que aprovechar los vientos del sur, la famosa marea. Decidimos hacer una maqueta para ver cómo funcionaba, ¡una maqueta a escala real! Se hizo y sigue existiendo. ¿Sabe usted cuál es?

-No.

-Las caracolas de Urbanismo, que antes acogieron las oficinas de la Expo, son una maqueta de un gajo de la Exposición, con sus pabellones, con el estanque central y la rotonda bioclimática... 10.000 metros cuadrados de maqueta. Funcionó y funciona. Es un lugar agradable y los que trabajan allí están encantados. Colaboramos mucha gente de varios países. Entre otros, intervino una persona clave en el proyecto y en mi vida, el ingeniero Valeriano Ruiz.

-El cambio climático es ya una evidencia. ¿Se está preparando la ciudad de Sevilla?

-No se está preparando nadie. A la gente que manda no les importa el cambio climático, empezando por los alcaldes. A los políticos sólo les interesan los cuatro años de su mandato y las inauguraciones que van a hacer.

-Hablando de inauguraciones, en los últimos tiempos se han construido en Sevilla dos hitos arquitectónicos: la Torre Pelli y las setas. ¿Qué opina usted de estos proyectos?

-Que nos dejan claro que los poderes públicos que los permitieron eran unos ignorantes y unos soberbios. La Torre Pelli es un acto de soberbia, porque se ha cargado el perfil urbano y paisajístico del Bajo Guadalquivir, no sólo de Sevilla. No funciona ni funcionará.

-¿Y las setas?

-La soberbia de un jurado. Le dieron el premio a este proyecto porque la maqueta y las fotos eran muy bonitas. Ahora, sin embargo, ya no es tan bonito. Es paradójico que, oficialmente, las setas se llamen Metropol-Parasol, porque el trazado solar de las piezas que lo constituyen no para el sol, no da sombra. ¡En verano deja pasar el sol! Está mal pensado. Dentro de 20 ó 30 años va a estar hecho una porquería y no vamos a tener dinero ni para mantenerlo ni para repararlo. ¿Sabe usted la cantidad de barniz y de pintura que habrá que usar cada vez que se repinte eso?

-Ahora hay un debate importante sobre el edificio de la Comisaría de la Gavidia, diseñado por Ramón Montserrat y cuyas obras fueron dirigidas por usted. Hay voces que dicen que hay que derribarlo.

-El edificio fue un proyecto magnífico, porque recogía todas las nuevas ideas que revolucionaron la arquitectura del siglo XX. Además, sobre todo, es un edificio que funcionaba muy bien para el fin que se concibió. La Policía estaba encantada de estar allí, con unos patios enormes, con mucha luz, con una orientación sur magnífica. Era lo último. Es verdad que muchos quieren tirarla. ¿Sabe usted el precio que tendría ese solar en pleno centro de Sevilla?

-Otro de sus proyectos fue la antigua Escuela de Ingenieros de Reina Mercedes.

-Aquel edificio, que inauguró el ministro Lora Tamayo en el 65, ya era plenamente bioclimático. Cuando vino Franco a Sevilla lo reinauguró y nos dio a todos su mano de plástico. Fue prácticamente mi primer edificio en la ciudad. Como siempre, las claves son los patios, la orientación sur y la gran celosía que deja pasar el sol a partir de octubre-noviembre, pero que en abril ya da sombra. Es bioclimático en el sentido más simple y sigue funcionando perfectamente.

-Hoy en día se habla mucho de la arquitectura sostenible y bioclimática. Sin embargo, en los 60, cuando usted empezó, era algo totalmente nuevo, ¿cómo se inició en el tema?

-Tuve unos maestros que fueron mis amigos al final de la carrera en Madrid: Miguel Fisac, Alejandro de la Sota, etcétera. Gracias a ellos me di cuenta de que lo primero que piensa un gran arquitecto al afrontar un proyecto es cómo se hace habitable: cómo se ilumina, cómo se ventila... Cuando vine a enseñar a la Universidad de Sevilla yo estaba soltero y me dediqué a recorrer Andalucía en mi Volkswagen Escarabajo. Fui visitando los grandes edificios -la Alhambra, el Alcázar, los palacios de Écija-, pero también la arquitectura popular. Me di cuenta de que muchos de los pueblos andaluces se construyen arracimados en la ladera sur de las montañas: Estepa, Osuna... También del modo de hacer las calles estrechas para evitar el soleamiento salvaje en verano... ¿Qué quería decir todo esto? La respuesta es que todo dependía del sol, del calor, de la luz, de la sombra, del frío... Tengo todavía más de 1.000 diapositivas de aquellos años. Me he llevado más de 50 años dando clases y no he dicho mucho más de lo que le estoy contando. Con la primera promoción de la Escuela de Arquitectura de Sevilla hicimos el viaje alrededor del mundo por la arquitectura de los países cálidos... Vino con nosotros Rafael de la Hoz, un gran arquitecto y un hombre de una humanidad tremenda. Conocimos muchos lugares y grandes arquitecturas. Lo pasamos bárbaro.

-Habrá creado escuela...

-Poca. Mis alumnos han seguido pensando que lo importante de la arquitectura es que sea bonita y que lo de la habitabilidad es una cuestión secundaria.

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