Félix Gómez. Galerista

"Organizo las exposiciones más por admiración que por negocio"

  • Es uno de los galeristas de referencia de Sevilla, un hombre apasionado por el arte al que la edad no le ha impedido que siga trabajando, buscando nuevos autores y organizando proyectos.

Pese a que nació en Granada en 1934, Félix Gómez siempre ha residido en Sevilla. Trabajó como aparejador durante años hasta que una de las crisis periódicas de la construcción le obligó a buscarse otra forma de ganarse la vida. Fue cuando abrió su primera galería en la calle Castellar, en 1991, y desde entonces su nombre está íntimamente ligado al ambiente artístico de la ciudad. En los muros de su galería han colgado obras Carmen Laffón, Teresa Duclós, Dis Berlín, Atín Aya, Félix de Cárdenas y un largo etcétera que es toda una representación del mejor arte que se hace en la ciudad y en España. Aunque no hace ascos a la abstracción, su apuesta fundamental ha sido la figuración, anticipándose de alguna manera a algunas corrientes en boga. Actualmente, su galería en la calle Morería comparte el espacio con el taller de marcos de su hijo homónimo. Pese a tener más de ochenta años sigue apasionándose por la pintura, descubriendo nuevos artistas, comprando y vendiendo cuadros y organizando nuevas exposiciones. Queda claro que para él el arte es mucho más que un negocio.

-Su primer trabajo fue como aparejador. ¿Cómo dio el paso de montar una galería de arte?

-Nunca pensé que me iba a dedicar al arte. Sin embargo, a principios de los 90 hubo una crisis en la construcción y muchos me animaron a dar el paso. Con anterioridad, yo iba mucho por la galería de Juana de Aizpuru y le compraba cuadros que colgaba en mi casa. A los amigos les gustaban estas obras y me pedían que se las vendiese, lo que yo hacía sin cobrar comisión alguna. También empecé a editar carpetas de grabados de Cortijo, Félix de Cárdenas, Rolando Campos, Paloma Benítez... etcétera. Las vendía por suscripción, unas 1.000 pesetas mensuales... Costaba mucho colocarlas y yo las usaba para hacer regalos de boda.

-Pero antes de ser galerista ya estaría metido en el mundo del arte de alguna manera.

-Sí, ya era amigo de muchos pintores, a los que trataba en la galería de Juana. Ellos fueron los que más me animaron. Primero abrí la galería de la calle Castellar, en 1991, y luego la de Morería, la única que ya está abierta, en 1997. Para mí no fue difícil y yo mismo hice la distribución del local, aunque el arquitecto fue Roberto Luna, que también trabajó en proyectos en el Reina Sofía o el CAAC

-¿Con qué artistas inauguró?

-Con tres figurativos: Carmen Laffón, Teresa Duclós y Joaquín Sáenz;,y tres abstractos: Burguillos, José Ramón Sierra y Juan Suárez.

-No está mal, como dicen ahora un dream team.

-Era amigo de todos desde la época de la galería de Juana de Aizpuru, que tenía un auténtico ambientazo... La esquina de Canalejas con González Abreu se llenaba de gente. Estoy muy contento con los pintores que han expuesto conmigo, a muchos les han dado el premio Focus.

-Dicen que ahora no es un buen momento para vender pinturas, ¿o sí?

-Es muy mal momento. Lo peor de todo es que los que antes venían a las exposiciones ya apenas se les ve. Me imagino que será para no caer en la tentación de comprar. Yo sigo acudiendo a las exposiciones que me gustan. Recientemente he estado en Granada viendo la de Morandi y hace apenas dos semanas fui a Valencia a conocer en su estudio al pintor Marcelo Fuentes. Es un pintor muy morandi que prácticamente sólo hace paisajes urbanos. Le voy a hacer una exposición en Sevilla.

-De usted comentan que es una persona de gran curiosidad, con interés por cosas diversas. Me imagino que la curiosidad es fundamental en el oficio del galerista.

-Hay que tener una curiosidad fundamental por el arte. Organizo mis exposiciones más por admiración que por negocio. Casi siempre me hago amigo de los artistas. Me gusta traer a Sevilla obras de gentes de Despeñaperros para arriba. Aquí se ha podido ver la obra de Dis Berlin o de Carlos Franco, por poner dos ejemplos, gracias a mi galería. Sin embargo, muchos de mis pintores no gustaban en Arco...

-Usted fue con su galería a algunas ediciones de Arco y, finalmente, la organización lo dejó fuera. ¿Le molestó?

-Sí me molestó, sobre todo por la falta de solidaridad de otros compañeros. En esa época te perjudicaba llevar figuración a Arco. Todos los figurativos fuimos cayendo. Estuvimos pensando en hacer una feria paralela, pero aquello quedó en nada.

-¿Y dejó de ir a Arco como visitante?

-No, voy todos los años, pero me parece aburrida. Conozco muchos coleccionistas que ya no van porque el precio es alto y ya no encuentran cosas que les gusten.

-¿Cómo es el gusto artístico del sevillano?

-Al sevillano le gusta que el cuadro tenga una buena factura. Admira mucho la mano del pintor. Aunque hay de todo, no le interesa la fotografía. En treinta años, sólo he vendido dos fotos.

-Sin embargo, hay buenos fotógrafos en Sevilla: el ya fallecido Atín Aya y, ahora, Aitor Lara.

-Las dos primeras exposiciones de Atín Aya se las hice yo. Éramos muy amigos. Hacía una fotografía como a mí me gusta, no concebida como la pintura, sino documental. Atín iba siempre con la cámara a cuestas. Le hice una buena exposición sobre los toros, eran fotos que no miraban al ruedo, sino lo que había a las espaldas, cuando se descuartiza al toro y todo eso. También le hice otra de los personajes de la Sevilla no-guapa, como Vicente el del Canasto. Al público le gustó mucho aquellas fotos, pero no para tenerlas en casa, sino para verlas expuestas. Atín se pasaba todo un día con el personaje que iba a retratar, comía con él... Y al final conseguía lo que perseguía. Era un personaje extraordinario.

-Está el famoso título de las memorias del editor Mario Muchnik, Lo peor no son los autores. ¿Ha tenido muchos problemas con los artistas?

-Mi relación ha sido, en general, muy buena. Sólamente tuve problemas con uno, pero de eso prefiero no hablar.

-En general, se suele pensar que ser galerista es disponer de un local, colgar los cuadros y esperar a que se vendan. Se desconoce la intensa labor que hay detrás, que es un trabajo que sólo se puede hacer a base de pasión y riesgo.

-La gente se cree que con esto se gana dinero y, claro, muchos abren y cierran en un año. No se creen que, actualmente, yo le pierdo dinero a la galería y que vivo fundamentalmente de mis pensiones. Pero no me importa, porque a mí me sirve de entretenimiento. Cuando voy a Madrid, veo todas las galerías posibles y, cuando un pintor me interesa, lo localizo y voy a conocerlo en su estudio de Navarra, Asturias, Bilbao, Valencia... Eso me causa mucha satisfacción. Gracias a esas visitas han nacido exposiciones como las de María Gómez, que es una pintora excepcional.

-Al público no aficionado le suelen imponer las galerías de arte, esos sitios tranquilos, sin apenas gentes, con cuadros y una persona sentada al fondo.

-Para pescar público, Paco Molina, uno de los grandes animadores culturales que ha tenido Sevilla, ponía diferentes cuadros, con su caballete incluido, en la calle, los cuales hacían las veces de miguitas de pan que iban guiando al posible visitante hasta la galería. La gente le tiene miedo a las exposiciones porque dicen que no entiende, pero el arte es como la música, una cuestión de aprendizaje. Para saber de pintura lo único que hace falta es ver pintura.

-¿Cuántos cuadros tiene en su colección particular?

-Tenía más de cien, pero ya he hecho una selección y el resto los estoy vendiendo para repartir el dinero a mis hijos.

-¿Pero sigue comprando?

-Sí, lo último que he adquirido son dos cuadros de Marcelo Fuentes y de su mujer, Rosa Martínez, que son buenísimos. Ahora estoy a ver si compro un retrato de Falla pintado por Vázquez Díaz. Lo que tengo claro es que, en mi casa, para que entre un cuadro tiene que salir otro.

-En su día me sorprendió saber que el también galerista Rafael Ortiz era un gran coleccionista de objetos de baquelita. Ahora me entero de que usted también es coleccionista de navajas.

-Mi padre, al que yo admiraba muchísimo, tenía tres navajas que sacaba todos los domingos para limpiarlas y afilarlas. A mí me gustaba mucho mirar ese rito. Algo debió quedar dentro de mí porque con los años me dio por coleccionarlas.

-¿Y hay navajas de autor?

-Sí, tengo una cuyo diseño se lo encargúe a Guillermo Pérez Villalta. También poseo un cuchillo diseñado por Carlos Franco. Pero aquí no se venden bien, hay que ir a EEUU, a París, a Milán... Tenga en cuenta que el precio suele ser muy alto: hace falta alguien que diseñe el grabado, un grabador que ejecute ese diseño y un fabricante del mecanismo de la navaja.

-Ahora prepara una exposición en homenaje a Juan Maestre, pintor muy querido en el ambiente artístico de Sevilla que, gracias a su condición de maestrante, abrió las puertas de esta corporación al arte contemporáneo.

-Es una manera de que nos reunamos todos los que éramos sus amigos y cuento con la colaboración de su hermana Beatriz. Habrá un par de cuadros de Juan y el resto será de otros autores, todos amigos. Si se vende algo lo invertiremos en irnos a comer. Juan era una persona excepcional, alguien que daba la misma ración de amistad a todo el mundo. Si te podía hacer un favor siempre te lo hacía. Consiguió que el cartel de los toros de la Feria de Abril fuera internacional... Llegó a hablar, incluso, con Lucian Freud, pero no pudo ser... También habló con Aquerreta, pero le dijo que no le gustaban los toros....

-En su día fueron muy celebradas sus exposiciones de arte erótico.

-Funcionaron muy bien. Lo curioso es que los que más venían eran las personas mayores de una residencia que había aquí cerca. Se hacían los despistados, como si pasasen por allí, con el periódico debajo del brazo. Entraban y veían la exposición.

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