Juan Montero, catedrático de Literatura Española

"Con el 'Quijote' hay que sonreír, carcajearse, apenarse, asombrarse y, claro está, reflexionar"

  • Es el responable de la edición de 'La Galatea' impulsada por la Real Academia Española y dirige el departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Hispalense.

Cuando el entrevistador llama a Juan Montero (La Puebla de los Infantes, 1958) para proponerle la entrevista se pregunta si habrá acertado. Al otro lado del teléfono, un hombre parco en palabras responde con monosílabos. Aparece el temor a que un excesivo laconismo de este catedrático de Literatura frustre la interviú, pero todo recelo se disipa en el momento en el que la conversación se desarrolla cara a cara. Tanto, que el material facilitado por Montero daría para dos entregas más de 'El rastro de la fama'. Todo se andará. Un solo dato revela la importancia de Juan Montero: fue el elegido por la Real Academia Española para dirigir la nueva edición crítica de 'La Galatea' de Cervantes. Pero para llegar a este punto antes hay que recorrer un largo y arduo camino, con estudios que recorren la literatura áurea: Montemayor, Herrera, Pacheco y, por supuesto, el propio Cervantes. Actualmente es director del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla y también el responsable del mítico grupo PASO (Poesía Andaluza del Siglo de Oro).

-Siempre existe la queja de que sabemos muy poco de la vida de Cervantes. Sin embargo, cuando uno se acerca a sus múltiples biografías cae en la cuenta de que nuestra ignorancia no es tanta.

-Es cierto que sabemos bastante de su vida gracias a la documentación conservada, que es abundante, y a las noticias que él mismo nos da. Pero también es verdad que sigue habiendo puntos oscuros.

-¿Cuáles son esos puntos?

-Algunos son clásicos en todas las biografías cervantinas: dónde recibió Cervantes su formación primaria; qué fue exactamente lo que motivó su paso a Italia a finales de 1568 y por qué en pocos meses pasó de ser un estudiante aventajado de López de Hoyos en el estudio de la villa de Madrid a convertirse en soldado de los Tercios; cómo se explica que saliera vivo de Argel pese a sus reiterados intentos de fuga; quién fue exactamente Alonso Fernández de Avellaneda, el continuador del Quijote, etcétera. Personalmente, lo que más me intriga es saber qué labor literaria desarrolló Cervantes durante su travesía del desierto como escritor: los 20 años que van de La Galatea (1585) al Quijote de 1605. ¿Qué escribió Cervantes en ese tiempo?

-¿Por qué no le dejaron ir a las Indias?

-Él aspiraba a una plaza en la administración colonial y se ve que esos puestos eran muy codiciados y había que tener buenas influencias. Cervantes movió sus hilos cortesanos, pero no le funcionaron.

-A Cervantes se le ha presentado muchas veces como un desventurado, como un paciente sufridor de una vida desdichada. Sin embargo, es difícil no envidiar una vida tan aventurera y plena.

-En la biografía de Jorge García López, que es la última que he leído, se pone en tela de juicio esa imagen. Entre otras cosas nos recuerda que el sueldo de Cervantes al servicio de la Corona, cuando estuvo por estas tierras, primero como comisario de la Armada y después como recaudador de impuestos, era más bien medio-alto. Es verdad que eso se le acaba y, de 1601 hasta su muerte, tuvo muchos problemas de ingresos. Sin embargo, él tenía don de gentes y sabía buscarse la vida negociando, trabajando para los impresores...

-¿Qué hacía?

-Parece que escribió prólogos por encargo para obras ajenas, como el de la edición póstuma de las poesías de Diego Hurtado de Mendoza.

-Aunque muchos pueblos andaluces celebran ahora que Cervantes pasó por allí, lo cierto es que en su día lo aborrecían como agente del fisco que era.

-Sí, lo excomulgaron en Écija, lo encarcelaron en Castro del Río...

-Eso también nos desmitifica la época y nos señala los límites de la autoridad real.

-Cervantes estaba imbuido de fervor nacionalista y clasicista. Siempre se sintió muy orgulloso de haber combatido en Lepanto y alababa sinceramente al imperio y la monarquía, pero cuando fue por los pueblos requisando trigo y recaudando impuestos se dio cuenta de que ese discurso tenía sentido para una minoría dirigente, pero también que sonaba a música celestial para el resto de la nación.

-Estos años terminan con el triste episodio de la cárcel, donde algunos dicen que concibió el 'Quijote'. ¿Cuál es su opinión?

-En cuanto a si concibió el Quijote durante su estancia en la cárcel real de Sevilla (más o menos entre septiembre de 1587 y abril de 1588), hay que partir de una realidad: Cervantes se puso a escribir el Quijote en 1605 sin tener un plan definitivo de la obra, de manera que ésta fue creciendo en el proceso mismo de la escritura y sufrió cambios de relativa importancia hasta el último momento. O sea, que si de verdad concibió algo fue una primera idea que luego fue transformando.

-En general, ¿cuál es el peso de Sevilla en la obra cervantina?

-Buena parte de esa travesía del desierto de la que hablábamos antes (probablemente entre 1587 y 1601) la pasó Cervantes en Sevilla o al menos teniendo a Sevilla como centro de operaciones en sus tareas al servicio de la corona y sin duda llegó a conocer bien esta ciudad, como deja ver en varias de sus obras, especialmente Rinconete y Cortadillo, como todo el mundo sabe. El tema ha dado para muchos estudios, desde los de Rodríguez Marín hasta los de Rogelio Reyes y Pedro Piñero, catedráticos eméritos de esta Universidad. Aquí compuso un sentido soneto a la muerte de Herrera en 1597 ("El que subió por sendas nunca usadas") y también el soneto que dedicó al túmulo funerario de Felipe II, que él tenía "por honra principal de mis escritos", que ha sido objeto de un estupendo estudio de crítica textual por parte de mi colega José Solís de los Santos; aquí quedaron consignadas en el manuscrito del racionero Porras de la Cámara, hoy perdido, algunas de sus novelas, como la citada de Rinconete y Cortadillo, El celoso extremeño o La tía fingida; aquí se reunió con los poetas de bodegón y verso satírico que formaban la llamada academia de Ochoa

-Una fuerte vinculación.

-Pero conviene entender que la experiencia de Sevilla, como antes la de Nápoles o Roma, incluso a su manera Argel, significa para Cervantes la vivencia de una urbe cosmopolita, abigarrada, que supone el surgimiento de un nuevo espacio literario en el que la ciudad no es sólo escenario de la acción sino protagonista colectivo de la misma. Esto se ve muy bien en la novela picaresca, pero lo cierto es que Cervantes, al menos en el Quijote, soslayó la gran ciudad y puso a su héroe a recorrer los campos y los caminos.

-Como buen clásico, el 'Quijote' ha tenido muchas lecturas a lo largo de la historia: la cómica, la metafísica, la nacionalista, la transgresora... ¿Cuál es la que podemos hacer hoy?

-Pues permítame que me salga un poco por la tangente: hay que leerlo disfrutándolo. Se cuenta una anécdota atribuida al gran cervantista Martín de Riquer, que cuando conocía a alguien que no había leído el Quijote, lejos de escandalizarse, le decía algo así como: "No sabe cómo lo envidio, porque todavía puede leerlo por primera vez". Ese descubrimiento es el placer de la lectura: con el Quijote hay que sonreír, carcajearse, apenarse, asombrarse. Y, claro está, reflexionar. El Quijote y en general la obra de Cervantes nos enseñan que cada individuo y cada comunidad deben llegar a ser quienes son, parafraseando el verso de Píndaro, pero ese proceso ha de hacerse contando con el otro, poniéndose en su lugar. Eso es lo que permite la convivencia en la diferencia (pensemos, sin ir más lejos, en Don Quijote y Sancho). Es el mejor antídoto contra la intolerancia. Ahora, enlazando ya su pregunta, yo diría que en la actualidad rechazamos cualquier lectura que se pretenda única y totalizadora.

-¿Por qué?

-Porque nos hemos dado cuenta de que la novela cervantina supone una mirada tan rica sobre el mundo y la experiencia humana precisamente porque incluye la ficción como una parte constituyente de lo que llamamos mundo real. Vuelvo a lo de antes: lo que somos como individuos y como comunidad viene en gran medida determinado por el relato o relatos que nosotros mismos nos hacemos acerca de nuestra identidad y de nuestro recorrido vital, sin olvidar (como descubren don Quijote y Sancho) que también somos personajes de los relatos ajenos y que esto también nos condiciona… Por lo tanto, más vale precaverse contra los relatos únicos y totalizadores si queremos vivir y convivir.

-Antes hablamos de la afición de Cervantes a las imprentas. En la Sevilla que él vivió tuvo que haber muchas y buenas.

-Este tema da para muchos libros. En efecto, Sevilla fue uno de los grandes centros de la imprenta del Siglo de Oro, pero es una historia que tiene momentos de esplendor y otros de penumbra. Está claro que la primera mitad del XVI, con la saga de los Cronberger, es un momento impresionante. Después de 1550 no dejó de haber impresores de interés, caso de Martín de Montesdoca, Sebastián Trujillo, Alonso de la Barrera o Andrea Pescioni, por citar algunos. En el XVII es más difícil dar nombres, aunque yo destacaría a Tomás López de Haro en las décadas finales de siglo. El caso es que en 1672 y en la imprenta de la viuda de Nicolás Rodríguez se imprimió una joya bibliográfica: el volumen de las fiestas con las que la ciudad celebró la canonización de Fernando III en 1671, siendo el inevitable Torre Farfán el relator de tales festejos. Es un libro que tiene unas calcografías extraordinarias, con intervención de artistas tan destacados como Murillo, Lucas Valdés y Matías Arteaga. Es decir, que en la ciudad había los medios técnicos para hacer grandes trabajos. Seguramente lo que escaseaba era la financiación. Termino diciendo que Sevilla es uno de los grandes centros impresores que todavía no tiene una tipobibliografía actualizada. La del siglo XVI aparecerá pronto… La del XVII está por hacer.

-Usted ha sido el responsable de la edición impulsada por la Real Academia Española de 'La Galatea', una de esas obras de Cervantes que hoy ya no se leen. ¿A qué se debe este desinterés?

-La Galatea sí se lee un poquito. Los estadillos que me ha mandado la editorial recogen que ya se han vendido algunos cientos de ejemplares, lo que no está mal para un clásico, aunque es verdad que la mayoría de los lectores son estudiantes de Filología. La dificultad mayor reside en que el código literario de la novela pastoril le resulta extraño al lector común de hoy, al igual que le puede resultar extraña la música polifónica renacentista. Hay que hacer un esfuerzo de acercamiento para apreciar estas novelas.

-¿Y en su momento, se leyó mucho?

-El pastoril fue un género muy popular en su época, muy leído por el público cortesano, el universitario y el femenino. Hay que tener en cuenta que en esos tiempos se podía leer un libro sin estar alfabetizado, porque se escuchaba leer en voz alta y, por tanto, los textos literarios llegaban a mucha más gente de lo que podríamos pensar. La pastoril es una novela de temática sentimental y amorosa, lo que le daba un gran atractivo.

-Quizás al lector de hoy le puede resultar un tanto inverosímil...

-No mucho más que algunas novelas de ciencia-ficción... Hay pasajes de excelente literatura en La Galatea, como el episodio de Lisandro y Leonida, una novelita con un argumento similar al de Romeo y Julieta, el discurso sobre los celos al final del libro III, que debería ser lectura obligatoria en todos los centros de secundaria, el famoso soneto de Gelasia en el libro VI, que acaba con un endecasílabo emblemático: "Libre nací y en libertad me fundo", etcétera.

-Lo que ha dicho antes de la lectura en voz alta me ha recordado a un artículo de Luis Landero en el que recordaba que, cuando era niño, en su pueblo natal de Alburquerque, les leía el periódico y algunos libros a muchos familiares y vecinos. Estamos hablando de hace apenas unas décadas.

-Mi mujer, que proviene de una aldea de Fuente Obejuna, recuerda que, en las noches de invierno, se leía el Quijote en voz alta alrededor de la lumbre.

-Es curioso, porque el mismo Cervantes parodia el género pastoril en el 'Quijote' durante esa conversación hilarante que mantienen el hidalgo y Sancho cuando el primero ha sido derrotado por el caballero de la Blanca Luna.

-Sí, pero para Cervantes el mundo pastoril fue siempre un referente literario e intelectual. De hecho, en el Quijote hay episodios pastoriles muy interesantes, como el de Crisóstomo y Marcela, lo que en cierta forma nos compensa de la falta de la segunda parte de La Galatea.

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