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Juan Luis Suárez de Vivero | Catedrático Emérito y oficial de la Marina Mercante

“Turquía presionó a la Hispalense para que retirase mi ‘mapa de Sevilla”

  • Hombre de mar, primero en un barco y después en las aulas universitarias, sus trabajos entran dentro de una especialidad, la geografía de los océanos, que necesariamente irá en aumento

Juan Luis Suárez de Vivero, durante la entrevista.

Juan Luis Suárez de Vivero, durante la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

Debido a una vocación un tanto novelesca y juvenil, Juan Luis Suárez de Vivero (Sevilla, 1945) se hizo oficial de la Marina Mercante, aunque finalizó su vida laboral como Catedrático de Geografía de la Universidad de Sevilla, hoy con categoría de Emérito. Su actividad investigadora, en la que no abandonó su pasión por los océanos, se ha centrado en las consecuencias geográficas de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, política marítima y ordenación costero-marina, un tema sensible que levanta no pocas suspicacias nacionalistas. De hecho, los trabajos del equipo coordinado por Súarez de Vivero protagonizaron un roce entre la Unión Europea y Turquía, con intervención incluso de EEUU. Hombre pulcro y tranquilo al que sólo le gusta hablar (siempre muy bajo) de lo que domina con absoluta autoridad, ha publicado numerosos libros y artículos en algunas de las revistas más prestigiosas sobre su especialidad. Ha sido también coordinador del Master Erasmus Mundus de Planificación Espacial Marina, impartido por las Universidades de Venecia, Azores y Sevilla (2014-2019). En la actualidad es miembro del Unesco MSP Expert Group encargado de elaborar el documento International MSP Guidance.

–Antes de profesor universitario fue oficial de la marina mercante. Eso merece una explicación.

–En mi generación todavía existían las vocaciones y yo, seguramente influido por la literatura –Thor Heyerdahl, Salgari...–, me empeñé en que tenía que ser marino. Me hubiese frustrado muchísimo si no lo hubiese hecho. Luego las cosas son distintas a como una las piensa.

–¿Dónde estudió?

–Aquí en Sevilla, en la Escuela de Náutica que estaba en el pabellón de Colombia, muy vinculada al barrio del Porvenir, que era donde yo vivía.

–¿Y le fue bien?

–Estuve ocho años embarcado y, mientras tanto, estudié Filosofía y Letras. Los últimos años los hice en Barcelona para cursar la especialidad de Geografía. Aprovechaba los meses en los que estaba desembarcado.

–¿Viajó mucho?

–Navegué en barcos de bandera española y de conveniencia. Empecé en un barco pequeño por el norte de Europa, una navegación muy dura. Íbamos a por madera a los puertos escandinavos. Descargábamos fundamentalmente en Barcelona, en el famoso Moll de la Fusta (Muelle de la Madera), que está pegado a Colón. Viajé mucho a Canarias, el Pacífico, América, Extremo Oriente... En el último barco en el que estuve navegamos al Golfo Pérsico, cuando empezaban a crecer los pequeños emiratos. Allí llevábamos de todo, desde chocolate hasta aparatos de aire acondicionado. A la vuelta de uno de los viajes se acababa de reabrir el Canal Suez y todavía se veían en las dos orillas los efectos de la Guerra: los pueblos bombardeados, tanques destruidos…

–¿Y por qué se decidió por la geografía?

–Cuando estaba en Sevilla, en comunes, me dio la asignatura de Geografía Antonio Miguel Bernal. Me gustó y empecé a intuir que había una relación entre la geografía y los temas marítimos que no estaba lo suficientemente desarrollada.

–En cierta manera siguió siendo fiel al mar.

Hay lugares en el mundo en los que la libertad de navegación está amenazada

–Sí, pero desde una perspectiva totalmente distinta. Mi campo de estudio ha sido un tema al que fui a parar por casualidad. Cuando terminé la licenciatura eran los años en los que se estaba desarrollando la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que llegó a durar casi diez años, de 1973 a 1982, la conferencia internacional más larga que ha existido. La principal consecuencia fue que se creó una nueva estructura geopolítica del mundo.

–¿Por qué?

–Porque en esta renovación del derecho del mar se crean las zonas económicas exclusivas, y los estados proyectan su soberanía sobre los océanos, espacios que nunca antes habían sido incorporados a los territorios de los países.

–Las famosas 200 millas (360 Kilómetros).

–Exacto.

–Es bastante.

–Pues incluso es más, porque hay posibilidad de continuar por la plataforma continental, lo que permite llegar hasta 350 millas por el fondo.

–¿Y en estas zonas económicas exclusivas los estados tienen una soberanía plena?

–No, es una soberanía limitada. En este espacio los estados ribereños tienen las competencias sobre los recursos, pero, por ejemplo, terceros estados pueden tender cables submarinos. Además, hay libertad de navegación, que es un principio sagrado, el corazón de toda esta regulación. Ahora hay zonas en el mundo donde esta libertad de navegación está amenazada.

–El otro día leí un artículo en el que se criticaba las trabas que está empezando a poner China a la libertad de navegación en sus mares.

–China es un caso muy peculiar. El procedimiento para que los estados delimiten sus jurisdicciones marítimas es que lo hagan a partir de sus líneas de costa, pero China ha introducido un nuevo sistema, que es conocido como dash line (un sistema algo tosco de trazos discontinuos), por el que, basándose en un mapa de la dinastía Qing, reclama su soberanía del mar de la China Meridional, incluyendo sus archipiélagos, aunque estas aguas no son adyacentes a su línea de costa.

–Peligroso, ¿no? Muchos dicen que la próxima guerra mundial será en el Pacífico.

–El riesgo está en saltarse las reglas establecidas. Es este comportamiento el que hace pensar en las posibilidades de un conflicto armado. En el Mediterráneo Oriental también hay problemas serios por las disputas entre Turquía, Grecia y Chipre por el dominio de las aguas jurisdiccionales, conflicto que ya cuenta con antecedentes en los que se ha recurrido a la presencia de unidades de la armada.

Lo importante ahora no es tener poder naval, sino potenciar la investigación en ciencia y tecnología marina

–El deshielo del polo norte, además de los evidentes problemas medioambientales, está generando también roces políticos. Muchos son los que anhelan el control de las nuevas rutas comerciales que se van a abrir. Especialmente Rusia.

–En los próximos años el Ártico va a ser navegable. Pero no será de manera inmediata y plena. Serán rutas complicadas que necesitarán el establecimiento de ayudas a la navegación. También se van a poder explotar importantes recursos minerales e hidrocarburos. Será un gran cambio de alcance global y algunas rutas del Ártico entrarán en competencia con las de los canales de Panamá y Suez.

–¿Y Rusia?

–Es un país ribereño de este océano y, como tantos otros estados ribereños (Canadá, EEUU…), tiene allí muchos intereses. Ya ha reclamado parte de la plataforma continental ártica. Lo problemático es que China también está muy interesada en esta navegación por el Ártico, pese a no ser país ribereño.

–En España también tenemos un problema con Marruecos y las Canarias.

–Ese problema es más complejo, porque no se trata solo de desacuerdos en la delimitación de las distintas jurisdicciones marítimas, sino que está en cuestión la propia soberanía de los territorios desde los cuales se generan o proyectan las distintas jurisdicciones. Eso afecta a las denominadas plazas de soberanía y al Sáhara Occidental (incluido en la lista de Naciones Unidas de Territorios no Autónomos) en lo que respecta a la delimitación con las Islas Canarias.

–-¿Su trabajo le ha producido algún problema con autoridades extranjeras?

–En los últimos años nuestro grupo de investigación ha elaborado algunos atlas. Entre ellos uno sobre la Europa Marítima. En cierta medida fue un trabajo pionero de gran oportunidad, pues coincidió con la preparación por parte de la Comisión Europa de la denominada Política Marítima Integrada. Inmediatamente hubo una reacción del gobierno turco que presionó para que se retirase al considerar que equivalía a un reconocimiento de la UE de unas fronteras con las que Turquía estaba en desacuerdo: no hay todavía una delimitación acordada por lo que se suelen representar mediante líneas de equidistancia.

–¿Comenzaron las presiones?

–Recibí llamadas de la embajada turca que se extendieron igualmente al Rectorado de la Hispalense para pedir que se retirase esa cartografía. La sorpresa ha sido que, más de diez años después, el verano pasado recibí un mensaje de un almirante turco para inquirir los motivos de mi participación en la elaboración de lo que sorprendentemente en los medios turcos se llama el mapa de Sevilla. Se presentaba este mapa como una operación de descrédito de las reclamaciones jurisdiccionales de Turquía por parte de la UE con la intervención de la Universidad de Sevilla. Lo más sorprendente de todo es que la embajada de Estados Unidos en Ankara llegó a emitir un comunicado, el día 22 de septiembre de 2020, declarando ilegal el mapa de Sevilla, lo que a mi juicio roza el despropósito, pues presupone capacidades que están radicalmente al margen de un investigador. Los litigios fronterizos son de por sí complicados, pero se agravan cuando se instrumentalizan en los conflictos de naturaleza nacionalista facilitando las reacciones más virulentas.

Las industrias química y cosmética están muy interesadas en explotar los recursos biogenéticos del mar

–Siempre han existido potencias como Inglaterra o EEUU que han tenido muy claro la necesidad de controlar los mares y la navegación. Quizás en España, pese a que fue un imperio transoceánico desde muy temprano, ha faltado esta mentalidad.

–En España sí hubo también esta mentalidad, y muy tempranamente, aunque no de una forma tan clara como en Inglaterra. Si usted va al centro de la Meseta se encontrará con Tordesillas, una localidad donde ya en el siglo XV se firmó un tratado donde se repartían los océanos.

–Sin embargo, hemos sido un país muy poco marino, pese a la gran cantidad de costa que tenemos.

–Es cierto que en los últimos años se ha señalado esa falta de mentalidad marítima y que vivimos de espaldas al mar. Pero a partir del 98 podemos ver como en la Sociedad Geográfica de Madrid hubo un intento importante de desarrollo de dicha mentalidad. Se quería hacer ver que el mar era una vía para recuperar la grandeza y el poder económico de España. La cosa no llegó muy lejos. Esta reivindicación se recuperó, curiosamente, con el franquismo. Carrero Blanco escribió una obra de tres tomos que se titulaba España y el mar.

–Ahora quizás hay una nueva reivindicación de esa mentalidad marítima.

–Sí, pero habría que revisarla. Antes lo que se pretendía era tener el poder naval. El navalismo impregnó gran parte de esta mentalidad, muy influenciada por EEUU y figuras como el almirante Alfred Mahan. Pero eso, aunque sigue teniendo su importancia, ya no es lo decisivo. Ahora se trata más bien de potenciar la investigación y la ciencia marina. Esa es nuestra gran asignatura pendiente. No es normal que para socorrer algunos accidentes marítimos tenga que venir un barco noruego. España tiene que desarrollar más la ciencia y la tecnología marítima. Tenemos un millón de kilómetros cuadrados de nuevo espacio jurisdiccional, lo que significa una oportunidad. Para aprovecharla hay que tener conocimiento. Además, está la responsabilidad ambiental.

–El mar tiene unos recursos que ni sospechamos.

–Pero hay que tener medios para conocerlos. En este aspecto hay que subrayar la debilidad de nuestras instituciones científicas.

–El deterioro que están sufriendo los mares es preocupante.

–Hay muchos indicadores que ponen de manifiesto una situación muy difícil. Se está negociando un tratado para proteger la biodiversidad de los fondos marinos más allá de las jurisdicciones nacionales. Una parte muy importante de los océanos, aproximadamente un 50%, está bajo la jurisdicción de los estados, pero queda otro 50% que no es de nadie, aunque es un espacio que también hay que gobernarlo y gestionarlo. Depende de los organismos internacionales y es la parte más débil.

–Volviendo a la fusión de los polos, es evidente que eso conllevará la inundación de zonas costeras, con toda la problemática que eso va a suponer.

–De hecho ya está afectando en el Pacífico a las islas coralinas, donde se están produciendo migraciones masivas. Muchas de estas islas son estados peculiares que, con el dominio marítimo, han multiplicado por diez mil su espacio jurisdiccional.

En los países nórdicos la mayor parte de los antibióticos va destinada a la acuicultura del salmón

–Y no tienen una capacidad real de control de ese espacio.

–Pero pueden negociar con los recursos que allí existen.

–¿Hay muchos intereses privados en los fondos marinos?

–Hay muchas multinacionales que están explorando estos fondos. La convención de Naciones Unidas de 1982 no resolvió la forma de acceso a los recursos de la plataforma más allá de las jurisdicciones nacionales. Sólo se contemplaron los nódulos polimetálicos.

–¿Los nódulos polimetálicos?

–Esferas formadas de varios metales (hierro, niquel, titanio) que se encuentran especialmente en los fondos abisales. Sólo hay que ir y cogerlas. Ahora, además, están los recursos biogenéticos, como las bacterias que se encuentran en profundidades donde antes se creía que no había vida. Según algunos, estos recursos no están regulados por la convención. Incluso hay quien piensa que el primero que llegue es el que tiene más derecho para su explotación. Las industrias química y cosmética están muy interesadas. En los últimos años los grandes institutos oceanográficos se han centrado en desarrollar las tecnologías de acceso a estos recursos de las profundidades. Es lo que se llama la bioprospección.

–Todo esto me recuerda a la conquista del lejano oeste.

–Salvando las distancias son procesos muy similares.

–¿Hay un problema de sobrepesca?

–Desde hace mucho tiempo. El problema fundamental ha sido el brutal crecimiento de la acuicultura, que se alimenta de la pesca salvaje. Se pesca más para mantener la acuicultura que para el consumo humano directo. Estamos llegando a unos niveles difíciles de mantener, con una tasa de crecimiento del 7% anual. Cuando empecé a interesarme por estos temas la acuicultura suponía la mitad del producto pesquero. Una gran parte de la pesca, además, no iba dirigida a la alimentación humana, sino a aceites y piensos. Sin embargo, cada vez hay más demanda de pescado para consumir.

–Una vez leí un reportaje sobre una mega piscifactoría asiática. Se te quitaban las ganas de consumir pescado.

–Además está el problema de los antibióticos que se usan en las piscifactorías. En los países nórdicos la mayor parte de los antibióticos va destinada al salmón. Nos estamos haciendo insensibles a estos medicamentos no porque nos los inyectemos, sino porque nos están entrando a través la alimentación.

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