TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

DERBI Horario y dónde ver el Betis-Sevilla

Rafael González Zapatero | Pintor

“El expresionismo abstracto fue una operación de la CIA”

  • Pintor sevillano que ha realizado la mayor parte de su carrera en el exterior, ahora trabaja y habita en El Porvenir, desde donde sigue desarrollando una obra figurativa de gran formato

Rafael González Zapatero, en su estudio.

Rafael González Zapatero, en su estudio. / Antonio Pizarro

A Rafael González Zapatero (Sevilla, 1953) se le suele ver paseando por el Porvenir, el barrio donde tiene su estudio y su domicilio, y al que llegó en 2004 tras más de veinte años de vivir en diferentes lugares: Madrid, Roma, Ronda, Londres, París, Suecia... Hombre aficionado al aperitivo, a escuchar más que a hablar y a los habanos, sus obras se han mostrado y vendido más en el extranjero que en Sevilla, plaza en la que no expone desde hace ya más de veinte años. Rafa Zapatero (así se le conoce en su gremio) es hombre grande y parsimonioso, que habla bajo como un europeo del norte. Empezó los estudios de Arquitectura e incluso llegó a montar estudio en Madrid, pero la pintura le daba más satisfacciones y dinero. Tuvo clara la elección. Tras su paso por la abstracción hoy milita en el bando de la figuración y lo mismo pinta cuadros de gran formato con ‘mensaje’ que el retrato academicista de un maestrante de Granada. Este antiguo alumno del Colegio Alemán y los Padres Blancos, heredó de su padre, un ingeniero aeronáutico que fue director de la fábrica de CASA en Sevilla, la afición por los temas relacionados con la aviación. Hoy prepara una exposición colectiva en la Fundación Madariaga. Se llamará Los Invisibles.

–Nacido en Sevilla, pero con raíces en León.

–Mis padres eran leoneses. Siempre me han dicho que soy un sevillano raro, quizás porque lo soy de primera generación. En cualquier caso, Sevilla es una ciudad verdaderamente universal, con gentes de muchas procedencias.

–El rompeolas del sur de España. Muy pocos son sevillanos de más de tres generaciones, lo cual no tiene nada de bueno ni de malo.

–Mi padre era ingeniero aeronáutico y vino aquí a trabajar a CASA. Un tío mío había participado en la fundación de la empresa junto a José Ortiz Echagüe.

–¿El gran fotógrafo?

–Sí, mucha gente desconoce que fue piloto de globos y aviones. Con su globo combatió en la Guerra de África.

–También fue presidente de la SEAT, aunque es cierto que sobre todo se le recuerda por sus magníficas fotografías de costumbres y paisajes españoles.

–Yo lo conocí, porque vivía en unas viviendas de CASA en la calle Tutor de Madrid, junto a mi tío. En los bajos tenía su laboratorio, donde revelaba sus fotos con carborundum, una técnica que hace que las fotografías parezcan grabados. Es muy laboriosa, pero merece la pena, porque las fotos se convierten en obras prácticamente únicas. Yo recuerdo a don José con una máquina de madera trabajando en sus negativos. Según se contaba en mi casa, fue Ortiz Echagüe el que, junto al infante don Alfonso de Orleans y Borbón, decidieron montar una fábrica de Construcciones Aeronáuticas en Sevilla. En Tablada todavía está la casa del Infante en ruinas.

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino de los maravillosos jardines de CASA en Tablada

–¿Y usted se crió en la fábrica de Tablada?

–Sí, mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino de unos jardines maravillosos que fueron mutilados cuando se amplió la fábrica debido al acuerdo con Airbus. Para nosotros ir a Los Remedios ya era un viaje. Lo que hoy es el Real de la Feria eran unos campos de maíz.

–Usted hizo estudios en arquitectura. ¿Por qué no acabó?

–Le voy a ser sincero: monté en Madrid un estudio con un amigo y cuando empecé a tener que estar en las obras hasta las 12 de la noche, haciendo mediciones, manchándome de barro y tratando con los cabezas-duras de los masones [albañiles]... No me gustó. Además fue el momento que en España se vendía mucha pintura y yo ganaba más dinero con mis cuadros que con la arquitectura.

–¿De cuándo le viene la vocación de pintor?

–Desde siempre. Yo siempre lo he resuelto todo dibujando. Para mí, como decía Leonardo, el que no sabe dibujar no sabe pensar. Un hermano de mi padre, que era amigo de Antonio y Carlos Saura, me influyó en la vocación. Era un poco esnob y se casó con una norteamericana. En navidades traía de Nueva York unos libros alucinantes de Mark Rothko, Clyfford Still... Me parecían una maravilla. Después, por supuesto, Gerardo Delgado me influyó en la Escuela de Arquitectura. Yo empecé en la abstracción y Willem de Kooning era el pintor que más me interesaba.

–¿Su formación en la Escuela de Arquitectura le ha influido como pintor?

–Mucho. Me ha quitado frescura. No tengo esa mirada naif que tiene un estudiante de Bellas Artes, que se fija sobre todo en lo bonito y lo poético. Mi visión de la pintura es eidética, constructiva. No me interesa tanto el color como la forma. También es muy importante la referencialidad. Cuando algo me llama la atención, para mí es muy importante saber quién lo ha hecho antes.

–Ha comentado que usted comenzó con la abstracción. Sin embargo, su apuesta desde hace tiempo es marcadamente figurativa.

–Hubo momentos importantes para dar este paso. Por ejemplo, cuando me dieron una beca en la Academia de Roma. Aquello fue una revelación. Fue como cuando San Pablo se cayó del caballo. Fui por un año y me quedé dos. Entre otras cosas porque conocí a una chica.

–Roma madre y maestra.

–Fíjese en el sestercio, la moneda romana. Hay muchísimas y hoy no valen mucho. A medida que te vas alejando de Roma la acuñación es más basta y la efigie del emperador pierde mucha calidad. Cuando llegas a Alemania es un monigote. Esto lo comprendí cuando comparé las esculturas del Museo de Mérida, que me encanta, con las de Roma, una ciudad que es una lección de forma, finura y fondo, de cómo se hacen las cosas. Después vino Ronda.

Como decía Leonardo da Vinci, el que no sabe dibujar no sabe pensar”

–De Roma a Ronda.

–Digamos que me exilié allí a un palacio maravilloso que tenía mi ex mujer. Fue cuando salió Window 95 y todos los programas de tratamiento de imágenes como Photoshop, etcétera. Me pude enfrentar a la realidad de otra manera, con un montón de asistencia. Toda mi pintura está hecha a base de Photoshop. Todo lo proyecto y lo pinto. Ahora, es necesario tener mano. Yo creo en la capacidad artesanal del artista. Me quedo impresionado con esos joyeros que son capaces de coger un pedrusco y facetarlo con el gasto mínimo de material. Eso es arte.

–Quizás no lo recuerde, pero una vez me comentó que una de las razones porque se decidió montar CASA en Sevilla fue que era una ciudad en la que había orfebres muy finos, lo que venía bien para la construcción de los aviones.

–Hubo muchas razones. La afición de don Alfonso de Orleans, la planitud de Tablada, que es un aeropuerto natural, y el que Sevilla era una ciudad en la que había “gente curiosa” (como aquí se dice), buenos artesanos de la madera y el metal desde el siglo XVI.

–Usted suele optar por el gran formato.

–Voy a los museos y me gustan los formatos amplios de Tiziano y Rembrandt. Además soy una persona grande y se me da bien este tipo de tamaño. Pintar es un placer y mi gimnasia. Hay veces que mi mujer me dice que por qué no voy al gimnasio y yo le digo que no me hace falta. Cuando pinto un buen rato termino muy cansado, tanto es lo que me muevo.

–Alguna vez ha dicho usted que es un escritor que pinta. ¿Qué quiere decir con eso?

–Indudablemente hago una pintura narrativa, que cuenta historias. Podría escribir un artículo largo sobre cada cuadro que realizo. Además, tengo inquietudes por los problemas modernos: la pobreza, el racismo... Me gusta reflejar mi pensamiento de una manera suave. Creo que tengo un sentido crítico muy exacerbado. Mi mujer dice que ver el telediario conmigo es imposible. Pero al final siempre intento buscar la parte positiva de la vida.

–El otro día veía un cuadro suyo basado en una foto de unos pilotos de la RAF antes o después de una misión durante la II Guerra Mundial. Lo llamó: ‘El triunfo de la escuela inglesa’.

–Es impresionante la elegancia de esos pilotos. En el siglo XX, el arte inglés quedó algo relegado. Los dos grandes centros fueron primero París y después Nueva York. Sin embargo esto cambió con los Young British Artists, en los años 90. La capital del arte contemporáneo actualmente es Londres. Cuando vi esa foto de los pilotos la llamé El triunfo de la escuela inglesa para evocar irónicamente este proceso. Paralelamente he pintado otro cuadro, que representa una tripulación de un buque de guerra norteamericano, que he titulado La decadencia de la escuela norteamericana. Son bromas casi secretas. En el fondo lo único que me interesa de un cuadro es que esté bien pintado.

Parte del éxito de los retratos antiguos es cómo se vestían: los trajes, las medallas...

–¿Qué opina del arte conceptual?

–Tengo un amigo que, cuando hablamos del arte conceptual, dice que lo más barato del mundo son las ideas. Para mí un bufón de Velázquez representa todo el siglo XVII... Pero el arte conceptual..., qué quiere que le diga, estamos en una sociedad en la que parece que tenemos que rellenar espacios.

–Es curioso lo que hay detrás de cada estilo. Por ejemplo, hoy se sabe que el expresionismo abstracto fue la apuesta de EEUU, durante la Guerra Fría, contra el realismo soviético.

–Sí, el expresionismo abstracto fue una operación de la CIA, aunque eso no le debería quitar ningún valor artístico. Fue algo muy importante. Sin embargo, yo creo que este movimiento quedará en un cul de sac de la historia del arte. El expresionismo abstracto ha degenerado tremendamente y ahora hay montones de amas de casa tirando cubo de pinturas sobre lienzos o haciendo dripping a lo Pollock... quedan monísimos.

–Pero el realismo socialista ha sido muy criticado.

–Y sin embargo era muy interesante y ha marcado mucho la pintura actual. Ahí está la obra de Neo Rauch, un pintor de primerísima línea en el que la influencia del realismo socialista es evidente.

–El retrato ha sido uno de los géneros que ha frecuentado. ¿Lo ha hecho por una cuestión meramente alimenticia o también por interés?

–Yo empecé haciendo una serie de gente joven de gran formato. La belleza de la juventud me fascina. El fondo de los retratos de gran formato, además, te da la oportunidad de practicar una cierta abstracción. Una amiga, Isabel Andrada, me consiguió algún retrato para la Maestranza de Granada, cuadros que realicé de una manera muy académica y formal. Yo no tengo que expresar mi genialidad a costa de un señor. Veo algunos retratos que se han hecho a maestrantes de Sevilla y me parece una carnicería. Aunque hay algunos muy buenos, como el que le hizo Carmen Laffón al conde de Peñaflor. Cuando yo hago un retrato intento hacer un cuadro agradable, que me guste a mí, si no no lo entrego. De hecho no retrato a gente que no me gusta. Lo hice un par de veces y lo pasé fatal.

–¿Qué es lo fundamental para retratar a alguien?

–Para mí es muy importante la referencia. Siempre me pregunto a quién se parece históricamente el retratado. Parte del éxito de los retratos antiguos es cómo se vestían: los trajes, las medallas...

–Aunque es de Sevilla y ahora vive aquí ha pasado larguísimas temporadas fuera: Madrid, Roma, Ronda, París, Londres, Suecia... ¿Pero cómo es su relación con los pintores de su generación en la ciudad?

–Mis compañeros de generación fueron Gonzalo Puch, Pedro Simón y Juan Lacomba. Ese era mi ambiente. Lo curioso es que ninguno éramos de Bellas Artes. Mi primera exposición fue en la galería Melchor, que era del padre de Rafael Ortiz. Funcionaba muy bien. Después me fui a Madrid y pasé a la galería Seiquer, donde estuve mucho tiempo con contrato. Yo he estado 24 años fuera, por lo que mi contacto con los pintores de aquí ha sido escaso. En 2001 expuse con la Caja China, pero ya no he vuelto a hacer nada en Sevilla.

Hay algunos artistas jóvenes que más que a la pintura parece que se dedican al bricolaje

–Eso va a cambiar ahora, ¿no?

–Sí, Isabel Andrada me ha convencido para que montemos una exposición colectiva en la Fundación Madariaga. Se llamará Los Invisibles. También estarán Paco de la Mata, Magdalena Bachiller y Felipe Candel. A todos nos une la amistad.

–¿Y por qué Los Invisibles?

–Fundamentalmente porque somos pintores de Sevilla que, por diferentes razones, no solemos exponer en la ciudad.

–Después de una vida errante, en 2004 volvió a Sevilla, al barrio del Porvenir.

–La verdad es que no nos damos cuenta del país que tenemos. Como se vive en España no se hace en ningún sitio. Aquí el problema es que hablamos muy alto y no nos escuchamos los unos a los otros. Cada uno tiene su discurso y ya está.

–¿Y sigue la actualidad artística de la ciudad?

–La verdad es que no, porque hay algunos artistas jóvenes que más que a la pintura parece que se dedican al bricolaje. Para eso me divierto más en Leroy Merlin. De lo último que he visto me han interesado las exposiciones de Rubén Guerrero y Abraham Lacalle. Se ve que son pintores.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios