Casualidades depara la vida a manojitos, pero el fútbol no, en el fútbol priman las causalidades sobre las casualidades y el Betis está inmerso en una de ellas. Anoche fue un triste capítulo más de un equipo que se desangra y que parece un juguete a pies de cualquiera. Temíamos que la ausencia de Canales fuese gravosa, pero no tanto. Y se mira a la tabla, se ven los goles encajados y sólo se nos ocurre que el porvenir es cárdeno oscuro.

Es un dolor cuanto ocurre en cancha, pero sólo por parte local. Es un dolor ver cómo el Betis deambula sin pulso ante un rival que da lo que tiene y que es bastante para que todo discurra en campo bético. Es un tiempo de pesadilla en el que el Betis sólo tiene una ocasión que desperdiciará Tello ante ese buen portero que es Dmitrovic. Una ocasión clara que será un islote en la producción del desalmado equipo de Pellegrini, con la actitud haciendo metástasis en la aptitud.

Al Betis, al contrario de tantas ocasiones, va a echarle una mano el VAR, que ve cómo Inui priva a Bryan de cantar gol en Heliópolis. Es un Betis sin fútbol, con Guardado perdido, con Guido teniendo que acudir a demasiadas citas y con Fekir ausente. El resto es un Sanabria luchando con la imposibilidad de ganar alguna de las rifas que le llegan y en el subconsciente del bético estalla la cruda realidad que supone la ausencia de Canales, el único canalizador de la tropa.

Y tras un primer tiempo horripilante, una continuación que fue una edición corregida y aumentada con el aditamento de los goles vascos que dejaron al pusilánime Betis con cara de tonto. Fue una concatenación de frustraciones que ponen al equipo en la zona caliente y lo peor de todo es que no se le ve margen de enmienda. Decíamos cuando se lesionó Canales que el camino se presentaba con demasiadas curvas y en cualquiera de ellas puede despeñarse este pobre Betis.