Betis - Dudelange | La previa

El Betis y su estadio doce estrellas

  • El nulo pedigrí del rival y la hora no van a impedir que el Villamarín disfrute del esperado retorno a Europa

  • Ocasión ideal para imprimir más ritmo y verticalidad a la posesión bética

Los porteros béticos, Joel Robles y Pau López, en la sesión de ayer

Los porteros béticos, Joel Robles y Pau López, en la sesión de ayer / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Cuatro años, seis meses y dos semanas después de aquel derbi, vuelve el fútbol europeo al Villamarín. Las circunstancias son radicalmente distintas. De la mohína a la desbordante ilusión. Hoy los béticos duermen a pierna suelta con la gestión de sus mandarines y cuando están despiertos, se enorgullecen, y con razón, de la pujanza deportiva que disfruta el equipo de las trece barras.

Hasta el escenario parece otro, de suntuoso que es con esos tres anillos prestos a ser cerrados. Un estadio que hoy, por el rango europeo, será... doce estrellas. Los partidos del Betis de la hora ante su gente son pura fiesta. Antes, incluso, de que el balón eche a rodar merece la pena sentarse a disfrutar del ambiente. Si encima los que salen de corto y rayados de verde y blanco juegan con el gusto que hoy lo hacen, tanto mejor.

Alineaciones. Alineaciones.

Alineaciones. / Dpto. de Infografía

Que por pura inercia asistan casi 50.000 espectadores a un partido en Heliópolis refleja la dimensión del club. Y también del equipo, que cautiva por mucho que ahora el juego no se vea correspondido por los goles. Una décima parte de los habitantes de Luxemburgo cabrían en el Benito Villamarín. Ese dato vale para plasmar la efervescencia bética, pero también para recortar la minúscula silueta del equipo que alza el telón europeo esta tarde, ese F91 Dudelange al que las casas de apuestas, cara al sorteo de esta fase de grupos, daban como el participante con menos opciones de levantar la Liga Europa en Bakú.

La prosapia del visitante y la hora del partido, 18:55 de un día laborable y aún caluroso, pueden enfriar la expectación que debe provocar la vuelta a Europa cuatro años y medio después. Pero hablamos del Betis. De los béticos y su inveterada fidelidad: Dudelange no evoca glamour alguno, pero comparado al Llagostera sí que lo tiene.

El propio Quique Setién es el primero en recordar al que lo quiera escuchar que el Betis se lo trabajó, y bien, la pasada temporada para disfrutar de su estatus actual. Y el hecho de salir al campo a paladear cada minuto europeo no quiere decir que el club no irradie ambición. Quiere llegar muy lejos porque sabe que entidades de un potencial similar en el fútbol español han sido semifinalistas, finalistas o incluso campeones.

Ángel Haro, Lorenzo Serra y Quique Setién conforman un triunvirato que no vende ilusión hueca: el Betis juega, el Betis gana más que pierde y el Betis aspira. Elevar el listón y asumir el reto de seguir salvándolo en el siguiente salto es vital.

Setién opinaba en la prolija y profunda entrevista publicada en Diario de Sevilla el pasado martes que ve a su equipo “infinitamente mejor” al de la pasada campaña. Su frase conlleva una dosis de presión. Pero es la presión del que va subiendo estratos. A más altura, más presión. A más mediocridad, menos presión.

Para solventar el pase a los dieciseisavos de final de esta Liga Europa, al Betis no le cabe otra que derrotar, y a poder ser golear, a este Dudelange que asoma la pata sin pedigrí alguno, pero con una carta de presentación que infunde cierto respeto: Los de Toppmöller han accedido a la fase de grupos tras superar al Legia de Varsovia polaco y al CFR 1907 Cluj rumano –antes, desbancaron a un desconocido como el Drita kosovar–.

Salir con la guardia alta y el máximo respeto se antoja ineludible: el Milan los derrotó por un exiguo 0-1 en la primera jornada. La posesión verdiblanca volverá a merodear el 80 por ciento, pero ese guión no va a inquietar al Dudelange. Mucho más lo va a desestabilizar que ese rosario de toques con gusto se ejecuten con ritmo, verticalidad, peligro. Vuelve el Eurobetis y es hora del disfrute. Pero también de dejar impronta de serio aspirante.

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