El Betis, siempre en su laberinto

Desde mi córner

Un pasado a paso de tortuga hace que no se viva el presente con la tranquilidad deseada

Cómo un club con el potencial humano y sentimental que atesora el Betis puede estar tan hipotecado a la hora de planificar su plantel. Es la pregunta que se hace todo bético alejado de las tripas de la entidad y lo cierto es que cuesta comprenderlo siempre que no se observe la génesis de la situación, cómo la entidad fue dejándose adelantar por cualquiera sin la mitad de posibilidades con que cuenta el sevillanísimo club de las trece barras.

Mientras cualquier mindundi establecía unas estructuras acordes con los tiempos, el Betis se manejaba mediante las cuentas de la vieja. Muchos años manejados por un grupo de voluntaristas que mantenían la llama de la entidad acogiéndose a un beticismo antañón. Más tarde, una satrapía de pan para hoy y hambre para mañana que sigue pasando factura y que mantiene pendencias vivas en los juzgados como freno de mano para una expansión imprescindible.

Además fue perdiendo oportunidades para el crecimiento y si hay alguna duda recuérdese cómo se hizo oídos sordos a Lorenzo Serra cuando metió al equipo en Champions y el plantel se reforzó con medianías que resultaron ser eso, medianías. Mientras tanto, la competencia iba como un tiro y, por ejemplo, un Villarreal sin pasado se convertía en un rival de presente casi insuperable o el vecino más cercano iba atiborrando de plata su sala de conquistas.

Y esos lodos trajeron estos polvos de hoy para que resulte complicado desentrañar por qué el club con la tercera o cuarta masa social anda haciendo dibujitos de colores para reforzar el plantel sin necesidad de vender nada que sea servible. La reciente Copa del Rey anda estos días en peregrinación y en cada estación se produce un estallido de beticismo tan imponente que la pregunta es el pan nuestro de cada día. ¿Por qué siendo tantos somos tan poco?

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