Betis-Villarreal | Resultado y crónica

¿Y esto cómo se cambia? (0-2)

  • El Betis se descompone de nuevo al primer golpe ante un Villarreal a medio gas.

  • Fekir se fue expulsado antes del descanso al ver dos tarjetas en dos minutos.

Fekir intenta ganarle la posición a manu Trigueros en presencia de Albiol.

Fekir intenta ganarle la posición a manu Trigueros en presencia de Albiol. / Antonio Pizarro (Sevilla)

El Betis se está despidiendo de la Liga como un moribundo. En la lona al primer golpe del adversario, el equipo es un cadáver futbolístico. La deriva de la entidad, con unos dirigentes más preocupados de salvaguardar su imagen que de arreglar ese tema deportivo que no consiguen descifrar, desemboca en un vestuario sin alma. ¿Y esto cómo se cambia?, se preguntará ese mismo bético que acudió horas antes a las inmediaciones del estadio para pedir un cambio de rumbo. “¿Y tú qué haces para cambiar esto?”, lo había interpelado el presidente, Ángel Haro, con un tono más propio de esos tiempos que precisamente él y su consejo de administración venían a desterrar.

Ni ese cuerpo técnico con ADN Betis, como también adujo el máximo dirigente para justificar el despido de Rubi, ha servido para cambiar el aire. El Betis es, ahora mismo, un muñeco roto. Si la victoria ante el Espanyol trajo calma al ambiente, la misma apenas ha durado una semana. Al bochorno en La Nucía, cuando se encajaron cuatro goles en menos de una hora, se sumó este duelo ante el Villarreal, al que le bastaron 45 minutos para retratar a un equipo descorazonador para el bético que sienta esos colores. Fue un 0-2, pero bien podrían haber sido algunos más si el Villarreal llega a afinar su puntería en un segundo tiempo en el que Betis, en inferioridad por la expulsión de Fekir justo antes del descanso, se limitó a resguardarse para evitar otro sonrojo.

La pretendida mejora defensiva con el regreso al esquema de tres centrales y dos carrileros se ha quedado en la intención. El Betis hizo aguas en las transiciones como en el resto de la temporada, con un centro del campo que jamás defendió al lanzador que ponía en ventaja a los atacantes ante los desmañados zagueros béticos.

En el 0-1 quedó nuevamente señalado Bartra, que acabó derribando a un Bacca que se encontraba de espaldas a portería; en el O-2, tras una pérdida de Guido Rodríguez con un pase horizontal, sería Sidnei quien se quedase atornillado al césped tras el recorte de Gerard Moreno, que luego superó a Joel con un sutil remate con la diestra.

Para cerrar el esperpento de primer tiempo Fekir se ganó la expulsión en apenas dos minutos. Primero, con una airada protesta a Gil Manzano; luego, con un pisotón sobre Albiol.

De la caseta salió un Betis que cambió el sistema, al quedarse Bartra en el vestuario para que entrase Juanmi. Si el cambio parecía ofensivo, la actitud de la escuadra fue distinta. Alexis colocó dos líneas de cuatro, que se replegaban para no dejar espacios a la velocidad del Villarreal. Los castellonenses, con el trabajo resuelto y con el Barcelona en el horizonte inmediato, rebajaron las revoluciones.

Incluso Javi Calleja, ese entrenador que ha adaptado su filosofía para convertir al Villarreal en un equipo competitivo, tiró de la vieja guardia para controlar el balón. Con Bruno Soriano y Cazorla en escena, el conjunto amarillo tocó y tocó para dormir el partido, aunque de vez en cuando lanzaba picotazos como el de Bacca, que aprovechó un mal pase de Pedraza para disparar junto al poste derecho de Joel.

La entrada de Chukwueze, a falta de diez minutos, le otorgó más mordiente a los visitantes. Cazorla, en tres ocasiones y larguero incluido, Alcácer o el propio nigeriano pudieron aumentar la ventaja ante un Betis que sólo apareció por la portería de Asenjo gracias al corazón de Joaquín, que regresó al césped en la recta final.

Pero tampoco había ni fuerzas ni ganas de más. Con 37 puntos, ocho más que ese Mallorca que marca la frontera con el descenso, la categoría no debe correr peligro para el Betis. Pero sólo el hecho de mirar de reojo a la zona baja ya debe sacar los colores de todos los que han manejado un presupuesto de 200 millones de euros. ¿Y esto cómo se cambia, señor Haro? Es la pregunta que está hoy en la mente de muchos de los que sienten de verdad en verdiblanco.

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