Así puedes integrar el yoga restaurativo en tu rutina para conectar con tu respiración, tu cuerpo y descansar la mente

Investigación y Tecnología

Es una forma suave pero poderosa de meditación en movimiento que nos enseña a soltar, a escuchar y a sanar desde adentro

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Xuan Lan Yoga
Xuan Lan Yoga / Xuan Lan Yoga

En un mundo que nos empuja constantemente hacia la productividad, la velocidad y la hiperconectividad, encontrar momentos de calma real se ha vuelto casi una necesidad vital. Entre las múltiples disciplinas que promueven el bienestar físico y mental, el yoga restaurativo destaca como una práctica profundamente reparadora, capaz de ofrecernos un espacio de quietud en medio del caos. A diferencia de otros estilos de yoga que se centran en la actividad física o el desarrollo de la fuerza, el yoga restaurativo invita a la quietud total del cuerpo y la mente, utilizando posturas sostenidas durante largos periodos de tiempo con la ayuda de apoyos como cojines, mantas y bloques. Es una forma suave pero poderosa de meditación en movimiento que nos enseña a soltar, a escuchar y a sanar desde adentro.

Esta modalidad de yoga no requiere experiencia previa, flexibilidad extrema ni una preparación física determinada. De hecho, su esencia está en la rendición que no es más que permitir que el cuerpo se relaje por completo para que el sistema nervioso pueda entrar en un estado de descanso profundo. Este enfoque lo convierte en una herramienta ideal para personas con altos niveles de estrés, ansiedad, insomnio o incluso para quienes están en procesos de recuperación física o emocional. Practicar yoga restaurativo no es solo "hacer menos", sino hacerlo con una intención consciente que transforma el descanso en un acto de autocuidado profundo.

Los beneficios del yoga restaurativo en cuerpo y mente

El yoga restaurativo actúa como un bálsamo para el sistema nervioso. En un estado de relajación profunda, el cuerpo entra en lo que se conoce como respuesta parasimpática que consiste en que el ritmo cardíaco disminuye, la presión arterial se estabiliza y los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés, comienzan a bajar. Esto no solo nos transporta a una sensación de bienestar general, sino que también tiene efectos tangibles en la salud física. Se ha demostrado que la práctica regular ayuda a mejorar la digestión, fortalecer el sistema inmunológico y aumentar la calidad del sueño. Al liberar las tensiones musculares acumuladas, también puede aliviar dolores crónicos, especialmente aquellos relacionados con el estrés, como migrañas o contracturas cervicales.

Pero quizá el mayor regalo del yoga restaurativo esté en el terreno emocional. Al permanecer en las mismas posturas durante varios minutos en silencio y quietud, se crea un espacio para el autoencuentro, de tal manera que esta práctica nos invita a sentirnos tal como somos, sin juicios ni exigencias. Muchos practicantes describen una sensación de "vuelta a casa", una conexión profunda con su propio cuerpo, respiración y estado interior. Además, al reducir el ritmo acelerado con el que solemos movernos por la vida, se fortalece la capacidad de estar presentes, lo que favorece una mayor claridad mental y una mejor gestión emocional. En momentos de crisis o desequilibrio, el yoga restaurativo puede convertirse en un refugio de estabilidad y contención.

Raquel Mar, profesora de yoga restaurativo y miembro del equipo de Xuan Lan Yoga Studio, explica que "el ritmo acelerado de nuestro día a día necesita de la lentitud, de la quietud. En el yoga, a menudo, también caemos en el juego de la rapidez, de la forma, olvidándonos que es un camino de vida, que requiere paciencia, compromiso y mucha escucha. Practicando despacio, puedo sentir mucho más el estado de mi respiración, puedo escuchar mi cuerpo, aprender de él y puedo aplicarlo luego en las clases más dinámicas".

Integrar el yoga restaurativo en la rutina

Uno de los mayores mitos sobre el yoga restaurativo es que requiere mucho tiempo o condiciones especiales para poder practicarse. Una sesión completa puede durar entre 45 y 90 minutos, pero con unos pocos minutos al día pueden marcar una diferencia significativa. Una de las formas más accesibles de integrar esta práctica es dedicar 10 o 15 minutos antes de dormir para realizar una o dos posturas restaurativas básicas, como la postura del niño (Balasana) con soporte o la postura de piernas en la pared (Viparita Karani). Estos momentos pueden convertirse en un ritual nocturno que prepara al cuerpo y a la mente para un descanso más reparador.

También es recomendable crear un pequeño rincón en casa dedicado al descanso consciente. No hace falta tener una habitación para el yoga, es suficiente con buscar un espacio tranquilo con una manta, un par de cojines y una luz tenue. Lo importante es cultivar la disposición interna para parar, para desconectar del ruido externo y escuchar lo que el cuerpo necesita. Esta actitud puede trasladarse incluso a otros aspectos del día a día en los que incluyamos la práctica de pausas conscientes durante la jornada laboral, caminar más despacio, respirar profundamente antes de responder un mensaje o simplemente sentarse unos minutos en silencio sin hacer nada. Todo esto forma parte del espíritu del yoga restaurativo que no tiene otro secreto más que el de aprender a estar presentes, a cuidarnos y a reconectar con lo esencial.

En definitiva, el yoga restaurativo nos recuerda que no siempre es necesario hacer más para sentirnos mejor. A veces, lo más transformador es simplemente permitirnos parar, soltar y descansar. Porque en esa quietud profunda, el cuerpo sana, la mente se aclara y el corazón encuentra su ritmo natural.

Referencias bibliográficas.

Xuan Lan Yoga (2021, 8 de enero). Las claves del yoga restaurativo.

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