El Palquillo

El Cristo de Burgos pasa por Zamora

  • Un recorrido por la Semana Santa de Ismael Yebra en sus viajes a Sanabria y a la Alfalfa, en su libro sobre médicos escritores o en el que coordinó dedicado a Cernuda en el cincuentenario de su muerte

Una vista de la plaza de la Alfalfa en los días de Cuaresma previos a la Semana Santa.

Una vista de la plaza de la Alfalfa en los días de Cuaresma previos a la Semana Santa. / jose luis montero

En su libro ‘Letras de médicos’ (Algaida), que Ismael Yebra escribió con su colega y amigo Francisco Gallardo con el subtítulo de ‘Médicos escritores y escritores médicos’, junto a autores mucho más conocidos como Baroja, Chejov, el doctor Marañón o el mismo Luis Martín-Santos, enigmático psiquiatra y novelista del que este año se conmemora el centenario de su nacimiento, figura un escritor cuya obra lo superó en popularidad. Y fue por culpa del tirón del cine. El nombre de Carlo Levi (1902-1975) le dice a la gente mucho menos que el de su obra más conocida, ‘Cristo se paró en Eboli’, que fue llevada al cine por Francesco Rosi con Gian Maria Volonté, Lea Massari o Irene Papas.

El título de la novela fue ‘Cristo se detuvo en Éboli’ y constituye un alegato contra el olvido y la marginación secular de territorios a los que no llegan los políticos, las cámaras de televisión ni los presupuestos generales del Estado. El médico turinés, que además fue senador y periodista, llegando a dirigir un periódico de Florencia, describe la situación de una localidad llamada Gagliano, donde es destinado como médico y su primer cometido es asistir a un moribundo. “Los propios habitantes de la zona”, escribía Carlo Levi, “no se consideraban cristianos, hombres en su lenguaje coloquial, sino bestias de carga que padecen el mundo que está allende el horizonte”.

Una religiosidad que entronca con la de Helder Cámara, Pedro Casaldáliga o aquel legendario obispo de Vallecas, Alberto Iniesta, que estuvo presente en los funerales por el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, asesinado cuando presidía la Eucaristía en la catedral de su ciudad el 24 de marzo de 1980. El pasado Domingo de Ramos fue un nuevo aniversario, 44 años, del crimen contra uno de los más respetados pastores de la Iglesia hispanoamericana.

Ismael Yebra (1955-2021), que se murió un 22 de diciembre, el mismo día que Gustavo Adolfo Bécquer, retrata la personalidad de Carlo Levi con un punto de admiración. Era un escritor en la línea de Italo Calvino o Leonardo Sciascia. Cristo se paró en Eboli…y en la Alfalfa. La relación del doctor Yebra con la Semana Santa aparece en los artículos que fue publicando en Diario de Sevilla y que recopiló su compañero en la Academia de Buenas Letras (y sucesor en la dirección) Pablo Gutiérrez-Alviz con el título de ‘Sine Die’ (Páginas del Sur).

Sabido es que Ismael Yebra era más de otoño que de primavera, “Sevillanos de otoño” titulaba uno de sus artículos, pero en el titulado ‘Tarde de Jueves Santo’, que es como un diálogo con Albanio, el alter ego de Cernuda en ‘Ocnos’, apunta un posible programa de cofradías. “Un año más, cumpliendo un rito inexcusable, iré a ver los Caballos por Gerona, los Negritos por la Alfalfa y las Cigarreras por Gamazo”.

Por vecindad, nacimiento en Boteros, residencia en Candilejo, consulta en Cabeza del Rey don Pedro, Ismael Yebra, hermano de San Isidoro, cofradía del Viernes Santo homónima de la iglesia (antigua sinagoga) junto a la plaza que lleva el nombre del dermatólogo, su hermandad más próxima sería la del Cristo de Burgos, que en su caso está muy cerca de Zamora. En cuando dejaba la Alfalfa y se abría a la gran plaza de San Pedro, a un lado, junto a la calle Dormitorio está la casa-hermandad; al otro, la iglesia de la que sale el Cristo que diseñó Juan Bautista Vázquez el Viejo de cuya hechura se han cumplido 450 años. La imagen documentada más antigua que sale en procesión.

Cristo sí se paró en la Alfalfa. Las tardes de Jueves Santo del doctor Yebra limitan con el Miércoles Santo de la hermandad de sus paseos y el Viernes Santo de la cofradía de sus ancestros y de su familia, como explica en un emocionante relato.

“El niño recuerda aquellos Viernes Santo tristes y solemnes a la vez –el día más grande del año, decían-, a su padre, su hermano y sus tíos vestidos de nazarenos de San Isidoro. El regreso al filo de la media noche por una solitaria calle Francos y una costanilla a oscuras con apenas un grupo de vecinos esperando a la hermandad al llegar a la Pescadería”. No se oía ninguna música, “solo el sonido del paso de los costaleros, algún crujido de la madera y la voz suave de Rafael Franco mandando sin aspavientos”. Un recuerdo indeleble de la infancia del padre de Victoria y Daniel. “El niño sentía miedo. La Alfalfa estaba vacía. Las luces apagadas. Los bares cerrados. La gente callada”. Días en los que la radio sólo emitía música de Bach o el Miserere de Hilarión Eslava y en los cines daban películas de temática religiosa, reservando para el Domingo de Resurrección los estrenos, el día que marca también el comienzo de la temporada taurina.

Están fotografiados en la calle Aire, segunda residencia del poeta. Como una cuadrilla de costaleros: de izquierda a derecha, Jacobo Cortines, Carmen Laffón, Jaime Rodríguez Sacristán, Rogelio Reyes, Antonio Rivero Taravillo, Juan Lamillar, Ismael Yebra y Paco Robles. El doctor Yebra coordinó el volumen ‘A Luis Cernuda desde Sevilla, 1963-2013’, en el cincuentenario de su muerte. El autor de ‘La realidad y el deseo’ es un sevillano de otoño. Nace el día que llega esa estación y muere cuando va declinando.

“Ser niño en Sevilla no es serlo en cualquier sitio”, escribe Ismael al recrear la infancia del poeta del 27, a quien descubrió medio siglo más tarde, en 1977, ya estudiante de Medicina. El dermatólogo que muere el mismo día que Bécquer de 2021 descubrió antes al autor de ‘Rimas y Leyendas’. Un tributo, confiesa Ismael, que conjugaba frecuentando el compás de Santa Inés cada atardecer o desayunando en la Venta de los Gatos. El Albanio con el que dialoga en su propuesta de programa de Semana Santa es una decantación por la poesía.

El Cristo de Burgos de Ismael Yebra pasa por Zamora. “Este libro tiene su razón de ser”, escribe en el epílogo de ‘Viaje a Sanabria’, “en el cariño que el autor recibió de sus padres, sanabreses, y de su familia sanabresa, emigrados unos y otros áun residentes en Sanabria”. Un libro que vio la luz por el aliento de su amigo (y paciente de su consulta) el americanista Bibiano Torres. En cierta forma, los rincones de Sanabria forman parte de su legado familiar junto a la túnica de hermano de San Isidoro o el título de dermatólogo de su tío Ismael Sotillo.

Incienso en Otoño. No es la Semana Santa que prepararon con motivo de una visita extemporánea de José Bonaparte a Sevilla (lo cuenta Manuel Moreno Alonso en ‘La Sevilla napoleónica). Es el título de uno de los textos del libro de Ismael Yebra ‘Sevilla vista desde la Alfalfa’, que editó el Ateneo hispalense. “La primavera en Sevilla no existe”, dice en una de las conferencias que recogió en ese libro, para hacer una definición antropológica de la Semana Santa: “Para un adulto sevillano, la Semana Santa encarna ese mito del eterno retorno que Mircea Eliade definía como la esencia y la constante de toda sociedad humana”.

Ismael en la Alfalfa y en Sanabria. Cofrade de San Isidoro. Vecino del Cristo de Burgos, que pasa muy cerca de Zamora. La Semana Santa de la ciudad castellana, la provincia de sus padres, data de 1273 y las primeras referencias se encuentran en el infante don Sancho, hermano de Alfonso X el Sabio.

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