"A Luis Arenas le paraban los pasos para que hiciera la foto"
Manuel Ruesga Bono, fotógrafo
Cumplió sus bodas de oro como hermano de la Estrella asido a la manigueta en un Domingo de Ramos bañado por la emoción Sus fotos formaron parte del expediente de beatificación de Sor Ángela de la Cruz
TIENE el número 84 en la nómina de la Estrella, cofradía en la que se apuntó a los diez años por propia iniciativa, pues las devociones familiares estaban divididas entre el Gran Poder y la Esperanza de Triana. Aquel niño que estudiaba en el colegio salesiano y que sólo veía las cofradías del barrio porque el paso del puente aún le estaba vedado, se sintió atraído por la alegría de aquella cofradía que salía el primer día de la Semana Santa. Los nazarenos más alejados de Triana que veía entonces eran los de Las Cigarreras. Fue su tía Ana, camarera de la Esperanza, la que le recomendó ante Guillermo Rodríguez, aquel mayordomo que tenía la oficina de la hermandad montada en su casa en perfecto estado de revista. El primer año de hermano no pudo salir de nazareno: "No tenía suficiente antigüedad para optar a una túnica de la hermandad. Había muy pocas". Tuvo que esperar. La primera vez que salió de nazareno de la Estrella lo hizo un Martes Santo. En aquellos tiempos su cofradía hacía un recorrido de ida por el barrio: San Jacinto, Pagés del Corro, Luca de Tena, Rodrigo de Triana, Santa Ana, Pureza y el puente. La foto de la niñez que tiene grabada en la memoria es la del paso de misterio del Señor de las Penas saliendo de San Jacinto: "Aquel templo daba la sensación de un vacío enorme. Era inmenso. A la derecha, el paso de la Estrella. A la izquierda, el de la Esperanza de Triana. Había sitio de sobra para formar la cofradía, que no pasaba de los quinientos nazarenos". La hermandad de entonces era muy distinta a la actual: "Aquella cofradía era muy humilde, muy cortita de hermanos. Pasábamos muchas penurias para poner a la Virgen en la calle. Había que pagarlo casi todo, los costaleros, los monaguillos y hasta nazarenos para que llevaran las insignias más pesadas. No existían subvenciones".
Ruesga Bono vio construir la casa de hermandad. Allí ingresó en el grupo joven, del que fue presidente. En esas dependencias participaba como aficionado en los concursos de fotografía. El periodista José María Gómez, entonces en la junta de gobierno, invitó al cura Javierre a dar una charla en la hermandad. El sacerdote conoció a Ruesga Bono, vio su trabajo y le ofreció colaborar con el periódico que dirigía, El Correo de Andalucía. "Por eso siempre digo que hasta mi profesión está ligada a la Estrella. Me casé ante la Virgen en San Jacinto un día de función principal por la tarde". Ha gozado del privilegio de fotografiar a la Virgen en sesiones privadas: "En su cara veo la imagen de mi vida. Mi trabajo, mi mujer, mi familia..."
El año que cumplió los 50 años como hermano vivió un Domingo de Ramos a la vera de la Virgen: "Fue muy emocionante y toda una sorpresa. José Manuel García me comunicó que iría de maniguetero. Me llevé una gran alegría. Ese año yo hacía la estación de penitencia por una persona a la que quise mucho sin haberla conocido y que era de la familia. Fui acordándome de esa persona todo el camino. En el puente me eché a llorar". Con los años, Ruesga Bono ya no sufre los empujones como maniguetero del Domingo de Ramos, pero disfruta de la algarabía de nada menos que cinco nietos.
Al cura Javierre también le debe haber sido el fotógrafo oficial del proceso de beatificación de Sor Ángela de la Cruz, lo que le permitió retratar la vida cotidiana en el monasterio. Ha fotografiado a Juan Pablo II en cinco lugares distintos: en el Prado de San Sebastián, donde fue recibido en 1982 para beatificar a la fundadora de la Compañía de la Cruz; en la Capilla Real, orando ante la Patrona, donde pudo besar su anillo; en el campo de la Feria de Los Remedios durante la ceremonia de beatificación; en la Plaza de San Pedro de Roma, en el consistorio de 2003 donde fue nombrado cardenal el arzobispo Amigo y en Madrid, cuando la canonización de Sor Ángela.
En cuestiones de fotografía cofradiera tiene claro quién es el referente: "Sin duda, Luis Arenas. Una bellísima persona, un profesional grandioso con una inigualable capacidad de expresión. A Luis Arenas le paraban los pasos para que hiciera la foto con suficiente tiempo de exposición. Todas las hermandades querían tener una foto de Luis Arenas. Y a los chavales de entonces nos ayudaban muchísimo". Pasaron los años y la fotografía de Semana Santa evolucionó: "Se hizo más periodística, pero sin perderse su estilo. Emilio Sáenz es el sucesor de Luis Arenas, de su concepto de foto. Los hermanos Cazalla han creado su sello. Martín Cartaya es un fotógrafo al que las hermandades deben mucho, un caballero. Y ahora, con gran diferencia, el mejor trabajo gráfico de Semana Santa se hace en Diario de Sevilla".
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