El Palquillo

Pequeños detalles

  • Los ejemplos de estos pequeños detalles son innumerables, seguro que quienes lean estas líneas podrán sugerir muchos. En el nombre de sus calles, vemos varios

La placita de Santa Marta.

La placita de Santa Marta. / M. G.

A una población se le llama “gran ciudad” por el número de sus habitantes, pero sea cual sea ese número Sevilla es una “ciudad grande”, lo que es evidente (o al menos debería serlo) tanto para los que la visitan como para los que viven en ella. Grande por su Cultura, su Historia, su Patrimonio Artístico… y sobre todo por su carácter, que luchamos por no perder. Grande por su tradición, su presente y sus esperanzas en el futuro.

Pero puede que en ella se nos pasen “pequeños detalles”, aparentemente insignificantes o sin importancia, pero que nos hablan de ese carácter e historia. Se dice que Dios está en esos pequeños detalles, pero también puede residir en ellos el alma de la ciudad, lo que José María Izquierdo definió tan acertadamente como su “gracia”.

Los ejemplos de estos pequeños detalles son innumerables, seguro que quienes lean estas líneas podrán sugerir muchos. En el nombre de sus calles, vemos varios. Una de ellas, popular y bastante semanasantera por el número de cofradías que la pisan, se conocía desde el siglo XVI como Compañía por la Casa Profesa Jesuita, que desde 1771 fue sede de la Universidad teniendo la calle este nombre desde entonces. Como otras muchas calles sevillanas posteriormente pasó a homenajear a una personalidad destacada, en este caso Manuel Laraña Fernández (1815-1903) Catedrático de Derecho y Rector de la Universidad de Sevilla.

Se rotuló “Laraña”, de una forma breve, lacónica, quedando bien con dos personas, también con Manuel Laraña Ramírez (1844-1908), hijo del anterior, que estuvo separado de la docencia por no prestar juramento a la Constitución de 1868, aquella de la Revolución “Gloriosa” que tanto perjudicó al patrimonio histórico y monumental de Sevilla, dicho sea de paso.

A Laraña Ramírez se le dedicó una lápida conmemorativa redactada en latín, que se colocó en el edificio de la Universidad. A comienzos de siglo XX aún se estudiaba latín y era lengua conocida por todos los profesores universitarios. Pero el “pequeño detalle”, que nos deja sin palabras porque habla por sí mismo, es el uso y el emplazamiento que hoy día tiene tal lápida honorífica: se usa… como parte de la solería de un bar cercano a la plaza del Salvador. Así pasan las glorias del mundo sevillano… “sic transit gloria hispalis”.

Existen muchos más detalles, que están presentes en calles, casas, monumentos… de Sevilla, pero pueden pasar desapercibidos si una llamada de atención ante un hecho lamentable no nos hace reparar en ellos. Es lo que sucedió con la Cruz de la Plaza de Santa Marta, hasta que no saltó la noticia de que había sido destruida muchos sevillanos y no digamos una enorme parte de los turistas, no sabían ni que existía.

Esta Plaza de Santa Marta es de esos rincones poco conocidos de Sevilla, aunque está muy cerca de la transitada Plaza de la Virgen de los Reyes y los concurridos bares y largas filas de veladores de la calle Mateos Gago. Si nos fijamos, junto al convento de la Encarnación arranca lo que parece ser un estrecho callejón que en realidad es un adarve o barreduela, o sea una calle sin salida cuyo final hoy conocemos como la Plaza de Santa Marta.

En esta placita se ha dicho que buscan el sol los naranjos más altos de Sevilla. En ella vivieron personajes ilustres de la ciudad y tiene además gran relación con la Literatura, incluso algunas leyendas sitúan en ella su escenario. Aproximadamente desde 1930 hasta 1980 fue mercado dominical de coleccionismo filatélico y numismático, trasladándose a la Plaza del Cabildo.

En su centro había un crucero del siglo XVI, una cruz sobre un sencillo pedestal, con diseño atribuido al arquitecto Hernán Ruiz II autor del remate de nuestra Giralda, y con imágenes talladas por Diego de Alcaraz: el Crucificado en una cara de la Cruz y La Piedad en la otra. Al parecer estuvo antiguamente en el Hospital de San Lázaro o en el camino que iba hacia este establecimiento de fundación medieval.

Estos son sólo dos ejemplos de los detalles que evocan nuestra Historia y que son parte de nuestra cultura y personalidad: cerámicas, inscripciones, imágenes, rincones…detalles en los que no nos fijamos al andar por esta Ciudad, que casi no son conocidos pero que merecerían serlo. Pues la historia de Sevilla tendría que estudiarse como asignatura en nuestros colegios, institutos y universidades, y (muy importante) debería divulgarse su conocimiento a sus habitantes y visitantes. Quizás así la incultura y la barbarie tendrían menos cabida en nuestra sociedad y nuestra Ciudad. Lo que no se conoce no se aprecia y lo que no se aprecia no se defiende.

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