El Palquillo

En el día que San Bernardo y Baratillo lo hacen torero

  • Estamos en el ecuador de la gran celebración, en la antesala de lo que está por venir, víspera del día más largo y cumbre de la Semana Santa con Jueves, Madrugada y Viernes  

El Cristo del Buen fin abandona la paz conventual de San Antonio a eso de las cinco en todos los relojes de la tarde de Miércoles Santo.

El Cristo del Buen fin abandona la paz conventual de San Antonio a eso de las cinco en todos los relojes de la tarde de Miércoles Santo. / M. G.

Vio la luz con fórceps, pero la vio y desde 2007 sale de Omnium Sanctórum, del corazón de un barrio preñado de cofradías, el de la Feria. Lucharon a machamartillo los hermanos del Carmen Doloroso para hacerse con un sitio al sol de los días grandes, de farolillos si estuviésemos hablando de Feria y no de Semana Santa, de toros y no de cofradías. En la calle muy pronto, la Hermandad de Carmelitas de las Maravillas de María y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Paz y Nuestra Señora del Carmen en sus Misterios Dolorosos para no incordiar más en un día lleno de pelillerías y de problemas que no acaban de solucionarse.

Viene a modo lo del símil taurino con eso de los días de farolillos que agarró el Carmen Doloroso porque el Miércoles Santo, inveteradamente, es día con muchas connotaciones con el mundo del toro. Por lo pronto, tras la del Carmen Doloroso y la también joven del Cristo de la Sed llegará a la Campana la cofradía de San Bernardo, el barrio más torero de Sevilla. El Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima del Refugio con sus peculiares varales dorados son los motores de un barrio que estuvo muerto durante un tiempo dolorosamente largo y que encontraba en esta fecha de Miércoles Santo el júbilo del reencuentro de tantos vecinos que tuvieron que dejar el barrio.

Era un reencuentro lleno de nostalgia y de pena por culpa de un exilio que nadie quería, pero que era obligado por la degradación que sufrió el barrio. Eso se ha terminado y el muy taurino barrio de San Bernardo ha recobrado el pulso y nuevamente la cofradía es el nexo que une a tantos y tantos que volvieron y también a los que nunca lograron hacer el camino de vuelta a sus raíces. Y si San Bernardo tiene a gala la cantidad de toreros que parió, la del Baratillo tiene la satisfacción de vivir en los aledaños de la plaza de toros y cuenta con la peculiaridad de que su cuerpo de nazarenos se forma en el mismísimo templo de Tauro.

Por lo tanto, ¿hay quien dude de que estamos ante un día de Semana Santa eminentemente taurino? Lo demás es mucho. Lo demás es, por ejemplo, vivir con intimidad conventual a la del Cristo del Buen Fin con sus hábitos franciscanos y su flamante misterio encaminarse a la pleitesía al Señor en su casa de San Lorenzo. Y será también este Miércoles Santo el de un retorno clamoroso de ese mismo Cristo del Buen Fin a San Antonio de Padua, a su paz conventual mientras que la Lanzada surcará el dédalo de la Europa para un viaje de ida y vuelta preñado de vivencias antiguas, sobre todo de cuando ese rincón fronterizo con el centro sufría unas circunstancias que van alejándose felizmente para que las cosas discurran de forma bien distinta e indiscutiblemente mejor diseñadas.

Se trufará en todo esto la irrupción en las calles de Sevilla de un cortejo venido como de otras tierras, de la ancha Castilla. El Cristo de Burgos hierático, solemne, al contraluz decadente de la calle Imagen cuando el sol va alejándose en busca del Aljarafe. La tarde será ya noche cuando el Cristo de Burgos entre en la Campana y se vea ya muy de noche la hermandad de las Siete Palabras ya sin el rodeo por Goles a la ida. No se sabe por dónde irá el Carmen Doloroso a esta hora, pero sí que la del Cristo de la Sed va alejándose camino de Nervión por Luis Montoto, llegan recuerdos en Alejandro Collantes de saetas carceleras y en San Bernardo no cabe un alma por lo que está por venir. Paralelamente, el Buen Fin y la Lanzada van como dos líneas divergentes en el camino de vuelta y cuando la noche se venga definitivamente arriba veremos cómo el Arenal entero se hace fiesta a la espera del Baratillo, que todo se irá precipitando con sus pausas y sin prisa alguna.

Miércoles Santo con nueve cofradías en la calle. ¿Muchas? Sí, muchas. ¿Demasiadas? Eso no seré yo quien lo afirme, pero da la impresión de que en este día en que se va acercando el ecuador el violín tiene un número desmesurado de cuerdas. Algo que no impedirá que cuando ya se frisen los confines primeros del Jueves Santo, haya mucho que ver y muchísimo que vivir al rebufo de momentos que merecen la pena. Y merece mucho la pena, una barbaridad, ver cómo el Baratillo se gusta en el Postigo y en todo el Arenal, con esa magnífica Pietá entre la arboleda de Adriano. O la Virgen del Refugio antes de llegar al barrio en esa revirá imposible de Fabiola a Madre de Dios.

Y si el día anterior se hacía hincapié en el retorno de la Bofetá, que nadie olvide cómo la de los Panaderos lleva el Prendimiento hasta las últimas consecuencias mientras la Virgen de Regla acapara el eje de la Sevilla de siempre y llegará muy dentro el intimismo de las Siete Palabras en su vuelta a casa en pleno reino del azahar. Hemos doblado el ecuador de la gran celebración y lo mejor está por llegar con ese día más largo. Interminablemente intenso el Jueves Santo para en lazar con el Viernes y cosido por la Madrugada.

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