El Palquillo

Una Semana Santa en olor de santidad

  • Francisco Javier, Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús fueron canonizados el 12 de marzo de 1622. Uno da nombre a los Javieres, otro a la parroquia del Polígono y la santa de Ávila preside una iglesia que recibió en misión al Gran Poder

José Antonio Oliert, hermano mayor de los Javieres, con la reliquia de san Francisco Javier.

José Antonio Oliert, hermano mayor de los Javieres, con la reliquia de san Francisco Javier. / juan carlos muñoz

Olor de santidad. El 12 de marzo de 1622, el Papa Gregorio XV promulga la múltiple canonización de Francisco Javier, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Felipe Neri e Isidro Labrador. Todos menos este último, patrono de Madrid, son santos del Renacimiento. Todos menos Felipe Neri, florentino de cuna, españoles de nacimiento, aunque san Francisco Javier (1506-1552) morirá en China y está enterrado en la India y san Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús, murió en Roma.

Francisco Javier e Ignacio de Loyola son coetáneos de Magallanes y Elcano. Pertenecen a una generación anterior a la de Cervantes, Góngora y Quevedo, dos generaciones anteriores a la de los pintores Velázquez y Murillo. Por eso se dice que España tuvo dos siglos de Oro. El año de la quíntuple canonización, 1622, es el que Velázquez viaja a Madrid para instalarse como pintor de la Corte de Felipe IV, que dos años después hizo un largo viaje por Andalucía. El primer día de marzo de 1624, el Rey Planeta, como era conocido el monarca, llega a Sevilla, donde permanece hasta el 13 de marzo. Hace cuatrocientos años, después de una estancia en Doñana, prosiguió viaje por Cádiz, Gibraltar y Málaga antes de terminar en Granada su expedición por Andalucía y regresar a Madrid.

¿Qué presencia tienen estos santos fundamentales en la identidad religiosa de España en la Semana Santa de Sevilla? La hermandad del Polígono San Pablo, una de las más jóvenes en hacer estación de penitencia, que no salió el Lunes Santo por la lluvia de la parroquia de San Ignacio de Loyola, lleva entre sus advocaciones de Fervorosa y Trinitaria Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado a San Ignacio de Loyola. La casa-hermandad de los Javieres está en la calle Peris Mencheta, donde es bien visible una hornacina con una imagen del santo navarro, que forma parte de las advocaciones de esta hermandad de ascendencia jesuítica fundada por el padre Trenas. Una reliquia del santo que emuló a Marco Polo para evangelizar Asia forma parte de los elementos que procesionan cada Martes Santo con una hermandad que desde 1977 hace estación de penitencia desde la iglesia de Ómnium Sanctórum.

A diferencia de San Juan de la Cruz, que es una de las referencias de la hermandad de Gloria de la Divina Gracia que cada Sábado de Pasión procesiona por el barrio de Palmete-Padre Pío, su cómplice en tantas empresas místicas, Teresa de Jesús (1515-1582), no figura en ninguna de las hermandades de la Semana Santa de Sevilla. Pero ocupa un lugar importante en uno de los episodios más relevantes de los últimos años. En la misión que el Gran Poder realizó a los Tres Barrios (Candelarias, Pajaritos, Amate), una de las escalas la hizo en la iglesia de Santa Teresa, en el barrio de Amate. Una iglesia abarrotada arropó al Señor de Sevilla en este largo desplazamiento en 2022, en el cuarto centenario de la canonización de la santa abulense y universal que da nombre a un templo situado en la plaza de las Moradas. Con el patrimonio de los frescos de Juan Miguel Sánchez.

Frescos de Juan Miguel Sánchez en la iglesia de santa Teresa. Frescos de Juan Miguel Sánchez en la iglesia de santa Teresa.

Frescos de Juan Miguel Sánchez en la iglesia de santa Teresa. / juan carlos muñoz

San Isidro Labrador (1082-1172), es muy anterior a los otros cuatro santos. Es uno de los titulares de la hermandad de Gloria de Pino Montano y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de Nazaret, María Santísima del Amor, San Marcos Evangelista y San Isidro Labrador. La parroquia de San Ignacio de Loyola y la iglesia de Santa Teresa tienen en común la calidad de su autoría arquitectónica. La primera, rodeada en el Polígono de San Pablo por plazas cuya nomenclatura recuerda al real de la Feria (Joselito, Espartero, El Gallo) es obra de los arquitectos Rafael Arévalo Camacho y Antonio de la Peña y contiene cuadros de Santiago del Campo. La segunda la diseñaron Alberto Balbontín de Orta y Antonio Delgado-Roig, los mismos que proyectaron la Basílica del Gran Poder. Con lo que el Señor de Juan de Mesa se movía entre dos templos soñados en el mismo estudio de arquitectura.

Manuel Jesús Roldán ha escrito un libro sobre las Iglesias de Sevilla. La de Ómnium Sanctórum la conoce muy bien porque además es hermano de los Javieres. Una hermandad que tiene como titulares al Cristo de las Almas y a María Santísima de Gracia y Amparo. La novela de Javier Marías ‘Todas las Almas’ (el título es una traducción de ‘All Souls’ en la terminología de Oxford) es como una contraseña de este prodigio cofrade: está Javier en el nombre del autor, Marías es su apellido (el que le dio su padre, el filósofo Julián Marías, cristiano convencido y practicante además de protohéroe de algunas de sus novelas) y en ‘Todas las Almas’ está la potentísima definición del crucificado que sale por las calles de Sevilla y que protagonizó el primer viacrucis después de los años de pandemia.

Santa Teresa de Jesús no aparece en ninguna hermandad, pero su imagen se venera en la iglesia del Santo Ángel o el convento de San Leandro. Sevilla fue uno de sus lugares de fundación, no tan fértil como el de Malagón (Ciudad Real) donde hasta el equipo de fútbol lleva el nombre de Teresiano; existe en el barrio de Santa Cruz un callejón de Las Moradas, como el nombre de la plaza de Amate, junto a la iglesia que fundó la fundadora, valga la redundancia.

Los Javieres llegó a Ómnium Sanctórum en marzo de 1977, mes y año del pregón de Semana Santa de Rafael Belmonte. El Cristo de Pires Azcárraga pasará por el taller de restauración al final de su estación de penitencia. El 12 de mayo, la iglesia de Ómnium Sanctórum cerrará sus puertas por obras. La hermandad de los Javieres se trasladará a Santa Marina, como ya ocurriera por motivo similar en 1993. Por ese motivo, mi hija Carmen, que es hermana de los Javieres, fue bautizada en 1994 en la hoy desacralizada Capilla de Belén de la calle Calatrava. Mañana saldrá de nazarena y se estrenará en esas lides mi hijo Francisco Javier, tocayo del santo que da nombre a la hermandad, que más pequeño salió de monaguillo.

Siempre ha existido una excelente relación entre los Javieres y la cofradía del Resucitado. Por tradición, el hermano mayor de cada una de ellas lo es también de la otra, vinculación que se mantiene cuando finalizan los mandatos en la junta de gobierno. José Antonio Oliert, hermano mayor de los Javieres (lo es desde 1977, el año que llegó a la iglesia de la calle Feria), lo es también del Resucitado de Santa Marina (y San Luis) y de la Macarena. “La papeleta de la Macarena me la regaló mi madre cuando cumplí diez años”. Y por vecindad parroquial, es hermano de la hermandad de Gloria Reina de Todos los Santos.

El destino lo dirá, pero podría darse el caso de que los Javieres volviera a la iglesia de procedencia, la Casa Profeta de los Jesuitas, produciéndose el reencuentro de Francisco Javier con Ignacio de Loyola, el navarro y el vasco que fueron canonizados y subieron a los altares el 12 de marzo de 1622, el año que un jovencísimo Velázquez viajaba a Madrid para ser pintor de la Corte.

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