Los contrastes del Viernes Santo en Sevilla
Después de que el año pasado la lluvia impidiera las procesiones, la ciudad recuperó un día lleno de sabor
Programa de Semana Santa para 2025

Había ganas de un Viernes Santo pleno donde El Cachorro cruce el puente camino de Sevilla y la O se enseñoree por la calle Castilla. Poco más de una hora había pasado desde que se cerraron las puertas de la capilla de los Marineros y en la basílica del Cristo de la Expiración estaban entrando los nazarenos de un Cristo que llevará en mayo a Roma la devoción de Sevilla. En línea recta hacia el Altozano, el Paseo de la O se tiñe de morado. El público de los bares de la calle Castilla y del paseo del río está entretenido durante esa sobremesa.
Hay gente en la calle, pero sin agobiar. Los ternos oscuros y los trajes negros contrastan con las camisetas, pantalones cortos y sudaderas, los mocasines y zapatos de salón, con las zapatillas deportivas. Llama la atención la cantidad de foráneos que hay en las calles. Móvil en mano intentan captarlo todo. Pero esto no es exclusivo de los visitantes, los locales también graban cada paso que ven, cada marcha de la banda de música. Alguien debería de convencerles de lo impresionante que es ver en directo, sin el parapeto de la pantalla, el palio de la Virgen del Patrocinio, por ejemplo, y contemplar cada detalle de los varales, de la candelería, de sus flores. Consecuencia natural de que todo sea Instagrameable.
A pie de calle no solo se disfrutan más las cofradías, se recupera la costumbre de hablar. Un grupo de turistas llegados de México atraviesan toda la calle Castilla preguntando que dónde acaba esto. Un hombre le explica que a las dos de la mañana cuando lleguen de vuelta y el hombre se echa las manos a la cabeza. Menos mal que otro le explica que si se refiere a los nazarenos, siga por el paseo de la O mejor, y salga al hotel. Al hombre se le puso una cara de alivio absoluto. En La Carretería, una joven consulta al ChatGPT sobre cómo se llaman los que cargan las cruces en Sevilla. A saber qué le habrá respondido la IA. Alguno no sabía la Catedral o nazarenos a quienes se les pide paso porque no llegan al hotel. Hay anécdotas para todos los gustos en una celebración que cada vez es más universal con sus luces y sus sombras.
Es Viernes Santo y en la Carretería se hace la Luz en el momento en el que el Cristo de la Salud sale con esa pericia milimetrada que enmarca el misterio entre la puerta y la fachada del edificio de enfrente. Nazarenos de Bendición y Esperanza que desde el Polígono Sur van a hacer estación de penitencia a la Catedral con su madrina. Mano a mano entre el Arenal y las Tres Mil Viviendas una semana después cuando hubo nazarenos carreteros por las calles del Polígono Sur.
El ritual de cada Viernes Santo ha vuelto después de que el año pasado la lluvia impidiera la salida de ninguna de las hermandades. La Soledad de San Buenaventura con sencillez franciscana avanza por la calle Tetuán. Dolor contenido en su rostro. Entre el público hay quien pregunta si hay más pasos. "Me habían dicho que siempre iba un paso de Cristo y otro de Virgen", interroga un albaceteño que acaba de llegar a Sevilla.
Día para los recuerdos
Hay recuerdos en todas las hermandades para los hermanos fallecidos: José María Ruiz, Rosco, en El Cachorro, Jesús Martín Cartaya en la O y Paco Yoldi en Montserrat. También se acuerdan de Pepe Andreu en La Carretería, donde le dedican la primera levantá en la capilla de los toneleros.
Recuerdos para quienes viven fuera, porque el Viernes Santo tiene el sabor a torrijas, a bacalao con tomate, a espinacas con garbanzo de la infancia. Aunque no se sea cofrade, ni siquiera creyente, es difícil escuchar una marcha o vislumbrar en algunas de las cadenas de televisión un varal de refilón, sin que se humedezcan los ojos. Esta jornada es uno de los días grandes no sólo en la capital, sino en numerosos municipios de la provincia.
La saya de la Virgen de Montserrat tiene mucho de Álvarez Duarte. Bordada por Fernández y Enríquez, es la que el imaginero utilizaba para vestir a las imágenes que salieron de su gubia. Ese hilo que une a las hermandades sevillanas y que ata la Virgen de Montserrat a la del Patrocinio.
Desde la Alfalfa llega las Tres Caídas de San Isidoro ayudado por el Cirineo. De un tiempo a esta parte se ha impuesto las esperas desde horas antes a la salida de las cofradías. A las seis y media de la tarde ya había sillitas en el frente de la Costanilla. Mientras por la calle Luchana llegan nazarenos de negro. En la zona ajardinada dedicada a Ismael Yebra esperan soldados del Ejército del Aire mientras se acercan los mandos. Revuelo de monaguillos delante del paso. Hay cantera. Eso es indudable haciendo un recuento de los monaguillos y varitas de las hermandades de esta Semana Santa. La tarde se va transformando en noche cuando la Virgen de Loreto llega hasta la Campana.
Hay cofradías que parecen estar hechas para verlas bajo el cielo estrellado, como La Mortaja. El entierro de Cristo está anunciado por el muñidor. Por donde pasa se hace el silencio. Solo el sonido de las dos campanas que marcan el ritmo de un andar apesadumbrado, ceremonioso, casi triste porque Cristo va muerto en el regazo de su Madre. Dieciocho ciriales recuerdan a quienes asistieron al entierro de Jesús. Si la jornada empezó con los momentos antes de bajar a Cristo de la Cruz con las Tres Necesidades de su madre: escaleras para bajarlo, sudario para envolverlo y sepulcro para enterrarlo, cierra con el silencioso y solemne cortejo del entierro de Cristo.
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