El Palquillo

La emoción del comienzo como primer misterio

  • Hoy es el día en que da comienzo ese drama litúrgico con siete actos de oración y penitencia en donde la ciudad dobla la rodilla a la evidencia que ha estado latente todo el año

La Virgen de la Estrella cruza el puente de Triana camino de Sevilla en la tarde del Domingo de Ramos.

La Virgen de la Estrella cruza el puente de Triana camino de Sevilla en la tarde del Domingo de Ramos.

La sola imaginación del día que hoy vivimos nos produce vértigos y angustias de espera impaciente, y hasta desolada, durante todo el año. La inquietud por acelerar los días, semana a semana, mes a mes, período tras período, crea definitivamente un letargo de trescientos cincuenta y siete días en donde, en no pocas veces, y a pesar de nuestro ímpetu, quedamos convencidos de que es mejor no frustrarse, tirar la toalla, meterse en cintura y caer en la inercia de la espera hasta la llegada de un nuevo Domingo de Ramos.

Hoy es el día en que da comienzo ese drama litúrgico con siete actos de oración y penitencia en donde la ciudad dobla la rodilla a la evidencia que ha estado latente todo el año. Hoy comienza esa bendita cuesta abajo por la que nos lanzamos, año tras año, con el deseo imposible de aprender a parar el tiempo. Hoy, Sevilla se dispone a vivir un romance con su propia esencia colectiva, y amanece ilusionada como quien acude a una cita porque, ni más ni menos, de eso se trata, de una convocatoria y de un encuentro que los siglos tienen marcado en el reloj del tiempo y que hace que el Domingo de Ramos, que hoy celebramos, tenga la emoción de todo comienzo.

Hoy brota ese rosario que da inicio y empieza con la agitación del estreno, como primer misterio, y que seguirá con cada una de las hazañas que irá cumpliendo la Semana Santa: la conquista de los barrios y las periferias al centro a golpe de cofradía (segundo misterio), el desafío de las leyes físicas que provocan los enhiestos capirotes o el andar a tierra de los palios cruzando una puerta ojival (tercer misterio), la resurrección de espacios dormidos de la urbe (cuarto misterio) o la cuenta atrás en espera de una noche, la Noche, que es misterio por sí misma de seis cuentas engarzadas (quinto misterio).

Misterio del porqué volvemos a turbarnos y a encontrarnos en desconcierto cuando llega otro Domingo de Ramos a sabiendas de lo que nos aguarda y de que el día tiene las mismas horas que cualquier otra jornada del año. ¿Será porque todo cambia, aun siendo lo mismo? ¿Será por la magia del recuerdo y porque el arte, la historia la psicología y la antropología nuevamente se dan la mano? ¿Será porque somos protagonistas de este gran ceremonial, cada uno en su guión voluntario? ¿Será porque somos conscientes de que cada Domingo de Ramos que pasa, no vuelve? La Semana Santa de Sevilla es, inevitablemente, una lucha perdida contra el tiempo y el espacio; y es por ello que por cada imagen aprehendida, por cada segundo consumido, por cada momento vivido y retratado en la retina fotográfica de nuestros ojos, hay que lamentar la pérdida de otras muchas escenas y relatos que se suceden al unísono.

La invasión callejera de hoy es forzosamente inevitable. La participación popular irá in crescendo hasta la apoteosis final, del día y de la semana, porque la tradición del estreno refuerza la liturgia sentimental, dándole pujanza al reencuentro y llenando las calles de gente que ha decidido engalanarse por aquello de que lo esencial para gustar es gustarse a sí mismo.

Si usted ha sido madrugador, y es de los que lee estas páginas en la quietud de un desayuno casero o en la barra de latón de la clásica confitería que todos tenemos en mente en un día como este, corroborará esa emoción del debut, la del actor tras las bambalinas, la del deportista en el vestuario, la del novio en su casa antes de ir a la iglesia. Retoques de última hora a los preparativos, la ligera y justificada histeria final del perfeccionismo, el alud de visitas de los miles de sevillanos que ya sienten en sus adentros la inminencia del comienzo de la fiesta como viejo axioma o juego dual, dialéctico y hasta contrapuesto, son y serán los tópicos típicos de estas primeras horas, hasta que todo se vaya sucediendo y empecemos a sentir que pesa más lo que hemos consumido que lo que nos resta por vivir.

El gozo comienza, y la peregrinación de la emoción hacia el epicentro del momento ha emprendido su cuenta atrás desde el amanecer del día, y a ha decidido dar sus primeros pasos bajo la plenitud identitaria a cuestas, como cada cruz de cada penitente. Se abre, nuevamente, el primer capítulo del serial sacrosanto que cierra el libro en otro domingo, dejando el campo libre para los encapuchados y la estética de nuestras cofradías que recorrerán desde ya el espinazo de cada rincón de esta ciudad.

Es momento de abrir los cinco sentidos ante la fiesta de la conmemoración pasional que se diversifica porque cada cual tomará su camino y, casi sin darse cuenta, irá engendrando otra Semana Santa de su vida. Disfrutemos del comienzo, luchemos por la aprensión que se dificulta ante el fraccionamiento de la belleza. Habrá que elegir, y cada opción será un esfuerzo inútil, una batalla perdida, un intento fracasado por tener un trozo de lo inasequible. Esta es la emoción del comienzo, como primer misterio, que debemos valorar y disfrutar en su justa medida.

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