El Palquillo

La Esperanza de Triana labra una corona para la Inmaculada de la calle central del paso de palio

La Esperanza de Triana labra una corona para la Inmaculada de la calle central del paso de palio

La Esperanza de Triana labra una corona para la Inmaculada de la calle central del paso de palio

La hermandad de la Esperanza de Triana, con objeto de seguir incrementando su patrimonio, ha procedido a encargar la realización de una corona de plata dorada para la Inmaculada de la calle central del paso de palio de Nuestra Señora de la Esperanza, cuyo diseño y ejecución son obra de Juan Fernández Gómez en 1947. Dicha obra ha sido realizada en el taller de orfebrería de Ramón León e hijo.

La Inmaculada de la entrecalle del palio de la Esperanza La Inmaculada de la entrecalle del palio de la Esperanza

La Inmaculada de la entrecalle del palio de la Esperanza / Hermandad

La Inmaculada, de plata de ley cincelada y repujada y con carnaciones de marfil, se estrenó en la Madrugada del Viernes Santo de 1947, siendo concebida en su origen portando sobre sus sienes una corona de plata dorada, la cual únicamente portó un año, pasando a ser sustituida por el aro de estrellas que habíamos conocido hasta la fecha.

La imagen

Inspirada en la que tallara Juan Martínez Montañés para la Catedral de Sevilla, apodada “la cieguecita”, la sostiene una nube con cabezas de ángeles alados del mismo material sobre una peana octogonal con cuatro cartelas con las siguientes inscripciones: «TOTA PULCHRA / EST MARIA / ET MACULA / NON EST IN TE/».

La talla se inspira en la Inmaculada de Montañés de la Catedral de Sevilla La talla se inspira en la Inmaculada de Montañés de la Catedral de Sevilla

La talla se inspira en la Inmaculada de Montañés de la Catedral de Sevilla / Hermandad

En la base de la peana de plata existe otra inscripción con la fecha de su ejecución y el donante de la pieza. La nueva presea de plata dorada está inspirada en la corona que porta Señora Santa Ana, titular de la Real Parroquia trianera. 

La "Cieguecita"

Juan Martínez Montañés realiza esta obra en 1630 como encargo del jurado don Francisco Gutiérrez de Molina, quien estaba casado doña Jerónima Zamudio, una piadosa mujer que quiso consagrar una capilla de la catedral a la Inmaculada Concepción de María en los comienzos del siglo XVII, en medio de la batalla mariana estallada en la ciudad por la polémica entre las órdenes religiosas por la defensa de unas y el ataque de otras a la creencia que propugnaba que la Virgen estaba exenta del pecado original desde el primer instante de su concepción.

Montañés había realizado con anterioridad otros encargos en los que representó la Inmaculada, como la que se venera en la antigua casa profesa de los jesuitas de Sevilla o en el convento de Santa Paula de la misma ciudad y que habían conocido los demandantes de la obra. Sin embargo será en esta talla donde el maestro consagrará la iconografía de la Inmaculada, siendo ésta una de las aportaciones más importantes del arte hispánico a la historia del arte cristiano.

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