El espontáneo se 'reveló' eterno

calle rioja

Clásico. El Cicus acoge una sorprendente exposición de fotografías de Martín Cartaya que recoge una Sevilla 'proustiana' devorada por el tiempo y recuperada por sus imágenes

Martín Cartaya, entre Pepe Morán, Luis Martínez y Álvaro Pastor, ayer en el Cicus.
Martín Cartaya, entre Pepe Morán, Luis Martínez y Álvaro Pastor, ayer en el Cicus. / D.s.
Francisco Correal

08 de febrero 2018 - 12:51

Las dos palabras resumen la esencia de la fotografía: espontáneo y eterno. Lo que pasa y lo que queda. El espontáneo es un maletilla captado por la cámara de Jesús Martín Cartaya (Sevilla, 1938), junto a otra instantánea -el instante como medida del no-tiempo- titulada Eterno Curro.

Álvaro Pastor Torres, uno de los dos comisarios de la exposición -el otro es Pepe Morán Antequera- dijo en la inauguración sobre el autor de las imágenes: "¿Fotógrafo de cofradías? No. Jesús Martín Cartaya es el fotógrafo de la ciudad. Aquí está el Jesús retratista, el Jesús con el ojo clínico que heredó de su maestro, Serrano el viejo, el pastelero que se trajo Joselito el Gallo a Sevilla y que después de la cogida de Talavera empezó su carrera de fotoperiodista".

Hay cofradías, obviamente. En el catálogo, foto de Juan José Serrano a un joven Martín Cartaya el Viernes Santo de 1958; en la exposición, una imagen de la cofradía de la O, devoción de calle Castilla de la que fueron hermanos mayores el padre del fotógrafo y sus hermanos Ramón, que murió en el cargo, y Carmelo.

Pero hay muchas Sevillas en esta exposición que sin alharacas quedará como una de las más importantes de la temporada. "Es la crónica de la muerte de una ciudad", dice gráficamente Juan Miguel Vega. La sala del Cicus, en Madre de Dios, la preside una gran fotografía que le hizo Pepe Morán a Martín Cartaya. Con Álvaro Pastor escribe el prólogo en un texto con epílogo de Carlos Navarro Antolín e introducción de Luis Méndez, que ayer no pudo asistir por estar en el Prado. Lo representó Luis Martínez.

El catálogo está dividido en cuatro capítulos. El primero se titula Arcadia para poner énfasis en ese proustiano mundo perdido. El puesto de Victorina y Carmen es un tesoro de un ayer convertido en asunto de arqueología: un cartel de un partido de fútbol entre el C.D. Corcho y el C.D. Recaredo. Números bien visibles de las revistas Ínsula, Índice y El Caso. Ejemplares frescos de Pueblo y La Vanguardia.

Le sigue el epígrafe Tradiciones. Estampas singulares de una ciudad que encontró en sus fiestas una vía de escape. Los Beatles de Torreblanca. Un icono de la transición, carteles electorales de Felipe González y Adolfo Suárez junto a la estatua de Sor Ángela de la Cruz y los cimientos de la futura sede del Colegio de Arquitectos. Coches en San Andrés y en la Avenida.

Martín Cartaya es un hombre de pocas palabras, "mis palabras están en estas paredes", pero de palabra. Álvaro Pastor contó la historia de una de las fotografías. La duquesa de Alba llamó al fotógrafo para que hiciera en Dueñas una foto digna de un cartel de fiestas primaverales: Cayetana como aventajada discípula bailando sevillanas con su maestro, Enrique el Cojo, vecino de la calle Espíritu Santo. Al final, la duquesa le pidió a Martín Cartaya que esa foto no la podía mostrar hasta que hubieran muerto los dos protagonistas. Y así lo hizo.

Cazador cazado. Jesús fotografiado en el libro por Serrano, Pepe Morán y Milán Herce. En la exposición, por Antonio Pérez, José Antonio Zamora, Raúl Doblado, Manolo Lovillo o Gómez Acevedo. Amén de un fotógrafo muy especial. Óscar tiene diez años, estudia quinto de primaria y no dejó de hacerle fotos a su abuelo, que cumplió los diez años en plena posguerra. Óscar es hijo de Reyes, hija del fotógrafo. También acudió su hijo Óscar. Faltó Jesús, que trabaja de aparejador en Gibraltar y vive en La Línea.

El tercer epígrafe es el dedicado a los toros y se cierra con los Personajes: Antonio Burgos, El Pali, El Cordobés, Ramón Carande, Morales Padrón, los cardenales Bueno Monreal, Tarancón y Carlos Amigo -éste todavía como joven obispo en el antiguo seminario de San Telmo-, el papa Clemente, doña Croqueta paseando por la calle Sierpes con un lotero felliniano; y Paco Gandía probándose un traje en Cortefiel.

Los almacenes Cortefiel son un punto fundamental de la historia. Allí se conocieron Jesús Martín Cartaya,sevillano de la calle Reyes Católicos, e Inmaculada Tejedor, cordobesa de Peñarroya-Pueblonuevo, madre de sus hijos. Ella trabajaba de cajera en Cortefiel, donde llegó el fotógrafo como dependiente después de escalas en Almacenes Santos (O'Donnell) y Froma (Sagasta). Ahí empezó su retrato de familia. De un hombre bueno que hace buena la cita de Enst Gombrich del prólogo: "No existe realmente el arte, tan sólo hay artistas".

stats