Fragmentos del Pregón (V): Viernes Santo

Foto: José Luis Montero Premio de fotoperiodismo Jesús Martín Cartaya del Consejo de Cofradías

El Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro.
El Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro. / José Luis Montero

Es noche agotada. Vuelves por el puente, Cachorro, y has prometido esos abrazos que nunca podrás dar, según escribió Aquilino Duque. Por el puente es más dura tu agonía. Con la mirada vidriosa, estás recordando tu vida. Recuerdas al niño que jugaba en la carpintería de José con la madera. Recuerdas al joven que recorrió Galilea, Samaria y Judea para predicar y hacer milagros. Recuerdas al Jesús que anduvo en la mar y al que entró en Jerusalén montado en una borriquilla. Recuerdas que un discípulo traidor te entregó y los demás te abandonaron. Y estás sintiendo en tu cuerpo lacerado el chasquido de los latigazos, la corona de espinas clavada en la frente, las rodillas amoratadas por las tres caídas, las manos y los pies taladrados por los clavos, la sangre amarga en tu garganta, reseca por una sed que no se sació con la esponja. Y miras hacia abajo, y te agobias con el dolor de la Madre, y lamentas el llanto de Magdalena, que se aferra a la cruz desesperada. Y prometes el paraíso a un infeliz que se convierte. Te duelen el cuerpo y el alma. Nadie sabe que un espasmo atroz te sacude las entrañas. Hombre, eres un hombre moribundo, que sufre, y lamentas que Dios te ha abandonado. ¿Pero vas a dudar ahora? Recuerda que eres el Cachorro sacrificado para salvarnos. Y pronto ya no verás a esa multitud que te rodea.

Y sigues, Cachorro. Y Tú, sobre el puente, te acercas a Triana. Recuerdas que eres el Hijo de Dios. Eres el que algunos confundieron con un gitano de la cava. Eres el que sintió el fuego lamiendo la piel de tu madera en aquel infierno que un día se formó en tu templo. Y no, Tú nunca morirás, Cachorro. Tú eres eterno en esa agonía que se refleja en tus ojos, que vas a morir y no mueres, que vas a resucitar y ya estás resucitado, que prometes abrazos y siempre los vas a dar, porque tienes los brazos abiertos en la cruz y nos llevas dentro de tu corazón sagrado.

Estás al final del puente. Levantas la mirada al cielo, y cuando ves la luna que brilla en el cristal oscuro de la noche, suspiras, y ya sabes que tu Expiración será eterna. ¡No, así no mueren los hombres! ¡Así viven! Y así vive el Hijo de Dios cuando regresa a Triana.

El Cachorro con la primera luna llena de la primavera.
El Cachorro con la primera luna llena de la primavera. / José Luis Montero

Tres Caídas de amor y nostalgia en San Isidoro, cuando salía con una cruz detrás del Señor. Por la Alcaicería, por Tarifa, por el tramo estrecho de Placentines… Viene el paso del Señor y no cabe, pero pasa, siempre pasa, en esa noche luctuosa del Viernes Santo. Y la Giralda detrás, torre de vigilancia divina, con pináculos incrustados en una noche de luna y nubes.

Hay un misterio en ese paso. La gente se fija en el Cirineo, que parece un familiar del Cachorro, otra obra maestra de Ruiz Gijón. Este Cirineo debió ser un hombre que pasaba por la Costanilla y lo llamaron para ayudar, y se lo tomó tan en serio que carga la cruz con el mismo dolor que el Señor. Y sí, Cirineos habrá otros, pero como el de San Isidoro, ¡ninguno!

El misterio de ese paso suntuoso, apoteosis de la talla y el dorado, lo tenemos en Jesús de las Tres Caídas. Está con las rodillas en tierra. Pero fijaos en las manos del Señor. Una mano se agarra a la cruz. La otra mano se apoya en una peña. ¡Déjanos ser esa peña de la calle de la Amargura, para sentir tu mano! En esa peña están nuestros pecados. En esa mirada triste está la bondad. Y en esa mano firme está la salvación.

Las cruces de la vida pesan cada año más. ¿Y las caídas? Hoy quiero ser aquel joven que cargó una cruz para seguirte, con una vida por delante. Hoy busco otra vez tu mano, como en aquellos años. Y sé que algún día sostendrá la mía en el aire, para ayudarme a que me levante de la última caída.

Recuerdos de un Viernes Santo antiguo.

Sueños de la juventud perdida.

Buscar el cielo en una mirada

y encontrarlo en la Costanilla.

Saber que no fui su Cirineo,

pero el Señor siempre te cuida.

Sentir los sortilegios del tiempo.

Resumir una vida en tres caídas.

Tres Caídas de nostalgia en San Isidoro.

Tres Caídas por amor en las calles de Sevilla.

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