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La historia de los aficionados del Mallorca que ayudaron en la priostía de Madre de Dios del Rosario

  • Es una de las imágenes entrañables que nos deja la Final de la Copa del Rey 

  • La hermandad ha agradecido su "colaboración desinteresada" en esas labores

Instantánea de los muchachos en la casa hermandad

Instantánea de los muchachos en la casa hermandad / Hermandad

Es una de esas historias que merece la pena reseñar. Que tienden puentes y unen culturas. Y que forman parte de nuestra condición como seres humanos civilizados y con profundo respeto hacia lo diferente, hacia lo alejado de nuestros cánones. Porque no todo son vándalos delinquiendo a las puertas de una Basílica (ojalá resulten identificados y sancionados) u otros pormenores como convertir la ciudad en un "macrobotellón" descontrolado. 

El pasado viernes se dejaron ver por Triana un par de aficionados del Mallorca, que paseaban por el barrio en vísperas de la gran final de la Copa del Rey. En aquel momento, la hermandad de Madre de Dios del Rosario se encontraba realizando labores de priostía, desde la parroquia hasta sus dependencias de la calle Pureza. En concreto, se estaba desmontando el altar del Santísimo en Santa Ana, para el que se había utilizado una peana de la patrona de capataces y costaleros. He aquí que aquellos aficionados bermellones, dos chiquillos, no dudaron en prestar ayuda a los hermanos allí presentes para trasladar la peana a la casa hermandad, facilitando el trabajo todo lo posible. Pero resulta que esta historia no es para nada circunstancial. 

Según informan fuentes de la corporación, los abuelos de estos dos aficionados reservaron un alojamiento en la misma Plazuela de Santa Ana desde antes de Semana Santa, con la pretensión de disfrutar de los cortejos procesionales en profundidad y apurar siete días más hasta la noche de la gran final. Desde entonces, la familia ha visitado la parroquia con asiduidad, forjándose una devoción hacia Madre de Dios del Rosario que ya sienten como suya. No pudieron llevarse la Copa a Palma, pero sí guardarán para siempre el espíritu de una ciudad que acoge a todos por igual, sin distinciones ni carnés. Solo humanidad. 

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