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Actualmente las imposiciones que padece la Semana Santa no son las de siglos o años atrás. Son peores porque no vienen de autoridades eclesiásticas o civiles, sino de modas

Nazarenos de la Borriquita saliendo de la iglesia del Salvador.
Nazarenos de la Borriquita saliendo de la iglesia del Salvador. / D. S.
Reyes Pro Jiménez

16 de abril 2025 - 06:21

El cuarto domingo de Cuaresma es el Domingo de Laetare, o de la Alegría, momento dedicado a la alegría por la Salvación y la Resurrección de Cristo, que ya se va aproximando con la Semana Santa. El nombre viene como sabemos (o como deberíamos saber) del comienzo del Introito de la Misa cuando se celebraba en latín: “Laetare Ierusalem…gaudete cum laetitia qui in tristitia fuistis…” o sea “Alégrate Jerusalén! …gozad con alegría vosotros los que estabais tristes…” (Isaías 66, 10). Es una liturgia en la que la alegría se aprecia en varios signos: los ornamentos rosas, las flores en el altar, la música…

El Domingo de Laetare nos da una clave para comprender nuestra Semana Santa en Sevilla pues señala una premonición, o certeza incluso, por lo que ya sabemos cercano. Algo que siempre se entendió perfectamente en Sevilla, ciudad que cada año conoce bien el final de la Semana Santa, cuando recordamos aquella de hace más de dos mil años. Una Semana Santa que se presenta con un final feliz, “el protagonista se salva” como decía algún sevillano clásico.

Así de esta forma Sevilla puede, y siempre ha podido, mezclar sin problema un tiempo penitencial y doloroso, de Cuaresma y Semana Santa, con la alegría que resucita a la primavera, sintiéndose parte de la vida que renace. Pero históricamente esto es algo que frecuentemente no se ha entendido muy bien por parte de ciertos sectores, cuando se daba el secular o tradicional conflicto entre normas y espontaneidad, entre lo ortodoxo y lo heterodoxo, algo que lleva siglos sucediendo en nuestra Semana Santa en una secular incomprensión. En la Semana Santa sevillana se han ido alternando épocas más permisivas con otras llenas de diversas imposiciones, pues en el transcurso de la Historia no hay nada nuevo bajo el sol. Igual que por otra parte ocurre con los problemas de orden público, que ya se daban en el siglo XVII aunque muchos crean que las “carreritas” o similares fueron un fenómeno de hace pocos años sólo.

Pero actualmente las imposiciones que padece la Semana Santa no son las de siglos o años atrás. Son peores porque no vienen de autoridades eclesiásticas o civiles, sino de modas. Es cierto que las modas siempre han existido en la Semana Santa sevillana, incluso grandes devociones de hace siglos se han olvidado, pero en la Semana Santa de hoy las modas hacen que existan cada vez más personas que se recrean exclusivamente en los movimientos de elementos vegetales en los pasos o que están atentos solo y únicamente a la banda, personas que ya no saben ni les interesa ir a ver cofradías, sino aposentarse en una sillita para mirarlas sin realmente verlas pues continuamente interponen las pantallitas, o que consumen el “merchandising” del peor gusto a base de verdaderas caricaturas de pasos e Imágenes Titulares. Esto sólo por citar algunos ejemplos conocidísimos y, si se quiere, de menor trascendencia.

Además esta Semana siempre ha soportado tendencias “pseuidopiadoso-santurronas” que nada tienen que ver con las hermandades sevillanas. Hoy en algún culto se oyen incluso cantos con “guitarritas” que siguen una malentendida moda postconciliar, que despersonaliza esos cultos que pierden cada vez más el carácter que les daba nuestra Ciudad. Tanto que si los grandes compositores sevillanos, como por ejemplo Morales (1500 - 1553), Guerrero (1528- 1599) o Joaquín Turina (1882- 1949), por un milagro reviviesen se morían otra vez, pero esta vez de verdadero espanto al oír algunas cosas que se interpretan en nuestras iglesias. Sólo en algunas ocasiones oímos una música que sea digna de nuestra tradición histórica y eso que no somos peores cristianos porque apreciemos la calidad musical.

La Semana Santa sevillana padece también otros problemas mucho más graves y que no tenemos espacio para analizar ni aunque fuese someramente, como la masificación, la valoración sólo como espectáculo, los intereses económicos, etc., por todo ello puede y debe evolucionar, acatar lo necesario y lo lógico en normas eclesiásticas y también civiles, incluso en modas y usos, pero no llegar a perder su carácter. Porque en este carácter, que ha hecho destacar a nuestra Ciudad en la conmemoración de la Pasión en Semana Santa, evidentemente está lo devocional pero sin ser hipócritamente piadoso, está el sentido de la medida en los gustos y modas sin caer en lo despersonalizado, está el carácter positivo de buscar soluciones si hay problemas y no crearlos gratuitamente, y por supuesto está la creencia en un futuro mejor.

Dios siempre nos da Amparo puesto que quiere nuestro bien y felicidad, quiere que seamos positivos y no caigamos en la desesperanza en la Ciudad de tanta Esperanza, y quiere que seamos generosos con los demás porque esta es la Ciudad de la Merced y de la Piedad. En este sentido es en el que sabemos que Dios nos quiere sevillanos y nos quiere felices en la Sevilla que vive la Fe a través de la celebración de la Vida. No desperdiciemos este don de Fe y Vida y de vivir en Sevilla, eso es lo que verdaderamente importa.

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