la otra crónica

Un ministro y unos calcetines caídos

  • Asenjo destacó que el Pregón había sido el de un cristiano "confesante y no vergonzante".

  • Elogios al concejal de Fiestas Mayores, quien no tuvo complejos en reconocer su Fe.

"El Pregón de un cristiano confesante y no vergonzante". Fueron las primeras palabras del prelado hispalense cuando abandonó las tablas del Maestranza. Mientras bullían los abrazos al pregonero y se cocinaban las primeras críticas, monseñor Asenjo ponía de relieve "la belleza formal y la hondura religiosa" de la disertación de Alberto García Reyes. Fueron los mismos términos que luego empleó en el discurso con el que se ponía fin al almuerzo en el Alcázar, una cita en la que los pájaros de los jardines del palacio se colocaron como invitados (lo de los pájaros va sin segundas, lo prometo).

Revoloteaban sus alas al compás de la brisa que se dejaba sentir por los ventanales abiertos. Fuera, abril en su plenitud. Dentro, cinco discursos, cinco, a esa hora en la que la somnolencia llama a los presentes. A destacar dos de ellos: el del alcalde y el del arzobispo, aunque, siendo sinceros, es de agradecer a todos los ponentes que sus disertaciones fueran más amenas que las de otros años, lo que logró rescatar a los invitados de las garras de Morfeo.

Tanto Espadas como Asenjo dieron la enhorabuena al delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, por su presentación, en la que no se anduvo con rodeos. En este reconocimiento el pregonero de 2016, Rafael González Serna, fue más allá y puso el dedo en la llaga. Lo suyo sí que fue una declaración: "A mí, que soy del PP, me gustaría que los míos tuvieran la misma valentía de proclamar que Sevilla es mariana". Y de la política a la literatura, que a la hora del café de todo se habla. Serna agradeció a García Reyes que hubiera "levantado el pie del acelerador". "Has tenido humildad para bajar el listón y acercarte al pueblo. Ser menos de lo que eres, y eso tiene un valor incalculable", refirió el compositor.

Una cualidad en la que también incidió el prelado, que, puestos a confesar, proclamó abiertamente su afición taurina. Prometió acudir a la alternativa del hijo de Serna en la Maestranza, el próximo septiembre. Aunque, eso sí, aún no sabe si irá revestido de arzobispo o "camuflado" en otra vestimenta para evitar, así, las críticas políticamente correctas.

Una afición taurina que dio a conocer este periódico el día en que monseñor Asenjo llegó a Sevilla y que el prelado refirió en la intervención de este domingo. Discurso en el que aseguró que nunca influyó para que Serna fuera pregonero ni para que lo haya sido García Reyes.

Monseñor Asenjo estuvo el sábado en Roma. Allí tuvo audiencia con el Papa. Francisco le regaló un disco con un concierto de Bach y un rosario. Presentes que el prelado entregó al pregonero. Quien no estuvo en la comida fue el ministro (a estas alturas no hace falta decir su cargo). Se fue al Porta Rossa. Al ex regidor hispalense sólo se le vio en el Maestranza. Con su séquito. Subido sobre el escenario. Una presencia que ha causado bastantes quebraderos de cabeza para los encargados de protocolo, una de las comidillas del día. Dicen los entendidos (que de todo hay especalistas en la viña del Señor) que es la primera vez que el Pregón cuenta con un ministro subido al escenario.

A quien sí se vio fue al delegado diocesano de las hermandades. El jefe segundo de las cofradías en la jerarquía eclesiástica. Marcelino Manzano ha adelgazado tanto en tan poco tiempo que cualquiera diría que lo han retallado en el IAPH. Pero este domingo hizo un alto en el camino y le hincó el diente a la amplia variedad de canapés servida. Desde tataki de atún hasta foie de pato (paté de toda la vida) con hojaldre de turrón (nada cuaresmal).

La subida del mercurio privó a la vista de los visones (más químicos que naturales) que se contemplaron otros años por los patios del Alcázar. Aunque las miradas más aviesas no pasaron por alto un detalle en el escenario del teatro. Los calcetines caídos de un miembro del Consejo. Pantorrillas fuera. Eso sí, los zapatos los tenía muy limpios. Detalles de un Domingo de Pasión.

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