Ochenta años de un auténtico milagro: el tranvía y la Virgen de la O
El Viernes Santo de 1943 un tranvía arrolló el paso de palio de la Virgen de la O en la calle San Jorge
Milagrosamente no hubo que lamentar heridos aunque el paso quedó destrozado
A lo largo de la dilatada y vasta existencia de la Semana Santa sevillana se han producido una serie de instantes o momentos particulares que, por su excepcionalidad, se han convertido en históricos y permanecido en el imaginario colectivo de los cofrades. Los primitivos cortejos a la Cruz del Campo, las pugnas sociales entre las cofradías del XVII y el Sínodo de Niño de Guevara de 1604, la inclusión del Gran Poder en la Madrugada en 1777, la fiebre amarilla de 1800, la Corte Chica de los Montpensier o los infaustos sucesos de los años treinta del siglo pasado.
Cada uno de ellos de diferente consideración o índole: políticos, sanitarios, logísticos... En sus variadas ramificaciones, estos hechos aún continúan siendo objeto de tertulia y debate en los círculos cercanos. Este pasado domingo se han cumplido ni más ni menos que ochenta años de un suceso que marcó la historia reciente de la centenaria cofradía de la O. Era 23 de abril, Viernes Santo, y el cortejo se encontraba ya al completo en el barrio de Triana tras hacer su estación de penitencia. Con el Nazareno a punto de entrar (portado en su anterior canasto con candelabros de cola y las cartelas de Roldán, hoy en Carmona) y el palio en la calle San Jorge, sucedió lo increíble. Un tranvía, que en aquel instante efectuaba el trayecto de la Pañoleta a La Puebla del Río, perdió por completo su capacidad de frenada y se estrelló contra la delantera del paso, provocando de manera instantánea el tumulto, el pánico y la incertidumbre.
Respiraderos, zanco izquierdo, jarras, varales, candelabros... Todo quedó absolutamente arrasado en lo material, pero lo verdaderamente milagroso se encuentra en el componente humano. Ningún miembro de la cuadrilla de Rafael Ariza, así como los devotos y nazarenos, resultó herido. También la imagen quedó indemne. Tan solo Salvador Dorado El Penitente sufrió una lesión en un pie al quedar atrapado por uno de los zancos.
Sosegado el ambiente y habiéndose comprobado que nadie revestía daños de consideración, la Virgen fue portada hasta la Parroquia de la O en andas, vestida con una sábana blanca donada por Ana Pariente (lo apunta Fran Delgado en El Foro Cofrade) y un cíngulo propiedad de un nazareno de nombre Carlos Morilla.
Poco tiempo después, cuando el suceso adquirió el carácter de anecdótico -sin obviar su peligrosidad-, los costaleros promovieron una serie de cultos en acción de gracias, convencidos de la intercesión milagrosa de la Virgen de la O en el accidente. A este respecto, y tras las gestiones de la Junta de Gobierno, la imagen fue trasladada hasta la Parroquia de Santa Ana en rosario público, concretamente el 29 de mayo.
Días después, el 3 de junio, tras oficiarse la solemne función, la dolorosa regresó a su parroquia en procesión triunfal por las calles de Triana sobre el paso de la Divina Pastora. Los actos se culminaron con un besamanos. Tiempo después se supo que el conductor del tranvía, Francisco Muñoz Reina, vistió la túnica de raso morado durante muchos años.
Es así la Semana Santa: imprevisible, inesperada, milagrosa.
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