A Punta de Bisturi

Me quedo con Sevilla

Me quedo con Sevilla.

Me quedo con Sevilla. / D. S.

Paco había pedido la vez en Casa Molina, apenas unas diez o doce personas haciendo cola en la calle que sumadas a las del interior supondrían mas de dos horas de espera para que le midan el capirote a su retoño, que ya era portador de catorce primaveras y el estirón había obligado a que la abuela le confeccionara una nueva túnica para acompañar al Pilatos el Martes Santo. Atrás quedaban los años en los que, carrito en mano, saliera como superhéroe a enfrentarse a las bullas y “destripar tobillos” en la Cuesta del Rosario cada Domingo de Ramos, para pasar a ser acompañante portador de bocadillo, botellita de agua, estampitas y caramelos de su vástago.

Y en aquella angostura de la calle Alcaicería su mente se trasladó a la Semana Santa que en unos días inundaría nuestra ciudad. A lo que habría de llegar en modo de cofradías y concentraciones humanas por doquier obturando cada calle. Y pensó en cómo este año se desencadenarían los atrasos de los distintos días de penitencia, después de que en cada jornada las relaciones entre muchas hermandades estén prácticamente rotas, convirtiéndose cada mesa de negociación en San Gregorio en un Sanedrín de paso de misterio.

Y recapacitaba de su etapa de costalero a las órdenes de Pepe Ariza de cómo se había transformado el mundo del costal, con cuadrillas duplicadas hasta en las cofradías de pocas horas, con obligatoriedad para ser hermanos y en algunos casos desde varios años antes a la iguala, por lo que no daba crédito a la moda en la que se había convertido un oficio tan bello como denostado en tiempos atrás, y que por qué se habían complicado las Hermandades la vida con la inclusión de la gente del costal en la nómina de hermanos, sabiendo que pueden reventar unas elecciones o un cabildo.

–"Ya estanos dentro, Pablo" –le decía a su retoño– "ya mismo te están midiendo".

Y se preguntaba con las ultimas noticias sobre la carrera oficial, que cuándo se va a asumir en este país alguna responsabilidad desde los dirigentes de la institución por algún mangazo de los que cada día llenan nuestros diarios, como es que se estén ofertando sillas de los abonos para los “tours turísticos” de la ciudad. Seguramente todo quedará en algo ocasional y no estructural, o que los responsables no sabían nada, o cortándole la cabeza a un Koldo cualquiera.

Y sopesaba la posibilidad de poder llevar a su hijo ya de Madrugá, que le había insistido en ver la “noche de las noches” sevillanas, pero ponderaba mucho más en su decisión el que no pudiera utilizar los servicios de los bares, clausurados por orden municipal y por sugerencia de la delegación del Gobierno y con el contubernio del espectador de piedra del Consejo. Pensaba con tristeza que las familias “de bien” no asistirían a presenciar las cofradías de Madrugá si no tenían donde refugiarse de vez en cuando del relente, poder tomar un simple café, o hacer sus necesidades fisiologías como la gente de orden en un baño, por lo que la ciudad está entregada por completo al “pandilleo peligroso” y sin decoro de la botellona, el ruido, las peleas y la micción descontrolada en calles y plazas, para dejar en la ciudad durante dos meses de ese aroma tan característico a ácido úrico de San Fermines en Pamplona o Carnavales en Cádiz. Y que por qué había cambiado de opinión el consistorio municipal tras apostar por lo contrario en campaña electoral, la seguridad no está supeditada a la apertura de bares, puesto que los que rompen el orden están tirados por nuestras calles con bolsas de botellas sacadas de un negocio de la gran muralla, que no es la Macarena, y no en el interior de un bar.

–"Sácale el que tiene protección por dentro, que suda mucho y se le marca en la frente".

Y aun no entendía que para que la Madrugá fuera más fluida, el Señor de Sevilla tuviera que llegar hasta casi el puente de Isabel II, siendo la Hermandad que más estrictamente cumple sus horarios, que más rápido pasa por todos los puntos y sin haber tenido en cuenta otras opciones. Por la mente de Paco no cabía otra drástica conclusión de que en esta ciudad todo se cocina entre unos cuantos en las trastiendas, detrás del telón, y que “sin padrino no te comes un comino”.

–"¿Tiene el escudo del antifaz de las azucenas? Que el año pasado lo llenó de cera y no ha habido manera".

Pero a pesar de todo soñaba con la llegada de estos días, con volver a ver venir de frente un misterio entre una nube de incienso, en un izquierdo por delante moviendo el borlón de un Cristo atado, en una bambalina al son de Pasa la Macarena, o la cola de un manto pedir música como se hacía cuando mandaba Horacio en el Carmen, o un monaguillo dando caramelos a una abuela que en su silla espera la llegada de su cofradía, o un Cristo Yacente sobre el sudario en San Andrés entre naranjos reventados de azahar. Y que como ha dicho el pregonero las puede haber mejores, pero me quedo con Sevilla, mi ciudad, mi madre. Solo resta que desde las instituciones, Ayuntamiento, Palacio y Consejo, se tenga el mismo sentimiento.

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