Ignacio Valduérteles
Doctor de la Iglesia y cofrade
Las hermandades han ido decantando a lo largo de los siglos una belleza formal que roza la perfección: las proporciones de los pasos; el acompañamiento musical; la estructura del desfile procesional, con sus tramos separados por insignias; el compás de los costaleros; la calidad de las imágenes y su disposición en el paso, y muchos detalles más que ponen de manifiesto el potencial de la “via pulchritudinis” en la evangelización.
Pero se están generalizando tendencias preocupantes. Algunas ajenas a las hermandades, como las acampadas callejeras y la insolencia de quienes las protagonizan, o la dificultad para la circulación de masas humanas desorientadas por la estrechas calles del centro; pero otras entran de lleno en su ámbito de competencias: el gigantismo en las agrupaciones musicales, hasta doscientos componentes he llegado a contar; nuevas marchas de cornetas que, en algunos casos, suplen con la estridencia su falta de calidad; coreografías costaleras tan elaboradas que rozan lo extravagante, para regocijo de los aplaudidores; también algunos pasos a los que cada año se añaden nuevos adornos hasta conseguir estropearlos.
Dejamos aparte el aumento progresivo del número de nazarenos, que complican el discurrir de la procesión y su gestión. Éste es un tema que merece un comentario aparte. Ya hemos dicho en alguna ocasión que a la Semana Santa actual se le ha quedado pequeño el traje y hay que replantearla.
Juan Ramón Jiménez, en su Poemario Piedra y Cielo incluye un breve poema que es un consejo a las hermandades: "No la toques ya más, así es la rosa". La rosa de las cofradías ha conseguido la excelencia estética, mejor no toquetearla. Acabaríamos estropeándola, marchitando su belleza y lozanía.
Los amantes de la innovación por la innovación suelen ser mentes inquietas que quieren dejar huella de su paso por la junta de gobierno, sin tener en cuenta que sólo se puede innovar desde el conocimiento profundo de aquello sobre lo que se pretende incidir. A ellos parece ir dirigido el poema de Juan Ramón Jiménez: no marchitar la rosa con manoseos innecesarios. Esa prudencia no es inmovilismo, todo lo contrario; para mantener la lozanía y belleza de la rosa hay que ir a las raíces, en el sentido más literal, proporcionando al rosal nutrientes que, absorbidos por sus raíces, mejoren y mantengan esa lozanía.
Al hablar de aportes de nutrientes, de fertilizantes específicos, me refiero a la elaboración permanente de una masa crítica suficiente para revitalizar toda la planta, desde las raíces, ocultas, hasta el resultado final: la rosa que se aprecia.
En sociología se entiende por masa crítica la elaboración por un grupo de personas, coordinadas o no, de nuevos conocimientos, o la reordenación de los ya existentes, para influir positivamente en la creación de nuevos conceptos que den soporte a los cambios que sean necesarios en algunas facetas de la realidad social, como es el caso de las hermandades.
Se trata de crear, con fundamento, conocimientos en base a los cuales analizar el entorno y las distintas situaciones que se van presentando, para adoptar, cuando sea necesario, las decisiones oportunas argumentadas. No es una tarea fácil, ni rápida, los resultados se aprecian a medio o largo plazo, pero es necesaria.
Una de las conclusiones del reciente Congreso de Religiosidad Popular es la creación de un Observatorio de la Piedad Popular, “como espacio de estudio y reflexión permanente sobre la piedad popular”. “Este foro interdisciplinar está llamado a continuar el análisis de la riqueza espiritual de las hermandades, a identificar los retos y los desafíos contemporáneos y a diseñar propuestas pastorales que fortalezcan su papel evangelizador en la Iglesia”. Pretende también ser “una llamada a la audaz renovación de la mirada sobre la piedad popular”.
Llamar Observatorio a ese organismo no me parece muy acertado, se ha abusado mucho del término para aplicarlo a oficinas subvencionadas sin contenido real; pero la idea me parece afortunada y necesaria, siempre que sea permeable a cualquier sugerencia u opinión que pudiera enriquecer su patrimonio intelectual y no se arrogue la exclusividad en la elaboración de ideas y propuestas. No conozco nada de ese Observatorio, de su misión y su plan estratégico, ni si está ya en funcionamiento; pero le doy la bienvenida al mundo de las hermandades y le deseo una vida larga y fructífera.
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