La procesión de la Virgen de los Reyes: la medida justa en tiempos de excesos

La cantidad de público dificulta el tránsito por algunas zonas del recorrido

Matacanónigos se convierte en refugio climático de una mañana en la que el calor se deja sentir desde bien temprano

La Virgen de los Reyes llena de luz Sevilla: así fue la procesión

La Virgen de los Reyes llena de luz Sevilla: Así fue la procesión / Juan Carlos Vázquez

La medida justa. Ni más ni menos. Ni modas ni costumbres importadas de otros municipios. La procesión de la Virgen de los Reyes es la horma perfecta para una religiosidad popular que pierde naturalidad y muchas veces, sentido. No cansa ni aburre y, sobre todo, nada escapa del verdadero motivo que la convoca: la Patrona de Sevilla y su Archidiócesis. Ni siquiera la alerta naranja por calor resta público a esta cita que cada año congrega a más personas, hasta el punto de que resulta difícil acompañar a la sagrada imagen todo el recorrido. Llegan a originarse tapones que recuerdan las bullas de Semana Santa. Cuenta a su favor hasta con un enclave convertido en refugio climático para días que escupen fuego: Matacanónigos.

El 15 de agosto es de las escasas fechas en el año en las que madrugar menos molesta. Hay quienes salen de la cama en mitad de la noche. Lo hacen desde pueblos del Aljarafe, la Vega y los Alcores. Llegan andando hasta las entrañas de la capital. Por el puente del Cachorro viene un grupo de peregrinos. La madrugada ha sido sofocante. Llevan ropa cómoda, como si estuvieran andando el Camino de Santiago. Los hay que apenas musitan palabra. Otros pasean por las calles de la ciudad con voces que hacen las veces de despertador del vecindario. "¡Que todavía hay gente durmiendo!", comentan entre ellos a modo de broma.

Acaba la última misa previa a la procesión. Las gradas altas presentan un aspecto de albergue al aire libre. Peregrinos que se echan a dormir, a pierna suelta, sobre las piedras de un pavimento aún caliente. Las mínimas tan altas de la noche no han permitido que se refresque. Son poco más de las siete de la mañana y el termómetro ya marca 25 grados. Se avecina otro día en alerta naranja. No falta en este compás de espera vendedores ambulantes que pregonan el merchandising de la Patrona. Al entorno catedralicio van llegando los habituales de la jornada. La indumentaria de quienes llevan horas esperando se mezcla con las de quienes acaban de salir de casa. Pantalón corto, calzado deportivo y camiseta de colores que escapan de la discreción frente a pantalón de pinza, guayabera y mocasín, combinación esta última escrupulosamente estudiada.

Líneas rojas adhesivas

En distintas zonas del itinerario se han colocado líneas rojas adhesivas para que el público no las sobrepase. Esta vez, a diferencia de lo que ocurre en la Cabalgata de Reyes Magos, no son pintadas. Las vallas se han instalado en la primera y última parte del recorrido, cerca de la Puerta de los Palos. Hay quien, como es costumbre, ha pasado toda la noche en vela aquí. La variedad de sillas para hacer más llevadera la espera es diversa, aunque la hamaca playera se impone por goleada a la silla de los chinos que proliferan en días de cofradías. Idiosincrasia del 15 de agosto.

La Virgen de los Reyes, bajo el cielo azul de Sevilla.
La Virgen de los Reyes, bajo el cielo azul de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Se apagan las luces a las 7:30. La mañana ya clarea. Matacanónigos es un refugio climático en este amanecer de la Asunción. Sopla un viento suave, no demasiado fresco, pero suficiente para mitigar la sensación de sofoco que los sevillanos arrastran desde hace una semana. "¡Aquí hay aire acondicionado!", le dice un devoto a su mujer a la que le hace hueco junto a la valla metálica.

Diez minutos después, a las 7:40, empieza a salir el cortejo. Lo abre la Banda Sinfónica Municipal. Sus componentes van deschaquetados y con camisa blanca de manga corta, indumentaria que recuerda las usadas por ciertas formaciones musicales en las fiestas veraniegas de los pueblos, las que acompañan a gigantes y cabezudos. "Es que hace mucho calor para llevar chaqueta", justifica una señora mientras ve pasar este arranque del cortejo, en el que no faltan los niños carráncanos, cuyas hachetas se encienden en la calle Cardenal Carlos Amigo, una vez superada la suave embestida del aire en Matacanónigos.

El cortejo

El tramo de la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando es cada vez más abundante. En todos impera el decoro. Colores oscuros. Trajes y vestidos discretos. Sin estridencias. Chaqués en el Consejo de Cofradías y en las últimas parejas de la Sacramental del Sagrario. El cuerpo del clero secular se descuelga a la mitad. Los últimos sacerdotes se quedan rezagados para ver salir a la Patrona. A las ocho de la mañana llega el repique de la Giralda. El tímido aire mece los gallardetes estrenados en 2024, mucho más decorosos que aquellos que parecían sacados de un hule de piso playero. Asoman las varas de nardos cuando el sol aún está muy alto, sin dar de frente. La Virgen ya está en la calle. Su presencia se adivina por el silencio que rodea a las grandes cosas que pasan en esta ciudad. Hasta el más mínimo gesto del público se hace de forma discreta para no quebrar la quietud sonora del instante. Momento de contar las ausencias de quienes, cada año, la veían pasar en el mismo sitio y a idéntica hora. Toda la memoria condensada en un avemaría. Y en un nudo en la garganta.

Sigue adelante el paso de tumbilla, que estrena este 15 de agosto los bordados que lució por primera vez en la procesión magna del pasado diciembre. De aquel frío día -en el que las expectativas de asistencia se quedaron muy lejos de cumplirse- a esta jornada con el termómetro buscando los 40 grados. La procesión se adentra por Alemanes y el calor empieza a sentirse. Por la Puerta del Perdón hay bulla propia de Semana Santa. Llega el primer tapón en la Punta del Diamante, donde tiene lugar la segunda posa. Es el momento en el que el sol acaricia por vez primera el rostro de la imagen fernandina. A lo lejos, se escuchan ruidos de rotaflex en día de precepto religioso. El nuevo boom inmobiliario no entiende de calendario litúrgico.

Hay que afinar bastante el oído para escuchar bien a la banda del Ejército de Tierra. Demasiado tambor y muy pocos componentes. Ya en 2024 fue una sección -y no una compañía- la que desfiló detrás de la Patrona. Este año vuelve a ocurrir igual, motivo por el cual no se incluye la enseña nacional a la que el público rendía pleitesía. Muchos asistentes siguen echándola en falta.

La autoridad religiosa y civil

Tras la autoridad eclesiástica -el arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, junto con los obispos auxiliares, don Ramón Valdivia y don Teodoro León- llega la representación civil, encabezada por la consejera de Cultura y Patrimonio, Patricia del Pozo (con un más que acertado y elegante vestido negro, y un bello recogido en el pelo); el subdelegado del Gobierno, Francisco Toscano (Curry en tono coloquial); el delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, Ricardo Sánchez; y la delegada de Cultura de la Junta en Sevilla, Carmen Ortiz. Detrás viene la Diputación provincial, con nueve diputados y el presidente Javier Fernández. De la corporación municipal asisten 22 concejales, incluido el alcalde, José Luis Sanz. Lo hacen todos los ediles del PP y de Vox. De las filas socialistas acuden cuatro, entre ellos, Antonio Muñoz y Juan Carlos Cabrera.

La procesión en la Plaza del Triunfo.
La procesión en la Plaza del Triunfo. / Juan Carlos Vázquez

El segundo tapón se produce tras la tercera posa, en el magnolio, donde un cajón de obras hace prácticamente imposible seguir andando. Muchos optan por entrar en la Catedral, pensando que pueden cruzarla hasta la Puerta de Campanillas. Se encuentran con el paso interrumpido a la altura del monumento a Colón. Sorpresa también para ciertas devotas al acceder al templo metropolitano. Un guardia de seguridad lo impide por llevar los hombros "demasiado descubiertos". Rostros de extrañeza e indignación y algún que otro improperio. "Son las normas del Cabildo, lo siento, señora", responde este trabajador con sobredosis de paciencia en esta mañana agosteña.

La última parte del recorrido, una vez dejada atrás la Plaza del Triunfo, es la más cómoda. Hay mucho menos público y, de nuevo, el poco viento existente se siente aquí. La mayoría de los asistentes intenta esquivar el sol. Ya se busca el refugio de la sombra, donde resulta bastante apacible la despedida a la Patrona. Las autoridades se colocan en una larga hilera. Desfila el Ejército, con sus correspondientes aplausos. La Giralda vuelve a repicar. El sol refulge ahora sobre los nuevos bordados de la tumbilla, de mayor relieve que los anteriores. Son las 9:34 del 15 de agosto. Entra la Virgen de los Reyes, la de la medida justa en tiempos de excesos.

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