El recuerdo de Antonio Santiago con la Macarena en la madrugá de 2013: "La Virgen nos salvó"
El capataz recuerda doce años después la histórica hazaña, cuando la lluvia obligó a llevar a la Virgen de la Esperanza desde el Salvador a su basílica en menos de dos horas
Antonio Santiago y Javier Prieto, dos capataces con alma de Sevilla
Madrugá del año 2013. La Virgen de la Esperanza Macarena ya había salido de la Catedral. El Señor de la Sentencia estaba avanzando por el entorno del Salvador. Hasta que la lluvia, tal y como se esperaba, llegó.
Fue un momento difícil para todas las corporaciones de la jornada a excepción del Silencio, que se salvó del agua. En torno a las siete de la mañana, se desató un chubasco importante sobre Sevilla. El Calvario y El Gran Poder llegaron a sus respectivos templos a paso de mudá. En paralelo, la Esperanza de Triana decidió quedarse en la Catedral hasta el Sábado Santo. Las hermandades que salieron peor paradas fueron Los Gitanos y la Macarena.
La Hermandad de San Gil, gobernada en aquel entonces por Manolo García, fue capaz de dividir a la perfección su cortejo en dos iglesias: el Salvador, donde se refugió la Virgen, y la Anunciación, donde se cobijó el Señor. Al igual que los nazarenos, que supieron muy bien que --en el caso de quienes acompañaban al Señor de la Sentencia-- el Mercado de la Encarnación siempre tendría las puertas abiertas para ellos.
Muchos hermanos, cofrades y espectadores todavía recuerdan esa histórica jornada, con la imagen de Nuestro Padre Jesús la Salud, con Juanma Martín al frente, avanzando por la Campana en dirección a la Anunciación. Sonaba la marcha "Consuelo gitano", y al fondo, el Sentencia completaba la histórica estampa encaminándose hacia el mismo punto.
En la plaza del Salvador, las emociones estaban a flor de piel. Una manta de paraguas aguardaba a la llegada de la Esperanza Macarena, que con un nivel de maestría ejemplar, reviró con elegancia para adentrarse en la iglesia.
Al frente de la cuadrilla iba la voz característica de Antonio Santiago. Cuando le preguntas por aquella amanecida asoma una sonrisa por su rostro. La satistafacción del trabajo bien hecho, y reconocido, pasen los años que pasen. Tal y como comentaba Santiago en el Podcast de El Palquillo, ''Había gente de la Macarena que decía "A ver si un año podemos entrar en el Salvador", como una añoranza, un anhelo de que la Virgen entrara en el Salvador, donde nunca había entrado. Las circunstancias de la vida son las que quiere el Señor, no las que nosotros los humanos dictamos''. Y así fue. El paso de la Virgen de la Esperanza se levantó en la calle Chapineros y, justo ahí, empezó a llover.
''En ese momento, la Hermandad estaba haciendo las gestiones para poder entrar el paso de palio en la iglesia del Salvador. Seguimos con el paso, pidiendo cada vez más paso a la cuadrilla, que era muy buena en aquel momento y muy entregada a las necesidades de la hermandad. Si ves imágenes de aquel momento, el paso iba andando ligero, pero la sensación que uno tiene es que no iba ligero o que no se descompone el paso al andar ligero. Cuando llegamos a la altura de la tablazón de la rampa del Salvador, inmediatamente mandamos la vuelta. La gente obedeció perfectamente a las órdenes que se le iban dando, a la velocidad que íbamos, y subimos la tablazón. Todo esto con la música sonando, que también es una parte importante'' recordaba Antonio la maratón que hizo la Hermandad de la Macarena aquella mañana.
La petición del sacristán del Salvador
Con la guasa que caracteriza a esta ciudad, mencionaba que la marcha que el Carmen de Salteras estaba tocando justo a la entrada de la Virgen de la Esperanza en el Salvador se llamaba ''Cachorro'', y llovía a mares. Les acompañó la melodía hasta que entraron a la iglesia, donde, y tal como cuenta el capataz, ''Nada más entrar en la iglesia del Salvador, en el mismo atrio donde está el cancel, paré el paso para que la gente descansara. Al lado del paso estaba en aquel momento el sacristán del Salvador, Antonio Mendoza, que ha fallecido hace unos meses. Antonio era macareno y su hermandad era el Amor. Él me dijo: "Antonio, pon a la Virgen al lado del Señor". Cuando decía "al lado del Señor", se refería al Señor del Amor. Yo le respondí: "Antonio, yo pondré la Virgen donde me digan. De momento, hasta que decidan lo que vamos a hacer, voy a ponerla en el altar mayor", recordaba con cariño.
El tiempo pasaba entre los cimientos de la Anunciación y el Salvador. El Hermano Mayor, junto a su Junta de Gobierno, tomaban una decisión con reuniónes telefónicas desde ambas sedes, debido a la bifurcación del cortejo. Fue entonces cuando García llamó a Antonio, y le hizo una de esas preguntas que suenan como un chiste: ''Antonio, los partes meteorológicos dan una tregua de dos horas, ¿eres capaz de poner a la Virgen en dos horas en la Basílica?'' La respuesta fue clara.
Siete 'chicotás' con siete relevos
''Creo que la Virgen y el Señor estaban ahí en medio. Yo levanté el paso y, desde el primer momento que salimos a la plaza del Salvador, mi idea fue hacer chicotás de relevo. Con lo cual, yo levantaba el paso y hasta que no se acababa el recorrido de ese relevo, no lo bajaba. El riesgo, según el hermano mayor, era de dos horas. Invertimos hora y cuarto. Desde la iglesia del Salvador a la puerta de la basílica tardamos 1 hora y 15 minutos, e invertimos siete chicotás, que fueron los siete relevos que hubo. La música sonó todo el tiempo, menos en los momentos en que se paraba el paso en cada relevo. Hubo una simbiosis, una magia entre la banda, la cuadrilla y el paso'', comentaba Antonio.
En una hora y cuarto llegó la Virgen de la Esperanza del Salvador a la Basílica. El Señor de la Sentencia hizo lo propio, a los mandos de Ernesto Sanguino. Las puertas se cerraron tras el palio de la Virgen y, acto seguido, una manta de agua empezó a caer del cielo. ''Justamente cuando entramos en el atrio, empezó a llover. La mano de la Virgen también estuvo ahí, porque justo cuando entró en la basílica, empezó a llover en cantidad. La Virgen nos libró, nos salvó''.
Concluía así Santiago su relato sobre una de las vivencias más emocionantes que ha tenido en su Hermandad. Porque, y pese a que Antonio ya no es capataz de la Hermandad de la Macarena desde 2017, es hermano de la coporación de San Gil desde que era tan solo un niño. A día de hoy, porta su cirio y su túnica en su respectivo tramo. Al igual que Javi Prieto, que no se separa del Señor y, por ello, viste su antifaz morado cada madrugada de Viernes Santo.
¿Qué es la Esperanza Macarena para Antonio Santiago?
Antonio, con la profundidad y devoción que caracterizan sus palabras, reflexiona sobre lo que representa la Virgen de la Esperanza Macarena en su vida y en la de tantos cofrades. Una devoción que ahora vive como fiel hermano de la Hermandad, después de décadas frente al martillo del palio.
Al ser cuestionado sobre qué significado tiene para él la Virgen de la Esperanza, tampoco se olvida del Señor de la Sentencia: "Yo creo que el mayor título que podría tener alguien en la humanidad es ser la madre de Dios. Con lo cual, estamos hablando del Señor de la Sentencia, que es Dios".
Antonio Santiago: "La Virgen de la Esperanza lo es todo para mí".
El capataz sabe que, en Sevilla, en Andalucía, y en tantos otros lugares, la devoción a la Santísima Virgen es un pilar fundamental. "Ella también es el camino para llegar a Dios", afirma.
Para él, la Virgen de la Esperanza Macarena es una presencia que, aunque en el altar de la basílica parezca lejana, se hace cercana en momentos clave. "Yo comprendo que los macarenos quisieron acercarla más al cielo cuando se construyó la basílica, pero esos días en los que la Virgen está más cerquita, como cuando es el besamanos o está en el paso, es cuando uno se siente más acogido y atraído por ella".
Antonio contrasta la cercanía del Señor de la Sentencia con la majestuosidad de la Virgen. "El Señor de la Sentencia está más cercano a nosotros en el altar, lo vemos más cerquita, más accesible. Y ella es el camino para llegar a Él". Y es en esa dualidad donde encuentra el equilibrio de su fe. "Así que, desde mi perspectiva como hermano, que soy desde hace muchos años, la Virgen es todo para mí".
Cada vez que Santiago concluye una conferencia, suele cerrar con una imagen de la Virgen y una frase que resume su sentir: "Ella es la madre de Dios, como reflejo del mayor título que puede tener alguien en la humanidad. Ella fue la elegida, esa joven de Judea que Dios escogió para ser la madre de Dios".
Para Antonio, la devoción macarena no es solo un sentimiento individual, sino un legado colectivo. "Por eso, la devoción que tenemos los macarenos a la Virgen ha sido la que ha movido a la hermandad y ha llegado a ser lo que hoy día es. Al fin y al cabo, se trata de la entrega de muchos macarenos a lo largo de los siglos para el engrandecimiento de la hermandad de la Virgen y del Señor."
Y, como buen cofrade, Antonio sabe que no se puede elegir entre el Señor y la Virgen. "El problema es que esto es como cuando le dicen a un padre: '¿A cuál de tus hijos quieres más?'. Es imposible responder, ¿no? Los hijos son como los dedos de la mano, no puedes decir 'este' o 'aquel'. Lo mismo ocurre aquí: los macarenos somos del Señor y de la Virgen. Es difícil decir 'quiero más al Señor que a la Virgen' o al revés."
Finalmente, Antonio resume su sentir con una metáfora que refleja la grandeza de ambos titulares: "La hermandad es de ambos. De hecho, todo lo que se hace para el Señor y para la Virgen es grandioso. Lo que pasa es que, a veces, es difícil saber cuál de los dos soles ilumina más. Así que, para mí, ella es la madre de Dios".
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